– Elemento probatorio número uno: una silla de playa, hecha de tubos de aluminio ligero con tejido de plástico. El examen inicial de materiales extraños descubrió unos pocos milímetros de Tyvek atrapado en el pliegue entre el asiento y el apoyabrazos.
– ¿Se refiere al material con el que aislan las casas? -preguntó Kline.
– Es una barrera antihumedad que se aplica sobre planchas de conglomerado, pero también en otros productos, en especial en monos de pintor. Ése fue el único material extraño descubierto, el único indicador de que se había usado la silla.
– ¿Ni huellas, ni pelo, ni sudor, ni saliva, ni abrasiones, nada de nada? -preguntó Rodríguez, como si sospechara que su gente no había mirado lo bastante bien.
– Ni huellas, ni pelo, ni sudor, ni saliva, ni abrasiones, pero yo no diría nada de nada -respondió ella, que pareció dejar que el tono de la pregunta del capitán pasara sin tocarla, como el puñetazo de un borracho-. La mitad de la tela de la silla ha sido sustituida, todas las tiras horizontales.
– Pero has dicho que nunca se había usado.
– No hay ninguna señal de uso, pero las cinchas sin duda han sido sustituidas.
– ¿Qué posible razón puede haber para eso?
Gurney estuvo tentado de ofrecer una explicación, pero Hardwick la expresó en palabras antes.
– Ella ha dicho que todas las cinchas eran blancas. Esa clase de silla normalmente tiene dos colores de cinchas entrelazadas para crear un patrón: azul y blanco, verde y blanco, algo así. Quizá no quería ningún color.
Rodríguez mascó la idea como si fuera un chicle rancio.
– Adelante, sargento Wigg. Tenemos mucho que hacer antes de comer.
– Elemento número dos: siete colillas de cigarrillos de la marca Marlboro, también sin rastros humanos.
Kline se inclinó hacia delante.
– ¿No hay rastros de saliva? ¿No hay huellas dactilares parciales? ¿Ni siquiera aceite de piel?
– Nada.
– ¿No es extraño?
– Extremadamente. Elemento número tres: una botella de whisky rota, incompleta, marca Four Roses.
– ¿Incompleta?
– Aproximadamente la mitad de la botella estaba de una sola pieza. Eso y todos los restos recuperados suman algo menos de dos tercios de una botella completa.
– ¿No hay huellas? preguntó Rodríguez.
– No hay huellas; en realidad no es una sorpresa, considerando la ausencia de huellas en la silla y los cigarrillos. Había una sustancia presente, además de la sangre de la víctima: una minúscula huella de detergente en una fisura a lo largo del borde roto del cristal.
– ¿Qué significa? -preguntó Rodríguez.
– La presencia del detergente y la ausencia de una porción de la botella sugiere que la rompieron en algún otro sitio y la lavaron antes de llevarla a la escena.
– Entonces, ¿ese alocado apuñalamiento fue tan premeditado como el disparo?
– Eso parece. ¿Continúo?
– Por favor -dijo Rodríguez, haciendo que la palabra sonara ruda.
– Elemento número cuatro: la vestimenta de la víctima, incluida ropa interior, bata y mocasines, todo manchado con su propia sangre. Tres cabellos extraños hallados en la bata, posiblemente de la mujer de la víctima, aún sin identificar. Elemento número cinco: muestras de sangre recogidas del suelo que había alrededor del cadáver. Se están llevando a cabo las pruebas: hasta el momento todas las muestras coinciden con la sangre de la víctima. Elemento número seis: trozos de cristal roto tomados de la losa de debajo del cuello de la víctima. Esto es coherente con el hallazgo de la autopsia iniciaclass="underline" cuatro heridas de punción de la botella de cristal atravesaron el cuello de delante atrás, y la víctima estaba en el suelo en el momento del acuchillamiento.
Kline tenía los ojos entrecerrados, como un hombre que conduce de cara al sol.
