– ¿Qué hace? -inquirió ella.
– Le están presentando a… -¡Caray! No tenía ni idea de quién era- alguien.
– ¿Hombre o mujer?
– Mujer.
– ¿Joven o mayor?
– ¿Es esto un interrogatorio?
– ¿Joven o mayor? -repitió Olivia-. Conozco a todos los presentes. Conocer a toda la gente que va a estos eventos es mi vocación.
Harry ladeó la cabeza.
– ¿Es algo de lo que se enorgullece especialmente?
– No mucho, no.
– Es de mediana edad -dijo él.
– ¿Qué lleva puesto?
– Un vestido -contestó Harry.
– ¿Me lo puede describir? -inquirió ella con impaciencia. Luego añadió-: Es usted tan desastroso como mi hermano.
– Pues su hermano me cae bastante bien -dijo él, básicamente para fastidiarla.
Olivia puso los ojos en blanco.
– No se preocupe, cuando le conozca mejor cambiará de idea.
Harry sonrió. No pudo evitarlo. No sabía muy bien cómo había podido pensar que Olivia era fría y distante; si acaso, rebosaba picardía y humor. Al parecer, lo único que necesitaba para ello era estar en compañía de un amigo.
– A ver… ¿qué clase de vestido lleva? -le pidió ella.
Él cambió el peso de un pie al otro para ver mejor.
– Algo abultado, con… -Llevó las manos hacia los hombros, como si abrigase la esperanza de saber describir un atuendo femenino. Sacudió la cabeza-. No sé de qué color es.
– Curioso. -Olivia arrugó el entrecejo-. ¿Significa eso que es rojo o verde?
– O de cualquiera de sus tonalidades.
Olivia cambió radicalmente de actitud.
– Lo de su daltonismo es realmente fascinante, ¿sabe?
– Pues la verdad es que a mí me ha parecido siempre más bien una lata.
– Ya me imagino -coincidió ella. Entonces preguntó-: ¿La mujer con la que el príncipe está hablando…?
– No, el príncipe no está hablando con ella -repuso Harry con un poco más de sentimiento del que pretendía.
Ella volvió a ponerse de puntillas, aunque eso no le permitiera ver mejor.
– ¿A qué se refiere?
– No habla con nadie. Con casi nadie, al menos. Lo que sobre todo hace es mirar con arrogancia.
– ¡Qué raro! Conmigo habló muchísimo.
Harry se encogió de hombros. No sabía qué decir a eso, aparte de lo evidente, que el príncipe quería llevársela a la cama, lo cual no parecía adecuado en ese momento.
Aun así había que reconocer que el príncipe tenía buen gusto.
– Muy bien -dijo Olivia-, ¿la mujer con la que no está hablando lleva un diamante de bastante mal gusto?
– ¿En el cuello?
– No, en la nariz. Por supuesto que en el cuello.
Él la escudriñó con la mirada.
– No es usted la persona que me había imaginado.
– Teniendo en cuenta la primera impresión que le causé, probablemente eso sea algo positivo. ¿Lleva un diamante o no?
– Sí.
– Entonces es lady Mottram -dijo con rotundidad-. Nuestra anfitriona. Lo que significa que él le dedicará unos cuantos minutos, sería descortés ignorarla.
– Yo no confiaría en que hiciese una excepción para mostrarse educado.
– Descuide, que no tiene escapatoria. Lady Mottram está dotada de tentáculos. Y dos hijas por casar.
– ¿Qué le parece si nos vamos en la dirección contraria?
Ella arqueó las cejas con picardía.
– ¡Vamos!
Olivia empezó a andar, abriéndose paso hábilmente entre la multitud. Él siguió el sonido de sus carcajadas y la deslumbrante sonrisa que le dedicaba cada pocos segundos, cuando se giraba para asegurarse de que aún estaba ahí.
Por fin llegaron a un cenador, y ella se desplomó en un asiento, sin aliento y sintiendo que le daba vueltas la cabeza. Él se quedó a su lado, con el semblante considerablemente más sereno. No quería sentarse. Todavía no. Tenía que estar pendiente del príncipe.
– ¡Aquí no nos encontrará! -exclamó Olivia alegremente.
