Выбрать главу

Despu?s de los carteles, Andr?-Louis escribi? un art?culo acerca de la Comedia del Arte italiana, anunciando su resurrecci?n gracias al gran mimo Florimond Binet. El nombre de Binet no era Florimond, sino Pierre. Pero Andr?-Louis ten?a una gran intuici?n teatral. Aquel art?culo era una ampliaci?n del texto contenido en los carteles. Y persuadi? a Basque, que ten?a relaciones en Nantes, para que usara su influencia con el fin de que aquel art?culo se publicase en el Courrier Nantais, dos d?as antes de la llegada de la Compa??a Binet. Basque lo consigui?, y no es de extra?ar tomando en consideraci?n el m?rito literario y el inter?s intr?nseco del art?culo.

As? las cosas, en la primera semana de febrero, cuando lleg? la Compa??a Binet, ya la estaban esperando con curiosidad. De haber sido por Binet, hubieran entrado en Nantes como de costumbre, en una cabalgata carnavalesca, a golpe de bombo y platillo. Pero Andr?-Louis se opuso tajantemente.

– Pondr?amos en evidencia nuestra pobreza -dijo-. En vez de eso, entraremos sin ser vistos para que el p?blico ponga su imaginaci?n a trabajar.

Como de costumbre, Scaramouche se sali? con la suya. Binet ya estaba cansado de pelear contra el joven, sobre todo ahora que la lucha era desigual, pues Clim?ne, obviamente apoyaba a su amado Scaramouche, reprobando los procedimientos anticuados de su padre. Metaf?ricamente hablando, el se?or Binet rindi? la guardia, y maldijo el d?a en que hab?a dejado entrar en su compa??a a aquel joven tan atrevido que hac?a con ?l lo que le daba la real gana. Estaba seguro de que tarde o temprano su intrepidez acabar?a hundi?ndole. Mientras tanto, trataba de olvidar con el Borgo?a que ahora ten?a en abundancia. Nunca hab?a bebido tanto en su vida. Y tal vez las cosas no iban tan mal como imaginaba. Al fin y al cabo ten?a que agradecerle a Scaramouche todo aquel Borgo?a. Y aunque se tem?a lo peor, albergaba la esperanza de que todo fuera bien.

Y as?, temiendo siempre lo peor, aguard? entre bastidores a que el tel?n se levantara en aquella primera representaci?n de su compa??a en el Teatro Feydau, que estaba lleno de un p?blico curioso, excitado por lo que hab?a le?do en los carteles.

Aunque el argumento de Las picard?as de Scaramouche no ha sobrevivido a su autor, seg?n cuenta Andr?-Louis en sus Confesiones, comienza con un parlamento de Polichinela en el papel de celoso enamorado que trata de conquistar a Colombina, la doncella de Clim?ne, para que acceda a espiar a su ama. Empieza con piropos y zalemas, pero se equivoca, pues la alegre Colombina s?lo se deja cortejar por los galanes apuestos, y el jorobado tiene que pasar a las amenazas, anunciando que se vengar? si no le obedece incondicionalmente o si le traiciona. Tampoco as? consigue su objetivo, y tiene que recurrir a las d?divas, con lo cual consigue vencer al fin la resistencia de Colombina, quien promete a Polichinela que espiar? a Clim?ne y le dar? a ?l toda la informaci?n acerca de la conducta de su ama.

La pareja actu? a las mil maravillas, y sin duda a esto contribuy? considerablemente el hecho de que estuvieran tan nerviosos ante un p?blico tan numeroso. Polichinela se mostr? orgulloso e insistente; Colombina, indiferente, desfachatada y zumbona, actu? con gran astucia para sacar el mayor partido al soborno que se le ofrec?a. Las risas en el teatro se reiteraron augurando un ?xito total. Pero el se?or Binet, temblando entre bastidores, a?oraba las estruendosas carcajadas de los campesinos, que eran su p?blico habitual, y sus miedos no hac?an sino aumentar.