– Me está dando la impresión de que alguien ha cometido un crimen extremadamente violento, un crimen que implica disparar, apuñalar (más de una docena de heridas profundas, algunas causadas con gran fuerza) y, aun así, el asesino consiguió hacer todo esto sin dejar ni un solo rastro, no intencionado, de sí mismo.
Uno de los gemelos Cruise habló por primera vez, en una voz sorprendentemente aguda en relación con su aspecto de hombre.
– ¿Qué ocurre con la silla de playa, la botella, las huellas de pisadas, las botas?
El rostro de Kline se retorció con impaciencia.
– He dicho rastros no intencionados. Esas cosas las dejó allí a propósito.
El joven se encogió de hombros como si fuera un truco de sofistería.
– El elemento número siete se divide en subcategorías -dijo la sargento sin género Wigg (aunque tal vez no sin sexo, observó Gurney, notando los interesantes ojos y la boca finamente esculpida)-. El artículo número siete incluye comunicaciones recibidas por la víctima que podrían ser relevantes para el crimen, incluida la nota final hallada en el cadáver.
– He hecho copias de todas ellas -anunció Rodríguez-. Las entregaré en el momento apropiado.
– ¿Qué están buscando en ellas? -le preguntó Kline a Wigg.
– Huellas dactilares, hendiduras en el papel…
– ¿Como impresiones de un cuaderno?
– Correcto. También estamos haciendo un test de identificación de tinta en las cartas manuscritas y un segundo test de identificación de impresión en la carta que se generó con un procesador de textos: la última recibida antes del asesinato.
– También tenemos expertos examinando la caligrafía, el vocabulario y la sintaxis- intervino Hardwick-, y estamos consiguiendo un análisis de huella de sonido de la conversación telefónica grabada por la víctima. Wigg ya tiene una impresión preliminar, y la revisaremos hoy mismo.
– También examinaremos las botas que se han encontrado hoy, en cuanto lleguen al laboratorio. Es todo por ahora -concluyó Wigg, que pulsó una tecla de su ordenador-. ¿Alguna pregunta?
– Yo tengo una -dijo Rodriguez-. Como hemos discutido presentar estos indicios en orden de importancia, me estaba preguntando por qué has puesto la silla en primer lugar.
– Sólo es una corazonada, señor. No podemos saber cómo encaja todo hasta que encaje. En este momento es difícil decir qué pieza del puzle…
– Pero has puesto la silla plegable en primer lugar -la interrumpió Rodriguez. ¿Por qué?
– Parecía ilustrar el rasgo más asombroso del caso.
– ¿Qué significa eso?
– La planificación -dijo Wigg con suavidad.
Gurney pensó que tenía la habilidad de responder al interrogatorio del capitán como si se tratara de una serie de preguntas objetivas hechas sobre papel, sin hacer caso de las expresiones faciales arrogantes ni de las entonaciones insultantes. Había una curiosa pureza en esa carencia de implicación emocional, en esa inmunidad a la provocación mezquina. Y captaba la atención de la gente. Gurney se fijó en que todos los presentes, salvo Rodriguez, estaban inconscientemente inclinados hacia delante.
– No sólo la planificación -continuó ella-, sino lo extraño de ella. Llevar una silla plegable a un asesinato. Fumarse siete cigarrillos sin tocarlos ni con los dedos ni con los labios. Romper una botella, lavarla y llevarla a la escena para apuñalar con ella un cadáver. Por no mencionar las pisadas imposibles y cómo el autor del crimen desapareció en el bosque. Es como si el hombre fuera una especie de genio del crimen. No es sólo una silla de playa, sino una silla con la mitad de las cinchas retiradas y sustituidas. ¿Por qué? ¿Porque lo quería todo blanco? ¿Porque sería menos visible en la nieve? ¿Porque sería menos visible contra el traje de pintor de Tyvek que probablemente llevaba? Pero si era una cuestión de visibilidad, ¿por qué se sentó en una silla de playa a fumar cigarrillos? No estoy segura de por qué, pero no me sorprendería que la silla resultara ser clave para desenredar todo esto.