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Ogi regresó desde el distrito de Hibiya a la casa-oficina y, lleno de animación, le dio el parte a Bailarina de su entrevista con el presidente. También ella había estado fuera ese día, pues había ido al hospital a ver a Guiador, el cual seguía inconsciente. Ella le había estado dando masajes por aquellas zonas de su piel que habían empeorado por problemas de circulación, dado el tiempo que llevaba en cama. Al final de esa semana se le harían pruebas destinadas a averiguar si había recuperado el vigor suficiente para resistir una operación; y si de ahí resultaba que ésta era posible, se le intervendría para prevenir el riesgo de hidrocefalia. Por cierto, que cuando Patrón se enteró de estas novedades, tomó refugio una vez más en su cama.

La cuestión es que mientras Bailarina informaba de estas cosas a Ogi -tras oír el parte que él le había transmitido- la actitud de ella era indiferente y distendida, y así Ogi no experimentaba dificultad alguna en conversar con ella. Pero cuando él le comunicó la parte final de la parrafada del presidente, que al principio había omitido por considerarla irrelevante para el tema principal, es decir: cuando ya trató en son de chanza la historia relativa a Los trece, Bailarina montó en cólera. Y a partir de ahí, sin pretenderlo ninguno de los dos, el tema se disparó hacia una escalada vertiginosa, por la que Bailarina se despachó con críticas equivalentes a estar recriminándole. Ogi, ya a destiempo, se puso a reflexionar; y a juzgar por lo que escuchó tras aplicar el oído, la causa de todo radicaba en que, mientras él había tomado la charla sobre Los trece como una bravuconada por parte del presidente, para Bailarina aquello había representado una auténtica valoración positiva hecha sobre Patrón y Guiador.

– ¿No serás tú en el fondo de los que empiezan y no acaban? Cuando yo era niña, si veía un hombre así me provocaba asco, y hasta desprecio. No acertaba a explicarme cómo podía haber gente que se pringara tan poco. Tú eres de esos chicos que, llegados a la mayoría de edad, siguen sin salir de sus moldes infantiles. Y no es que yo sola piense así, sino que es una verdad objetiva. Pues cuando Patrón y Guiador te llaman "inocente muchacho", no es ésa una simple aseveración. Cuando yo veo a alguien como tú, ya no sé qué hacer. ¡Me sacas de quicio!

Como era de esperar, Ogi se quedó sorprendido, y no pudo menos de intervenir a su vez, preguntando:

– ¿Y cómo es eso de que te saco de quicio?

– ¿Qué me estás diciendo? Quienquiera que hable así, no es sólo porque sea de los que se pringan poco; es que es un total irresponsable.

Bailarina no estaba en realidad desesperada; lo que estaba es francamente enfadada. Ogi, en medio de su desconcierto, pudo captar que ella no estaba por liberarlo de la empalizada que lo estaba cercando, sino que más bien ella, siguiendo esa "mala idea" que suele imperar dentro de una misma familia, se empeñaba en poner más tensa la cuerda con que lo tenía atado. Pues incluso en ocasiones como ésta, aunque la energía de los gritos lanzados iba en aumento, en medio de esos susurros que sonaban a quejas, entre palabra y palabra se captaba en el cielo del paladar, al abrir ella la boca, un temblor similar al de una almeja palpitante.

– Patrón está ahora muy encerrado en sí mismo, y no hay ni que pensar en que se ponga a dar instrucciones. Guiador, aun cuando por un casual recobre la conciencia, son muy sombrías las perspectivas que le quedan de que vuelva a ser el de antes. Así que a nosotros, por el momento, no nos queda más recurso que utilizar tus buenos servicios.

"¿No fue precisamente porque tú te hiciste idea de mi preocupación, por lo que dejaste colgado tu trabajo de Sapporo y te viniste para acá? Durante los últimos diez días nos has venido prestando tu colaboración con toda servicialidad, por lo que de veras me he sentido agradecida. Entretanto, creo que has llegado a darte cuenta del tremendo bache en el que hemos caído, ¿verdad?

"Y ésa es la razón, sin duda, por la que has decidido trabajar como un miembro de nuestra oficina, a tiempo completo, y dejar tu empleo en la fundación, ¿no? Hoy vienes de haberlo negociado con el presidente, ¿no es así? En este punto, yo he sentido un gran alivio al dejar de lado mis constantes temores de que pudieras ser un espía de la policía.