Ni él ni nadie, no pudo evitar darse cuenta Harry. El cenador no tenía nada de indecente; estaba convenientemente abierto al salón de baile. Pero tal como estaba orientado (apartado de la esquina del edificio, con las paredes cóncavas formando una cavidad), uno tenía que estar justo en el ángulo adecuado para ver el interior.
Nunca podría constituir el escenario de un acto de seducción ni de ninguna clase de diablura, en realidad, pero daba una intimidad extraordinaria. Además, amortiguaba bien el ruido de la fiesta.
– Ha sido divertido -comentó Olivia.
A él le sorprendió coincidir con ella.
– Sí, ¿verdad?
Olivia soltó un leve suspiro de desánimo.
– Supongo que no podré esquivarlo toda la noche.
– Puede intentarlo.
Ella sacudió la cabeza.
– Mi madre me encontrará.
– ¿Acaso pretende que se case con él? -preguntó Harry, sentándose a su lado en el banco curvo de madera.
– No, no le gustaría que me fuese a vivir tan lejos. Pero se trata de un príncipe. -Olivia levantó la vista hacia él con expresión rayana en el fatalismo-. Es un honor. Sus atenciones, me refiero.
Harry asintió. No porque estuviera de acuerdo, sino por pura compasión.
– Y además… -Interrumpió la frase, luego abrió los labios como para volver a empezar. Pero no lo hizo.
– ¿Y además? -la aguijoneó él suavemente.
– ¿Puedo confiar en usted?
– Puede -le dijo él-, pero seguro que ya sabe que jamás debería confiar en un caballero que le diga que puede confiar en él.
Eso le arrancó a Olivia una sonrisa casi imperceptible.
– Estoy totalmente de acuerdo con usted, pero aun así…
– Adelante -le dijo él con dulzura.
– Está bien… -Olivia tenía la mirada perdida, como si estuviese buscando las palabras o quizá las hubiese encontrado, pero las frases le parecieran equivocadas. Y cuando por fin habló, lo hizo sin mirarle. Aunque tampoco es que estuviera esquivándole exactamente-. He… rechazado los intentos de acercamiento de bastantes caballeros.
A Harry le extrañó su prudente empleo de la palabra «rechazado», pero no le interrumpió.
– No es que me considerase superior a ellos. Bueno, supongo que a algunos de ellos sí. -Se volvió y lo miró directamente a los ojos-. Algunos eran terribles.
– Comprendo.
– Pero la mayoría… No había nada malo en ellos, sólo que no eran los adecuados. -Dejó escapar un suspiro con cierta tristeza.
A Harry eso le espantó.
– Naturalmente, nadie me ha dicho eso a la cara -continuó Olivia.
– Pero ¿se ha ganado la fama de ser excesivamente exigente?
Ella le lanzó una mirada de tristeza.
– «Quisquillosa» es la palabra que ha llegado a mis oídos. Bueno, una de ellas. -Se le empañaron los ojos-. La única que me atrevo a repetir.
Harry descendió la mirada hacia su mano izquierda. Fruto de la rabia, la había estirado al máximo y ahora la tenía cerrada en un puño. Olivia estaba haciendo lo que podía para desdramatizar, pero estaba dolida por los rumores.
Se reclinó en la pared que había a sus espaldas, su aliento melancólico flotó en el aire.
– Y esto… bueno, ésta es mi oportunidad para redimirme porque… -Meneó la cabeza y levantó los ojos al cielo, como si buscase orientación o compasión; o quizá tan sólo comprensión.
Alargó la vista hacia la multitud con una sonrisa, pero fue una sonrisa como triste y de desconcierto. Y dijo:
– Algunos incluso dijeron: «¿Quién se cree que va a aparecer? ¿Un príncipe?»
– Ya veo.
Olivia se giró hacia él, con las cejas enarcadas y una expresión de absoluta franqueza.
– ¿Entiende mi dilema?
– ¡Claro que lo entiendo!
– Si ven que lo rechazo, seré… -Olivia se mordió el labio mientras buscaba la palabra adecuada- el hazmerreír no… No sé lo que seré. Pero no sería agradable.