Apenas Polichinela sali? por la puerta, entr? Scaramouche por la ventana. Era una entrada tan sensacional, que por lo general entusiasmaba a los espectadores por su inesperada comicidad. Pero no fue as? en aquella ocasi?n. Pensando en eso al otro d?a, Scaramouche decidi? presentarse bajo un aspecto totalmente diferente. Suprimir?a todas las payasadas y chistes groseros con que hab?a deleitado a espectadores m?s r?sticos, y tratar?a de ser gracioso pero con sutileza. Presentar?a al p?blico el arquetipo de un gran brib?n c?mico, reservado, con cierta dignidad, que mostrara un rostro solemne y expresara un humor atractivo pero sin chocarrer?as. Probablemente el p?blico tardar?a m?s en comprenderlo y descubrirlo, pero al final les gustar?a m?s.

Coherente con este plan, actu? haciendo de amigo y aliado de L?andre, el enfermo de amor, a quien daba noticias de Clim?ne siempre buscando la ocasi?n de conquistar a Colombina, y su otro designio, nada honrado: la bolsa de dinero de Pantalone. Tambi?n cambi? el traje de Scaramouche. Acuchill? de rojo el jub?n negro, un poco a lo Enrique III. El tradicional gorro de terciopelo negro se transform? en un sombrero c?nico, con el ala vuelta hacia arriba y una pluma a la izquierda. Y su inseparable guitarra desapareci?.

Tras asistir a todas estas transformaciones, el se?or Binet esperaba desesperadamente que estallara la risa que siempre saludaba la aparici?n en escena de Scaramouche. Pero no hubo risas y su desaliento fue total. Pronto advirti? algo inusitadamente alarmante en la actuaci?n de Scaramouche. Como de costumbre, el actor chapurreaba aquel franc?s con acento espa?ol, pero ahora no pronunciaba ninguna de las frases groseras que hac?an las delicias del p?blico.

Desesperado, se retorci? las manos.

– Nos ha arruinado -se dijo-, y esto me pasa por ser tan imb?cil y cederle el control de todo.

Pero el se?or Binet se equivocaba de medio a medio. Cosa que advirti? cuando poco despu?s le toc? salir a escena y se encontr? con un p?blico atento y la satisfacci?n reflejada en todos los rostros. No obstante, s?lo se sinti? seguro de que saldr?an de all? con vida cuando oy? los aplausos atronadores al caer el tel?n en el primer acto.

Por suerte el papel de Pantalone en Las picard?as de Scaramouche era el del viejo timorato, despistado e idiota, pues de no haber sido as?, Binet lo hubiera echado todo a perder con sus temores. Pero como su miedo aumentaba la vacilaci?n y el estupor tan esenciales en su papel, lejos de perjudicar su actuaci?n, contribuyeron al ?xito. Un ?xito que justific? todas las expectativas suscitadas por los carteles y el art?culo concebidos por Scaramouche.

El ?xito de Scaramouche no se limit? al p?blico. Al final de la funci?n, sus compa?eros le recibieron con una ovaci?n en el gran vest?bulo del teatro. Su talento, sus recursos y energ?as hab?an convertido aquella troupe de saltimbanquis vagabundos en una respetable compa??a de actores de primera clase. As? lo reconocieron generosamente todos en un discurso que ley? Polichinela, quien expres?, como prueba de su confianza Scaramouche, que del mismo modo que hab?an conquistado Nantes, tambi?n conquistar?an el mundo bajo su gu?a.

En su entusiasmo olvidaron mencionar al se?or Binet, quien ya estaba bastante enojado por la conciencia de su inferioridad con respecto a Scaramouche. Y aunque hab?a visto que el gradual proceso de usurpaci?n de su autoridad ten?a sus compensaciones, en el fondo de su coraz?n, el resentimiento apagaba cualquier chispa de la gratitud debida a su socio. Aquella noche estaba nervioso, tenso, y sufr?a un sinf?n de temores. Y de todo ello culpaba a Scaramouche tan amargamente que ni siquiera el reciente ?xito -casi milagroso- salvaba a su socio ante sus ojos.