– ¿Un espía de la policía? -repitió Ogi, parloteando como un loro.

– Verdaderamente, te pasas de inocente. Supongo que a estas alturas no vas a ignorar de plano qué tipo de acontecimiento tuvo lugar hace diez años. Como yo entré aquí por la mera circunstancia de que mi padre había sido compañero de Guiador, desde luego había lugar a que ellos tuvieran dudas sobre mí, no fuera a tratarse en mi caso de un espía de la policía, ¡qué se le iba a hacer! Pero tanto Guiador como Patrón me acogieron amablemente sin reserva alguna, y es así como se me asignó un sitio para poder vivir en Tokio. También se preocuparon por darme lugar a que pudiera desarrollar mis estudios de danza. Son cosas que no se olvidan.

"Con todo y con eso, si voy a ser franca, diré que aun ahora no entiendo nada de qué concepción tienen Patrón y Guiador con vistas al futuro. Así las cosas, si Patrón se dedica desde ahora a reconstruir el movimiento religioso, no creo que yo sea la persona adecuada para ayudarle. Sin embargo, yo quiero trabajar para Patrón. Quiero hacerme creyente. No hay nada que pueda hacerme desistir de esta idea.

"Es una cosa que va haciéndose cada vez más mía: pues cuando yo me vine a Tokio con una nebulosa idea de seguir la carrera de bailarina, pero en realidad sin ningún plan concreto, quien se interesó por enseñarme lo que yo quería hacer de verdad fue Patrón. Y otro que contribuyó del mismo modo fue Guiador. Hasta el momento, ni Patrón ni Guiador me han hablado de temas religiosos, salvo escasos detalles. Más que enseñarme, lo que han hecho es… Claro que como tú sólo has visto el perfil severo de Guiador, te resultará difícil hacerte una idea. Pero a través de la pacífica relación que se establece entre él y Patrón, sin saber cómo ni por qué te vas viendo guiada hacia un desarrollo personal. Yo disfruto de eso cada día, e incluso la danza que practico por mi cuenta me llena mucho más; y de un modo natural he llegado a desear hacerme creyente de Patrón. Pero en medio de todo esto, Guiador ha caído afectado por una grave enfermedad. Así han venido las cosas.

"A pesar de todo, o bien por eso mismo…, el caso es que con Guiador enfermo y Patrón postrado en cama por su shock traumático, ¿qué salida me queda sino dedicarme enteramente a Patrón para que se recupere pronto? En esos momentos, no teniendo nadie en quien apoyarme, cogí el teléfono para comunicarme contigo en Sapporo, y exponerte el asunto sin darte elección. A raíz de ese paso que yo di, tú has desbordado mis expectativas, metiéndote aquí de cabeza a colaborar. Y a partir de ahora, ¿no es esto así: que vas a dejar tu trabajo en la fundación para dedicarte a trabajar en plan de horario completo para nosotros?

"De modo que esto es lo que pienso: como yo no tengo una formación religiosa básica ni conocimientos sobre el tema, y Patrón y Guiador lo saben, por eso no me hablan de cosas de religión. Pero para mí ellos dos son personas muy especiales: lo tengo claro, y por ellos he venido trabajando sin darle más vueltas al tema. No hay más que eso. Aunque ahora te tengo a mi lado como un nuevo compañero, capaz de comprender cosas que yo no entiendo; y me ha dado mucha alegría pensar que puedes enseñarme un montón de cosas. Con Guiador en su estado de postración, y Patrón atacado de fiebre por lo mismo, tú puedes ser ahora para mí mi nuevo Guiador. Tal vez sea ésta la ocasión; al menos así lo he pensado.

"O sea: que él se convirtiera en el nuevo Guiador de Bailarina…" Esta declaración de la joven, tan enteramente distinta de todo lo dicho por ella en ese día de tanto charlar por su parte, no podía menos que dejar atónito a Ogi. Hasta ese momento él había estado escuchándola con la cabeza baja, pero entonces la levantó, y lo que captó su mirada fue el rostro de ella que lo miraba fijamente, con la boca -como siempre- levemente entreabierta, en tanto le fluían lágrimas incesantes junto a la comisura de sus labios: era Bailarina, en suma. Su cara era fina, alargada y casi tan plana como una semilla de caqui, de un color pálido sin lustre. Él por su parte se sentía un jovenzuelo sin experiencia en cualquier campo, pero en ese momento Bailarina le pareció aún más pueril que él. Desde que la conoció por primera