"Ya él no va a poder relacionarse mediante la comunicación verbal con el mundo exterior. Con todo, aunque Guiador muriera sin recobrar la conciencia ni el uso de la palabra, creo que puede decirse que ya él ha dado una culminación a su vida. Pues él, como cualquier profeta, ya ha sufrido su pasión…
"Pero, a todo esto, yo tengo que seguir viviendo, con más motivo aún.
Una vez dado el Salto Mortal, si ahora me falta la cooperación de Guiador, aunque me vuelvan mis grandes trances, yo no sabré comunicar esas visiones con palabras. Tendré que lanzarme con todo mi coraje a vivir. Y si al final entro en el declive senil y mi mente flaquea, para acabar viniendo a morir así…, ¿no carecerá acaso mi vida de todo sentido? ¿Qué se dirá luego que era Patrón? Me convertiré en objeto de burla.
"Ni que decir tiene que a mí me gustaría morir después de haber actuado en esta vida como un verdadero "patrono" tutelar de la humanidad. Aquellos canallas que secuestraron a Guiador llegaron a herirlo en lo más sensible, y escaparon tras cometer una acción más abominable aún que un asesinato. Esto supuesto, yo ahora quiero alzarme hasta un nivel en que esos indeseables no tengan más remedio que verme como en su punto de mira. Dicho esto, Patrón dirigió a Ogi sus ojos, penetrantes como los de un pájaro.
– Profesor, te lo ruego: basta con que seas un Guiador que, en silencio, se dedica a pintar -suplicaba Patrón-. De ese modo, profesor, tú puedes expresar las cosas como yo no podría jamás. Tiene que ser posible que tu pintura explique claramente mis visiones. Con que orientes tu mirada en la dirección de mi fe, ya es suficiente. Estando Guiador en la situación en que ha caído, no irás a decirme que no. Como bien sabes, yo ahora vivo rodeado de unos pocos jóvenes. Si busco un adulto maduro que pueda prestarme su apoyo…, ¿con quién voy a contar, sino contigo?
– Yo no sé si serviré como sustituto de Guiador, eso está por ver. Pero hasta que él se restablezca lo pondré todo de mi parte -dijo Kizu, sobreponiéndose a su timidez-. Hasta ahora de vez en cuando me he dado una vuelta por la oficina enredando un poco; así que en adelante vendré más a menudo, y estaré preparado para conversar contigo, Patrón.
– Ikúo te traerá y te llevará -dijo Patrón, con la mirada soñolienta de un pájaro sosegado-. Y ahora, ¿puedes decirle a Bailarina que me traiga la pastilla para dormir?
Kizu se fue a la sala de estar, donde se dirigió a Ogi y a Bailarina, que estaba de pie junto a la mesa, y les refirió su conversación con Patrón. El joven y la chica compartían ambosia-misma expresión, como de hermanos, mientras escuchaban a Kizu; y era algo que este último nunca había advertido antes. Más aún: también en la actitud de Ikúo, que desde su rincón levantó la mirada hacia él, Kizu se dio cuenta de que los tres conjuntamente se solidarizaban con su decisión. Incluso Tachibana, sin querer meterse donde no la llamaban, se mostraba contenta por lo ocurrido.
Kizu salió a la calle, donde empezaba a caer una nieve en polvo, para esperar la maniobra de Ikúo, que tenía que sacar el microbús del garaje, y acercarse a la entrada. Esa nieve le producía una sensación distinta de la que él había experimentado al ver nevar en su universidad de la costa Este de Estados Unidos: allí era como hecha de ligeros granos de sal; aquí era como él la recordaba desde la niñez: blanda y pronta a derretirse. Kizu sintió añoranza de su patria chica. Subió al coche, y se sentó junto al conductor. Desde allí miraba aquel cielo con su danza de nieve, mientras revisaba mentalmente en su acalorada cabeza la conversación que acababa de tener con Patrón.
Lo primero que le vino a la memoria fue aquel ofrecimiento que le había hecho Patrón, en el sentido de que si él aceptaba desempeñar el papel de Guiador, Patrón lo ayudaría a superar cualquier crisis que lo asaltara, tanto en lo espiritual como en lo físico. Ante esto, Kizu no pudo refrenar una sonrisa fría: "Que se preocupe por mi espíritu, todavía… Pero…, ¿se ha-, brá dado cuenta este hombre de mi recaída en el cáncer?" Sintió enseguida una tirantez en sus mejillas. Y es que Kizu se acordaba de la respuesta tan malhumorada que le había dado a Patrón, aquellas palabras dichas con tan poco tino.
