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Andr?-Louis prefiri? no discutir y cambi? de tema.

– ?Y Aline? -y contest? a su propia pregunta-: Est? en Par?s y hay que sacarla de all? antes de que empiece la masacre que se ha estado preparando todos estos meses. El plan del joven Rougane es bueno. Por lo menos, no se me ocurre otro mejor.

– Pero el padre no quiso ni o?r hablar de ?l.

– Lo que no quiere es cargar con esa responsabilidad. Pero est? dispuesto a colaborar si yo participo. Le he dejado una nota con mi firma ordenando que se expida un salvoconducto para la se?orita Aline de Kercadiou, para ir a Par?s y regresar a Meudon. Tengo suficiente poder para que surta efecto. Le he dejado esa nota con la expresa condici?n de que s?lo la use en caso extremo, como un justificante si m?s tarde le hacen preguntas. A cambio, me ha dado este permiso.

– ?Lo conseguiste! -exclam? el se?or de Kercadiou cogiendo el papel con manos temblorosas. Se acerc? al candelabro que iluminaba una consola y lo ley?.

– Si ma?ana por la ma?ana -dijo Andr?-Louis- mand?is ese documento a Par?s con el joven Rougane, Aline estar? aqu? al mediod?a. Por supuesto, esta noche no se podr?a hacer nada sin levantar sospechas. Es demasiado tarde. Y ahora, padrino, ya sab?is exactamente por qu? he violado vuestra prohibici?n de venir aqu?. Si en otra cosa puedo serviros, aprovechando que estoy aqu?, s?lo ten?is que decirlo.

– S?. Necesito otro favor, Andr?. ?No te dijo Rougane que hab?a otras personas…?

– Mencion? a la se?ora de Plougastel y a su lacayo.

– ?Y entonces por qu?…? -el se?or de Kercadiou no sigui? al ver que Andr?-Louis mov?a solemnemente la cabeza.

– Eso es imposible -dijo.

El se?or de Kercadiou se qued? at?nito.

– ?Imposible? Pero… ?por qu??

– Se?or, s?lo puedo hacer esto por Aline sin remordimiento. Por Aline ser?a capaz de faltar a mis principios. Pero el caso de la se?ora de Plougastel es distinto. Ni Aline ni ninguno de los suyos est?n implicados en ciertas actividades contrarrevolucionarias que son el verdadero origen de las calamidades que ahora tienen lugar. Puedo procurar que Aline salga de Par?s sin tener nada que reprocharme, convencido de que no hago nada censurable, y sin exponerme a ser interrogado. Pero la se?ora de Plougastel es la esposa del conde de Plougastel, que como todo el mundo sabe es un activo agente entre la corte y los emigrados.

– Ella no tiene la culpa de eso -grit? el se?or de Kercadiou, consternado.

– Es verdad. Pero en cualquier momento pudieran llamarla para que pruebe que no ha tomado parte en esos tejemanejes. Se sabe que hoy ha estado en Par?s. Si ma?ana la buscaran y descubrieran que se ha ido, sin duda se har?an investigaciones que demostrar?an que he faltado a mi deber abusando de mis poderes para fines personales. Como comprender?is, padrino, ser?a exponerme a un riesgo demasiado grande por una desconocida.

– ?Una desconocida? -le reproch? el se?or de Kercadiou.

– Pr?cticamente lo es para m? -dijo Andr?-Louis.

– Pero no para m?, Andr?. Es mi prima y mi mejor amiga.

?Dios m?o! Lo que acabas de decir no hace m?s que confirmar que es absolutamente necesario que salga de Par?s. ?Andr?-Louis, tienes que salvarla a toda costa, pues su caso es mucho m?s urgente que el de Aline!

Suplicante, tembloroso, con el rostro p?lido y la frente perlada de sudor, aqu?l no era el mismo se?or de Kercadiou que minutos antes hab?a recibido a Andr?-Louis.

– Padrino, no se?is irrazonable. No puedo hacer eso. Rescatarla a ella podr?a acarrearle una desgracia a Aline, y tambi?n a nosotros dos.

– Pues habr? que correr el riesgo.