Y ahora, para colmo de males, los de su compa??a lo ignoraban ol?mpicamente, los mismos actores que con tanto esfuerzo ?l hab?a seleccionado entre los artistas que encontraba aqu? y all?, en la hez de los pueblos. Esto acab? de enfurecerlo, despertando sus peores instintos que tan s?lo estaban dormidos. Pero por profunda que fuera su rabia, no le ceg? hasta el punto de traicionarse. Sin embargo, concibi? la idea de reaccionar en su momento, antes de convertirse en un cero a la izquierda en su propia compa??a, en aquel elenco que ?l dominaba hasta que aquel entrometido lleg? para destruir su autoridad.

El se?or Binet tom? la palabra cuando Polichinela termin? su discurso. La m?scara de pintura que cubr?a su rostro le ayudo a disimular sus verdaderos sentimientos, y fingi? sumarse a los elogios en honor de Scaramouche. Desde luego, dio a entender que todo lo que Scaramouche hab?a logrado, era gracias a ?l, pues era su mano la que lo guiaba. Seg?n expres?, quer?a dar las gracias a Scaramouche, pero lo hizo m?s bien en forma en que un se?or agradece a su lacayo el escrupuloso cumplimiento de las ?rdenes recibidas.

A pesar de sus palabras, no pudo embaucar a la compa??a, tampoco desahogarse. Consciente del gesto burl?n con que todos le miraban, s?lo consigui? incrementar su amargura. Pero al menos hab?a salvado su dignidad dejando claro que ?l era el jefe de todos.

Tal vez ser?a exagerado decir que no consigui? enga?arlos. Pues en lo que a sus verdaderos sentimientos se refer?a, s? lo consigui?. Descontando las insinuaciones en las que se atribu?a el m?rito, todos creyeron que su coraz?n estaba lleno de gratitud como el de ellos. Tambi?n lo crey? Andr?-Louis, quien en su breve respuesta fue muy generoso con Binet, m?s de lo que ?ste hab?a sido con ?l.

Acto seguido, Scaramouche anunci? que el ?xito en Nantes era a?n m?s dulce, pues hac?a posible la casi inmediata realizaci?n de su deseo m?s ardiente: convertir a Clim?ne en su esposa. Una felicidad de la que era indigno, como fue el primero en reconocer. Esta dicha estrechar?a m?s su relaci?n con su buen amigo Binet, a quien deb?a cuanto hab?a logrado para s? y los dem?s. El anuncio nupcial caus? gran alegr?a, pues en el mundo del teatro no hay nada tan importante como el amor. Todos aclamaron a la feliz pareja, a excepci?n del pobre L?andre, cuyos ojos expresaban m?s melancol?a que nunca.

Aquella noche, en la habitaci?n del primer piso de la posada del muelle La Fosse -la misma de la que Andr?-Louis hab?a salido algunos meses antes para representar un papel muy diferente ante el pueblo de Nantes-, la compa??a fue una gran familia feliz. En realidad, ?era tan diferente?, se preguntaba Andr?-Louis. ?Acaso no se hab?a comportado como una especie de Scaramouche, un intrigante, elocuente pero insincero, c?nicamente disfrazado, que hab?a expuesto opiniones que realmente no eran suyas? ?Qu? ten?a de sorprendente su ?xito tan fulgurante como actor? ?No era realmente algo para lo cual desde siempre la Naturaleza lo hab?a designado?

La noche siguiente, representaron El enamorado t?mido con el teatro lleno, pues el eco de su exitoso debut de la primera noche se hab?a divulgado y el lunes la cosecha de aplausos fue mayor. El mi?rcoles pusieron en escena F?garo Scaramouche, y el jueves por la ma?ana el Courrier Nantais public? un art?culo elogiando a los brillantes improvisadores, cuyo talento empeque?ec?a al de los meros recitadores de libretos memorizados.