– Hace un rato, cuando no habías hecho más que salir de tu conversación con Patrón, parecías otro, profesor -le comentó Ikúo-. Ahora se te ve como distante…, pero creo que nunca te había visto reír como hace un momento. ¿Es que acaso has cambiado de parecer?
– Desde luego, no me río más que de mí mismo -le contestó Kizu. -Yo entiendo que la propuesta de Patrón pueda serte molesta, profesor -dijo Ikúo-. Pero yo habría apostado por que le darías tu conformidad.
"Cuando se lo oíste decir por primera vez a Bailarina no se te veía una reacción muy entusiasta, que digamos, y me preocupé, pensando que íbamos a tener problemas. ¡Mira que si a raíz de esto el profesor se nos vuelve a América!, he llegado a pensar. En cuanto a mí, ahora que he tomado la opción de seguir a Patrón, si me encontrara con que por tu parte se me impone la separación…, Patrón no tendría a quién ofrecerle ser el nuevo Guiador. Y nosotros mismos…, no sé qué haríamos sin ti.
– Con todo, no hay en mí ninguna de las cualidades que se requieren para que Patrón pueda confiar en mí. Y por si fuera poco, no sé casi nada de las doctrinas que Patrón profesaba, aun cuando él de hecho las negara… Y, por otra parte, si pienso en ese hombre excepcional que es Guiador, a quien la cabeza le ha estallado por su propia sangre y ahora está tan postrado, tengo que acabar reconociendo que no lo conozco bien.
– Sin embargo, profesor, en el corto tiempo que llevas conociendo a Patrón, creo que has tenido con él algunas conversaciones profundas. Y además, conociéndote como te conozco, sé que si accedes a ser el nuevo Guiador, con ocasión de eso aprovecharás para estudiar mejor la figura de Patrón. Y, a propósito, desde hace algún tiempo he venido dándole vueltas a la siguiente idea: me gustaría pedirte, profesor, que cuando estés con Patrón le preguntes por qué él empezó a considerarse el "Salvador de la humanidad" -ya fuera metafórica o cabalmente- antes de llamarse "Patrón", tal cual lo conocemos ahora. Pues como el viaje a la altiplanicie de Nasu quedó truncado de pronto, no tuve ocasión de preguntárselo por mí mismo.
– Si eso es importante para ti, así lo haré. También tengo que preguntarle a Patrón por qué Guiador se llamaba a sí mismo "Profeta de la humanidad", ya fuera metafórica o cabalmente, y cómo empezó a considerarse un "Guiador", según lo llamamos ahora.
A la cara angulosa, bien cincelada de Ikúo, afloraba una sonrisa semejante a una máscara sorprendentemente alegre, que se hacía visible a la brumosa luz de aquel cielo de nevada. Kizu no tenía idea de en qué términos Ikúo interpretaría su respuesta, pero se abstuvo de sondearlo al respecto.
Acto seguido se quedó en silencio, mirando cómo la nieve, que caía más espesa por momentos, azotaba el parabrisas; y sintió una sensación de ternura que se le transmitía desde Ikúo, el cual seguía a su lado, conduciendo. Y no es que los sólidos músculos y osamenta de Ikúo, con su aire marcial de siempre, se suavizaran; sino que algo más íntimo se le trasminaba desde dentro. Cuando Kizu se volvió a Ikúo, ya éste había borrado su sonrisa, aunque perduraba en él una expresión relajada, acorde con su juventud.
Ya desde que Kizu empezara a trabar conocimiento con Ikúo en la Sala de Secado del club de atletismo, y luego lo invitara a posar como modelo en su apartamento…, y sobre todo cuando allí llegó a tener relaciones sexuales con él, a menudo aquel joven le daba la impresión de estar espontáneamente liberando la tensión acumulada. Sin embargo, en el fondo de la actitud de Ikúo -y con relación a cualquier otra persona- había algo inamovible y sólido; hasta el punto de que, cuando Kizu se disponía a escribirle aquella carta dirigida a Patrón, llegó a pensar si aquel episodio de la niñez de Ikúo -en que, según éste le contara, la voz de Dios se le hizo audible- no habría marcado una huella indeleble en su vida.