– Por supuesto, ten?is raz?n al hablar s?lo por vos…

– Y por ti tambi?n, Andr?: puedes creerme, hijo m?o. ?Por ti tambi?n! -exclam? acerc?ndose al joven-. Te imploro que creas en mi palabra de honor, y que obtengas ese permiso para la se?ora de Plougastel.

Andr?-Louis miraba desconcertado a su padrino.

– Es incre?ble -dijo-. Tengo un grato recuerdo del inter?s que esa dama me demostr? durante unos d?as cuando yo era un ni?o, y m?s recientemente, en Par?s, cuando quiso convertirme a lo que ella supon?a el credo pol?tico m?s correcto. Pero eso no basta para que arriesgue el pescuezo por ella. No, ni tampoco vuestro pescuezo ni el de Aline.

– ?Pero, Andr?!…

– ?sta es mi ?ltima palabra, se?or. Se me hace tarde y esta noche quiero dormir en Par?s.

– ?No, no! ?Espera! -el se?or de Gavrillac demostraba una indecible angustia-. Andr?-Louis, tienes que salvar a esa se?ora…

Hab?a en su insistencia y en su exaltaci?n algo tan delirante, que Andr?-Louis se vio obligado a pensar que detr?s de todo aquello hab?a alguna obscura y misteriosa raz?n.

– ?Tengo que salvarla? -repiti?-. ?Y por qu?? ?Qu? raz?n pod?is ofrecerme?

– La raz?n m?s contundente.

– Dejad que sea yo quien juzgue si es una raz?n contundente -dijo Andr?-Louis aumentando la desesperaci?n del se?or de Kercadiou. Arrugando la frente, empez? a dar vueltas por la habitaci?n con las manos cruzadas a la espalda. Al fin se detuvo frente a su ahijado.

– ?No te basta con mi palabra para creer que esa raz?n existe? -exclam? angustiado.

– ?En un asunto en el que me juego la vida? ?Oh, se?or, seamos razonables!

– Si te dijera cu?l es la raz?n, faltar?a a mi palabra de honor y a mi juramento -dijo el se?or de Kercadiou girando sobre los talones y retorci?ndose las manos. Y entonces, volvi?ndose a Andr?-Louis, a?adi?-: Pero en este caso tan extremo y desesperado, ya que insistes con tan poca generosidad, no me queda m?s remedio que dec?rtelo. Que Dios me ayude, pues no tengo elecci?n. Ella lo comprender? cuando se entere. Andr?, hijo m?o… -hizo una pausa, asustado, y puso una mano en el hombro de su ahijado, quien se asombr? al ver que su padrino estaba llorando-. ?La condesa de Plougastel es tu madre!

Se hizo un largo silencio. Andr?-Louis apenas pudo comprender lo que acababan de decirle. Cuando al fin lo comprendi?, su primer impulso fue gritar. Pero se domin?, actuando como un estoico. Siempre ten?a que estar representando alg?n papel. Estaba en su naturaleza. Una naturaleza a la que segu?a siendo fiel incluso en aquel momento supremo. Se mantuvo callado hasta que, obedeciendo a su instinto histri?nico, pudo convencerse a s? mismo de que hablaba sin emoci?n.

– ?Ah, ya veo! -dijo con frialdad.

Se remont? al pasado. R?pidamente revivi? los recuerdos que conservaba de la se?ora de Plougastel, su singular aunque espor?dico inter?s por ?l, la curiosa efusi?n de afecto y vehemencia que siempre le manifestaba, y s?lo entonces comprendi? todo lo que hasta entonces tanto le hab?a intrigado.

– ?Ah, ahora comprendo! -dijo y a?adi?-: ?C?mo pude ser tan tonto y no darme cuenta antes!

El se?or de Kercadiou fue quien grit?, quien retrocedi? como si hubiera recibido una bofetada.

– ?Por el amor de Dios, Andr?-Louis! ?Es que no tienes coraz?n? ?C?mo puedes tomar semejante revelaci?n con tanta indolencia?

