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Y en ese momento un guardián se ha asomado por la puerta y me ha escrutado con aire de estupor. ¿Qué está usted haciendo?, me ha preguntado con tono inquisitorial. Estoy recitando un monólogo de Hamlet y Ofelia, amable señor, le he contestado. Este no es lugar para mítines, ha contestado con aire arisco el guardián, para eso está Hyde Park, donde cada uno puede decir lo que quiera. Y cómo podía explicarle que aquél era el monólogo de Hamlet, mi monólogo, el que tenía que haberte recitado de verdad, dulce Ofelia, en vez de murmurarte aquellas palabras inconexas que te llevaban al suicidio cada noche.

He salido al aire libre y era ya de noche. Las luces de Londres, raras, brillaban en el parque. Detrás se adivinaban los edificios de la ciudad, la vida. No supe hasta ayer que abandonarás nuestra pequeña compañía. Tú eres la mejor actriz de todos nosotros, o por lo menos, si nosotros hemos sido completamente olvidados, tú eres aquella de la que la prensa se acuerda todavía. Pero no creo que sea eso lo que te ha decidido a entrar en otro drama. No es porque seas buena, es porque estás cansada: cansada de mis palabras inconexas, cansada de morir cada noche. Y quizá tengas también ganas de amar, de una forma que yo nunca he sabido darte. Conoces los riesgos que el nuevo amor te dará, pero los prefieres a mi inconsistente locura. Serás seducida por Don Juan, porque ser seducida es tu papel, y seducirte, el suyo. Pero, por lo menos, durante el tiempo que te queda, ¡qué novedad, qué bocanada de oxígeno! A mí no me gusta Don Juan, y no podría ser un buen actor para ese personaje. Aunque no lo parezca, es más trágico que yo, si bien tan educado, y aparentemente despreocupado, y cortés, y con un gran conocimiento de las buenas maneras, está mucho más loco que yo, porque es trivial, es más, quizá sea un viejo idiota que entiende el mundo bajo forma de mujer, y que quisiera copular con él. Es un semiimpotente, y para excitarse le hace falta ejercer sus miserables artes de seducción. Dejaré que las ejerza sobre ti, y que interprete su papel, como la trama requiere, porque yo nunca podría ser él. Pero yo no quiero perderte, pequeña Ofelia, no puedo, por eso yo también abandono la compañía y he solicitado que se me dé un papel en esta nueva representación que nos está haciendo la competencia. He especificado que aceptaré cualquier papel, incluso el más miserable, incluso el más insignificante, incluso travestido de mujer, con tal de estar sobre el mismo escenario en el que recitas tú. Podría decirte como si fueras Maturina: dejadla creer lo que quiera. O como si fueras Carlota: dejad que lisonjee su imaginación. O como si fueras de nuevo Maturina: todos los rostros resultan feos comparado con el vuestro. O como si fueras de nuevo Carlota: no puede soportar uno a las demás, después de haberos visto. No, eso no está bien, eso va bien para tu donjuán, que te hizo suya en su casa de Uguccion della Faggiola [17] y en su enorme cama de amante fatal. Ese papel no me corresponde, yo no puedo ser tu seductor, a mí me corresponde más bien un papel de espectador, pero no de quien está en una localidad del patio de butacas, sino más bien de alguien que te mira con el rostro petrificado por el tiempo y por el tedio de haberte atormentado durante tantos años. Y diré, pero muy despacio, con voz dulce: no se nutre de alimento mortal quien se nutre de alimento celeste: otros cuidados más graves que éste, otras ansias hasta aquí me trajeron.

No, nada de eso, yo seré el Espectro, la dama velada que hace de Espectro, y, con grave voz de profunda reprensión, diré: Don Juan no tiene más que un instante para poder alcanzar la misericordia divina, y si no se arrepiente ahora, es irremisible su condenación. Y entonces ese engreído de tu donjuán responderá: ¿quién osa pronunciar tales palabras?, me parece reconocer esa voz, Señor, es un espectro, terciará ese pollastre de Sganarello, lo reconozco por el paso, Señor. Y entonces tu donjuán, aún más matasietes, gritará: ¡espectro, fantasma o diablo, quiero ver quién es! Y he aquí, mi dulce Ofelia convertida en Elvira convertida en Carlota convertida en Maurina, que tu Hamlet, convertido por fin en el espectro con el que se atormentó toda la vida, podrá interpretar su verdadero papel, y como exige la trama, levantará el velo negro que envuelve su figura y representará al Tiempo sin salvación y sin remedio que con la guadaña siega la vida de los hombres. Y tu donjuán empalidecerá por el terror, pero yo no sostendré la guadaña, sino la pluma de mi sombrero de Hamlet, y con ella, como si escribiera en el aire, empezaré a cantar: «Querida, não quero despedida, eu fui feito pra Você, foi tão bom te conhecer não vida, não tem outra saida, Ofelia querida, no puedo decirte adiós, fui creado para ti, ha sido tan dulce tenerte en mi vida, es un camino sin salida», que es la canción Feito para Você del Grupo Raça que me estoy aprendiendo de memoria, sabes, me he puesto a estudiar brasileño, es realmente un idioma fantástico, y mucho más amoroso que el nuestro, si Shakespeare hubiera sido brasileño, nunca me habría hecho decirte las palabras que he tenido que decirte toda la vida, y además en el Grupo Raça hay sambistas de todos los colores, como pasa con los brasileños, me parece más actual que los Beatles, que ya han pasado a la historia y a la nuestra, y tú desde las bambalinas me contestarás: «Foi un rio que passou na minha vida, fue un río que ha pasado por mi vida», que dada la forma en la que siempre te he obligado a terminar causa cierto efecto, y en ese momento Don Juan se pondrá rígido como un cadáver, no será necesario ni el Comendador para hacer que se precipite en los infiernos que se merece, ese tardío donjuán de periferia, porque en piedra se habrá convertido él, mejor dicho, en sal, como una estatua de sal, y tú, mi dulce Ofelia, por fin vestida de Ofelia, entrarás en escena y me gritarás: mi dulce príncipe, si no me había suicidado, sólo había salido a tomar una bocanada de aire fresco al lago, pasear por la noche me sienta bien, me devuelve el sentido de la realidad, pero qué alegría encontrarte de buen humor. Y mientras la música de samba crece en intensidad, nos abrazaremos en medio del escenario, mientras el telón cae lentamente, verás cómo se entusiasma el público, caerá en delirio, empezará a aplaudir y a patalear como en 1968, cuando nuestras primeras representaciones, ¿verdad, pequeña Ofelia?

Extraña forma de vida

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[17] Condotiero del siglo XIV, por lo que se da a entender que la casa en cuestión era muy antigua. (N. del T.)