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– Patrón está ahora muy encerrado en sí mismo, y no hay ni que pensar en que se ponga a dar instrucciones. Guiador, aun cuando por un casual recobre la conciencia, son muy sombrías las perspectivas que le quedan de que vuelva a ser el de antes. Así que a nosotros, por el momento, no nos queda más recurso que utilizar tus buenos servicios.

"¿No fue precisamente porque tú te hiciste idea de mi preocupación, por lo que dejaste colgado tu trabajo de Sapporo y te viniste para acá? Durante los últimos diez días nos has venido prestando tu colaboración con toda servicialidad, por lo que de veras me he sentido agradecida. Entretanto, creo que has llegado a darte cuenta del tremendo bache en el que hemos caído, ¿verdad?

"Y ésa es la razón, sin duda, por la que has decidido trabajar como un miembro de nuestra oficina, a tiempo completo, y dejar tu empleo en la fundación, ¿no? Hoy vienes de haberlo negociado con el presidente, ¿no es así? En este punto, yo he sentido un gran alivio al dejar de lado mis constantes temores de que pudieras ser un espía de la policía.

– ¿Un espía de la policía? -repitió Ogi, parloteando como un loro.

– Verdaderamente, te pasas de inocente. Supongo que a estas alturas no vas a ignorar de plano qué tipo de acontecimiento tuvo lugar hace diez años. Como yo entré aquí por la mera circunstancia de que mi padre había sido compañero de Guiador, desde luego había lugar a que ellos tuvieran dudas sobre mí, no fuera a tratarse en mi caso de un espía de la policía, ¡qué se le iba a hacer! Pero tanto Guiador como Patrón me acogieron amablemente sin reserva alguna, y es así como se me asignó un sitio para poder vivir en Tokio. También se preocuparon por darme lugar a que pudiera desarrollar mis estudios de danza. Son cosas que no se olvidan.

"Con todo y con eso, si voy a ser franca, diré que aun ahora no entiendo nada de qué concepción tienen Patrón y Guiador con vistas al futuro. Así las cosas, si Patrón se dedica desde ahora a reconstruir el movimiento religioso, no creo que yo sea la persona adecuada para ayudarle. Sin embargo, yo quiero trabajar para Patrón. Quiero hacerme creyente. No hay nada que pueda hacerme desistir de esta idea.

"Es una cosa que va haciéndose cada vez más mía: pues cuando yo me vine a Tokio con una nebulosa idea de seguir la carrera de bailarina, pero en realidad sin ningún plan concreto, quien se interesó por enseñarme lo que yo quería hacer de verdad fue Patrón. Y otro que contribuyo del mismo modo fue Guiador. Hasta el momento, ni Patrón ni Guiador me han hablado de temas religiosos, salvo escasos detalles. Más que enseñarme, lo que han hecho es… Claro que como tú sólo has visto el perfil severo de Guiador, te resultará difícil hacerte una idea. Pero a través de la pacífica relación que se establece entre él y Patrón, sin saber cómo ni por qué te vas viendo guiada hacia un desarrollo personal. Yo disfruto de eso cada día, e incluso la danza que practico por mi cuenta me llena mucho más; y de un modo natural he llegado a desear hacerme creyente de Patrón. Pero en medio de todo esto, Guiador ha caído afectado por una grave enfermedad. Así han venido las cosas.

"A pesar de todo, o bien por eso mismo…, el caso es que con Guiador enfermo y Patrón postrado en cama por su shock traumático, ¿qué salida me queda sino dedicarme enteramente a Patrón para que se recupere pronto? En esos momentos, no teniendo nadie en quien apoyarme, cogí el teléfono para comunicarme contigo en Sapporo, y exponerte el asunto sin darte elección. A raíz de ese paso que yo di, tú has desbordado mis expectativas, metiéndote aquí de cabeza a colaborar. Y a partir de ahora, ¿no es esto así: que vas a dejar tu trabajo en la fundación para dedicarte a trabajar en plan de horario completo para nosotros?

"De modo que esto es lo que pienso: como yo no tengo una formación religiosa básica ni conocimientos sobre el tema, y Patrón y Guiador lo saben, por eso no me hablan de cosas de religión. Pero para mí ellos dos son personas muy especiales: lo tengo claro, y por ellos he venido trabajando sin darle más vueltas al tema. No hay más que eso. Aunque ahora te tengo a mi lado como un nuevo compañero, capaz de comprender cosas que yo no entiendo; y me ha dado mucha alegría pensar que puedes enseñarme un montón de cosas. Con Guiador en su estado de postración, y Patrón atacado de fiebre por lo mismo, tú puedes ser ahora para mí mi nuevo Guiador. Tal vez sea ésta la ocasión; al menos así lo he pensado.