– ?Y c?mo quer?is que la tome? ?Debe sorprenderme descubrir que tengo una madre? Al fin y al cabo, para nacer es indispensable tener una madre.

Entonces se sent? abruptamente, para que no se notara que le temblaban las piernas. Sac? un pa?uelo para secarse la frente sudorosa. Y s?bitamente empez? a llorar.

Al ver aquellas l?grimas, el se?or de Kercadiou se acerc?, se sent? a su lado y le abraz? cari?osamente.

– Andr?-Louis, mi pobre muchacho -murmur?-. Fui… fui lo bastante tonto para creer que no ten?as coraz?n. Me has enga?ado con tu infernal fingimiento, y ahora veo… veo…

No estaba muy seguro de lo que ve?a, o m?s bien vacilaba al querer expresarlo.

– No es nada, se?or. Estoy agotado y… y estoy resfriado. -Entonces comprendi? que aquello era superior a sus fuerzas y, cansado de fingir, pregunt?-: Pero ?por qu? tanto misterio? ?Por qu? me lo ocultaron todo?

– As? ten?a que ser, Andr?… por prudencia…

– Pero ?por qu?? Confesadlo todo, se?or. Ya que me hab?is dicho tanto, necesito saber el resto.

– T? naciste unos tres a?os despu?s de la boda de tu madre con el se?or de Plougastel, cuando ?l llevaba unos dieciocho meses ausente, en el ej?rcito, y unos cuatro meses antes de que regresara para reunirse con su esposa. Esto es algo que el conde de Plougastel nunca ha sospechado y que, por razones obvias, nunca deber? sospechar. Por eso es un secreto. Y por eso nunca lo ha sabido nadie. Cuando las apariencias lo aconsejaron, tu madre vino a Breta?a, con un nombre falso, y pas? algunos meses en el pueblo de Moreau, donde t? naciste.

Andr?-Louis se qued? pensativo. Se hab?a enjugado las l?grimas y ahora estaba muy serio.

– Si nunca lo ha sabido nadie, y vos lo sab?is, eso significa que sois…

– ?Oh, no, por Dios! -exclam? el se?or de Kercadiou poni?ndose en pie de un salto. Era como si la m?s leve insinuaci?n le horrorizara-. Yo era el ?nico que lo sab?a. Pero no por la raz?n que est?s pensando, Andr?. ?C?mo puedes creer que te mentir?a, que renegar?a de ti, si fueras mi hijo? -Si vos dec?s que no lo soy, se?or, con eso es suficiente. -No lo eres. Soy primo de Th?r?se y tambi?n su mejor amigo. En tal apuro, ella sab?a que pod?a confiar en m?, y por eso acudi? buscando mi protecci?n. Unos a?os antes, yo me hubiera casado con ella. Pero, por supuesto, yo no soy el tipo de hombre que una mujer puede amar. Sin embargo, ella sabe que la amo, y que sigo siendo fiel a aquel sentimiento. -Entonces, ?qui?n es mi padre?

– No lo s?. Ella nunca me lo dijo. Era su secreto y yo no se le pregunt?. Eso no forma parte de mi naturaleza, Andr?.

Andr?-Louis se levant?, y mir? en silencio al se?or de Kercadiou.

– ?Me crees, Andr?? -pregunt? su padrino. -Claro que s?, y lo lamento. Siento mucho no haber sido vuestro hijo.

El se?or de Kercadiou estrech? efusivamente la mano de su ahijado y la retuvo un momento sin hablar. Entonces se separ? y le pregunt?:

– ?Y ahora qu? har?s, Andr?, ahora que lo sabes? Andr?-Louis reflexion? un momento y se ech? a re?r. Despu?s de todo, hab?a algo c?mico en aquella situaci?n. Y se explic?:

– ?Y cu?l es la diferencia ahora? ?Acaso el amor filial nace espont?neamente en cuanto se sabe qui?n es la madre? ?Tengo que cometer la imprudencia de arriesgar el pescuezo intercediendo por una madre tan prudente que no ten?a la menor intenci?n de darse a conocer? El descubrimiento queda en mera casualidad, son los dados del Destino lanzados al azar. ?Y eso va a influir en m??