– Tenemos que estar a tono con nuestro tiempo, se?or. Beaumarchais est? arrasando en Par?s. Su F?garo es conocido hoy en todo el mundo. Tomemos un poco de su gloria. Eso atraer? a la gente. Todos preferir?n ver un F?garo a medias antes que ver una docena de Padres crueles. En consecuencia, echemos la capa de F?garo sobre alg?n personaje, y proclamemos esto en nuestro nuevo t?tulo.
– Pero… yo estoy a la cabeza de la compa??a -empez? a decir Binet sin mucha convicci?n.
– Si es tan ciego a sus intereses, pronto ser? una cabeza sin cuerpo. ?Y de qu? le servir?a eso? ?Acaso pueden los hombros de Pantalone lucir la capa de F?garo? Veo que r?e, porque la idea le resulta absurda. El personaje m?s indicado para lucir la capa de F?garo es Scaramouche, su hermano gemelo por naturaleza.
As? tiranizado, el tirano Binet cedi?, consolado por la reflexi?n de que si no entend?a una palabra de teatro, por lo menos hab?a adquirido por quince libras al mes algo que le har?a sanar despu?s muchos luises.
El entusiasmo con que la compa??a acogi? el nuevo argumento le dio la raz?n. La excepci?n fue Polichinela, pues con las transformaciones hab?a perdido protagonismo, y declar? que la nueva versi?n era una fatuidad.
– ?Ah! ?Te atreves a decir que mi obra es fatua? -le pregunt? Binet.
– ?Tu obra? -dijo Polichinela sac?ndole la lengua-. Perd?n. No me hab?a dado cuenta de que eras el autor.
– Pues ya va siendo hora de que te enteres.
– Me parece que como autor est?s demasiado unido al joven Parvissimus -insinu? Polichinela descaradamente.
– Y si as? fuera, ?qu?? ?Qu? quieres dar a entender con eso?
– ?Oh, nada, supongo que lo tienes cerca para que te corte bien las plumas!
– A ti s? que te cortar? las orejas si no te muestras un poco m?s respetuoso -dijo el enfurecido Binet.
Polichinela se levant? lentamente.
– ?Por Dios! -dijo-. Si Pantalone quiere hacer el papel de Rhodomont, lo mejor ser? que me vaya. No resulta nada divertido interpretando a ese personaje.
Y as?, fanfarroneando, se fue antes de que el se?or Binet, mudo de rabia, pudiera recobrar el habla.
CAP?TULO IV Sale el se?or Parvissimus
A las cuatro de la tarde del lunes, se levant? el tel?n para estrenar la obra F?garo Scaramouche ante un auditorio que llenaba las tres cuartas partes de la plaza del mercado. El se?or Binet atribuy? el ?xito a la afluencia de gente que hab?a llegado para la feria de Guichen y al magn?fico desfile que su compa??a hab?a hecho por las calles del pueblo a la hora en que estaban m?s concurridas. Andr?-Louis, en cambio, lo atribuy? al t?tulo de la obra. Fue el nombre de F?garo el que atrajo a lo m?s escogido de la burgues?a, que llenaba m?s de la mitad de las localidades de veinte perras chicas y tres cuartas partes de los asientos de doce. El anzuelo hab?a funcionado. Que continuara o no haci?ndolo, depend?a del modo en que el argumento concebido por ?l fuera interpretado por la Compa??a Binet. Del m?rito de su argumento no ten?a duda. Los autores cuyos elementos hab?a conjugado, estaban entre los mejores, de modo que en honor a la verdad el ?xito les correspond?a a ellos.
La compa??a estuvo a la altura del desaf?o. El p?blico sigui? con gusto las intrigas de Scaramouche, se deleit? con la belleza y lozan?a de Clim?ne, se conmovi? hasta llorar ante el duro destino que, durante cuatro largos actos, la mantuvo alejada de los amantes brazos del bello L?andre, chill? de placer ante la ignominia de Pantalone, y se ri? de las bufonadas de Arlequ?n y de la cobard?a de Rhodomont.
El ?xito de la Compa??a Binet en Guichen estaba garantizado. Aquella noche los actores bebieron vino de Borgo?a a expensas del director. La recaudaci?n lleg? a la suma de ocho luises, es decir, el mejor negocio que Binet hab?a hecho en toda su carrera, y estaba tan satisfecho que no cab?a en s?. Incluso lleg? a admitir que parte del ?xito se deb?a al se?or Parvissimus.
– Sus indicaciones -dijo definiendo exactamente su participaci?n en la obra- me fueron de gran ayuda, como advert? desde el primer momento.
– Y tambi?n su pericia cortando las plumas -gru?? Polichinela-. No olvide eso. Es muy importante tener al lado un hombre que sepa cortar bien las plumas, y lo tendr? en cuenta cuando decida meterme a autor.
Pero ni siquiera esta burla pudo malograr la alegr?a del se?or Binet.
El martes se repiti? el ?xito art?stico y aument? el econ?mico. Diez luises y siete libras fue la enorme suma que despu?s de la funci?n Andr?-Louis, el portero, le entreg? a Binet, quien nunca hab?a visto tanto dinero junto. Y menos en una miserable aldea como Guichen, que sin duda era el ?ltimo lugar del mundo donde hubiera podido esperarse semejante caudal.
– ?Ah, es que hay feria en Guichen! -le dijo Andr?-Louis-. Hay aqu? gente de Nantes y de Rennes que viene a comprar y a vender. Ma?ana, ?ltimo d?a de la feria, el p?blico ser? m?s numeroso a?n. Los ingresos aumentar?n.
– ?Aumentar?n? Me conformar?a con que siguieran como hasta ahora, amigo m?o.