"O sea: que él se convirtiera en el nuevo Guiador de Bailarina…" Esta declaración de la joven, tan enteramente distinta de todo lo dicho por ella en ese día de tanto charlar por su parte, no podía menos que dejar atónito a Ogi. Hasta ese momento él había estado escuchándola con la cabeza baja, pero entonces la levantó, y lo que captó su mirada fue el rostro de ella que lo miraba fijamente, con la boca -como siempre- levemente entreabierta, en tanto le fluían lágrimas incesantes junto a la comisura de sus labios: era Bailarina, en suma. Su cara era fina, alargada y casi tan plana como una semilla de caqui, de un color pálido sin lustre. Él por su parte se sentía un jovenzuelo sin experiencia en cualquier campo, pero en ese momento Bailarina le pareció aún más pueril que él. Desde que la conoció por primera vez, Ogi observaba su cara con una mirada fría, desusada en éclass="underline" ella le pareció alocada, e incluso un poco fea, y con todo, lista para dar la sorpresa con la salida más inesperada. "¿Y qué se le va a hacer?", era cuanto se le ocurría a Ogi, en medio de una magnánima resignación.

Ogi enlazó con uno de sus brazos los hombros y el cuello de Bailarina, que se notaban delicados, aunque con nervio. Abrazándola, la atrajo hacia sí. Enseguida acercó a su cara el rostro lloroso de ella, y la besó en sus finos labios.

Hasta ese punto el papel activo correspondió indudablemente a Ogi. Pero Bailarina se lanzó ahora desde su sillón al sofá en cuyo borde estaba sentado Ogi, y con toda intención adelantó sus labios y le devolvió el beso. Acto seguido, tras apoyar su rodilla izquierda en el suelo, tumbó al joven violentamente de costado, y luego montó su pierna izquierda sobre el muslo derecho de Ogi. En esta postura ambos, y mientras proseguían sus largos besos, Bailarina restregaba sin descanso su vientre -que a veces se sentía blando, a veces duro- contra el muslo del joven. Y en cierto instante el aliento de ella, cargado de su fuerte olor, lo alcanzó a él en torno a la garganta. A partir de ahí Bailarina se convirtió en un condensado grumo de inesperado peso, que se descargaba sobre la espalda de él, curvada en una extraña postura.

Al cabo de un rato, Bailarina se puso en pie y se dirigió a Ogi, aún tumbado en forma nada natural, mirándolo con desconcierto:

– Nada, no hay problema. ¡Uniendo nuestras fuerzas, por ardua que sea la tarea, podemos seguir cuidando a Patrón!

Dejando estas palabras en el aire, desapareció camino del baño. A continuación se metió en el estudio-dormitorio de Patrón, y no volvió a donde estaba el joven.

Ogi se había sentado, corrigiendo su postura en el sofá, y, transcurrido un rato, también él se levantó, entró en el aseo destinado a los visitantes, junto a la entrada, y orinó. Se quedó mirando fijamente su pene, que se mostraba más agrandado que de costumbre, e incluso dolorido. Luego tomó en su mano un espejito que colgaba de una cinta junto al lavabo, y se examinó una gran ampolla de sangre que le había salido por el lado interno de la mejilla.

– ¡Qué salvajada! ¡Me ha dejado sin habla! -dejó escapar, como comentario íntimamente dirigido a sí mismo.

A pesar de todo, le hervía un vago deseo de hacer algo fructífero; con esa idea en la cabeza, regresó a la sala de estar-comedor, y se aplicó a planear cómo distribuiría el espacio de lo que en adelante sería su nueva oficina. Guiador tenía su residencia en una edificación aneja, donde al parecer desarrollaba su trabajo. Pero ahora que Ogi iba a participar en la labor de oficina de Patrón, no existía otro sitio donde poner su mesa de trabajo que esa sala de estar. El joven comprobó que sobre el tablero horizontal, de notable anchura, que hacía de divisoria entre el comedor y la sala de estar, se encontraba el teléfono, y el aparato de fax que le era anejo. Debajo de esto había un amplio espacio de gran capacidad, donde estaba colocada una estantería, que alojaba el equipo de fax. En el extremo este del comedor había una mesa de estudio, el doble de grande que las normales; y al abrir sus cajones encontró estilográficas nuevas, casi sin usar, lápices de mina blanda pulcramente afilados, unos gruesos lápices de colores de marca alemana…, todo puesto en orden. En ese sitio había visto a Bailarina sentada, haciendo su trabajo.