– De eso puede estar seguro -afirm? Andr?-Louis-. ?Bebemos otra copa de Borgo?a?
Y entonces ocurri? la tragedia. Se anunci? con una sucesi?n de golpes y trastazos que culminaron en un estr?pito al otro lado de la puerta que hizo que todos se pusieran en pie alarmados.
De un salto, Pierrot corri? a abrir la puerta, y vio en el suelo, al pie de la escalera, a un hombre tendido boca abajo. Se quejaba, por tanto, a?n viv?a. Pierrot se acerc? para darle la vuelta al cuerpo y descubri? que era Scaramouche, haciendo muecas y quej?ndose amargamente.
Todos los comediantes apretujados detr?s de Pierrot se echaron a re?r.
– Siempre te dije que cambiaras tu personaje por el m?o -grit? Arlequ?n dirigi?ndose al ca?do-. Eres excelente cay?ndote. ?Cu?ntas veces lo has ensayado?
– ?Desalmado! -grit? Scaramouche-. He estado a punto de descalabrarme, ?y a?n te r?es de m??
– Es verdad. Deber?amos llorar porque no te has descalabrado del todo. Lev?ntate -contest? Arlequ?n tendi?ndole una mano.
Scaramouche cogi? aquella mano, aferr?ndose a ella para incorporarse, pero lanz? otro grito y volvi? a desplomarse.
– ?Mi pie, mi pie! -se quej?.
Asustado, Binet se abri? paso a trav?s del grupo de actores. No era la primera vez que el destino le jugaba una mala pasada de ese tipo. A eso se deb?a su aprensi?n.
– ?Qu? te pasa en el pie?
– Creo que me lo he roto -contest? Scaramouche.
– ?Roto? ?Bah! Lev?ntate ahora mismo -dijo cogi?ndolo para ponerlo en pie.
Scaramouche se incorpor? sobre un solo pie dando alaridos, y cuando quiso apoyar el otro, se le dobl? y hubiera vuelto a caerse de no ser porque Binet lo sosten?a. El sal?n se llen? con los aullidos del accidentado mientras Binet echaba por la boca sapos y culebras.
– ?Tienes que balar como un ternero, est?pido? Est?te quieto. Pronto, traed una silla.
Lleg? la silla y Scaramouche se derrumb? en ella.
– D?jame echarle un vistazo a ese pie.
Sin hacer caso de sus gritos, Binet le quit? el zapato y la media.
– ?Qu? tiene este pie? -pregunt? examin?ndolo minuciosamente-. Nada que yo pueda ver.
Volvi? a cogerlo, sosteniendo el tal?n en una mano y la punta del pie en la otra, y entonces le dio una vuelta al tobillo. Scaramouche chill? de agon?a hasta que Clim?ne detuvo la maniobra de su padre agarr?ndolo por el brazo.
– ?Dios m?o! ?Es que no tienes sentimientos? -le reproch? a su padre- Se ha hecho da?o en el pie. ?Por qu? le torturas? ?Crees que as? lo vas a curar?
– Es que no veo nada en ese pie, nada que justifique esos gritos. Tal vez s?lo se lo ha rozado…
– Si s?lo se lo hubiera rozado no gritar?a tanto -dijo Madame, asom?ndose por el hombro de Clim?ne-. Tal vez se ha dislocado el tobillo.
– Eso me temo -gimi? Scaramouche.
Binet se apart? muy disgustado.
– Llevadlo a la cama -dijo- y que venga a verlo un m?dico.
As? lo hicieron. Despu?s de ver al enfermo, el m?dico inform? que no era nada grave, que evidentemente al caerse se hab?a torcido un poco el pie, y que bastar?an unos d?as de reposo para que se recuperara.
– ?Unos d?as! -grit? Binet-. ?Redi?s! ?Significa eso que no puede caminar?
– Es imposible, lo m?s que podr?a hacer ser?a dar un par de pasos.
El se?or Binet le pag? al m?dico y se sent? a reflexionar. Bebi? un vaso de Borgo?a de un solo trago y se qued? sentado mirando fijamente el vaso vac?o.
– ?Por qu? tendr?n que pasarme siempre estas cosas? -mascull? sin dirigirse a nadie en particular. Los miembros de su compa??a le miraban en silencio compartiendo su consternaci?n-. Ten?a que haber previsto que algo as? iba a sucederme desde el momento en que la suerte empezaba a sonre?rme en muchos a?os. Ahora todo ha acabado. Ma?ana nos vamos. ?El mejor d?a de la feria, en la cumbre del ?xito, con cerca de quince luises al alcance de la mano! ?Oh, Dios m?o!
– ?Va a suspender la funci?n de ma?ana? -pregunt? Andr?-Louis, y Binet y los dem?s se volvieron a ?l.
– ?Acaso podemos representar el F?garo Scaramouche sin Scaramouche? -exclam? Binet con sorna.
– Por supuesto que no -dijo Andr?-Louis acerc?ndose-. Pero s? podr?amos reorganizar el reparto. Por ejemplo, tenemos un excelente actor en Polichinela.
El aludido hizo una profunda reverencia.
– ?Esa alabanza me abruma! -dijo ir?nicamente.
– ?Pero ya tiene un papel! -objet? Binet.
– Un papel insignificante que Pasquariel podr?a interpretar.
– ?Y qui?n hace el de Pasquariel?
– Nadie. Se suprime. La obra no se resentir? por eso.
– ?ste piensa en todo -dijo burl?n Polichinela-. ?Qu? hombre!
Pero Binet no estaba del todo convencido.
– ?Sugieres que Polichinela podr?a hacer el papel de Scaramouche? -pregunt? incr?dulo.