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– Hemos sido tremendamente groseros -dijo el príncipe mientras se levantaba de su asiento. Se puso delante de ella y clavó una rodilla en el suelo, dejando a Olivia sin habla. ¿Qué estaba haciendo?

– ¿Podrá perdonarnos? -susurró al tiempo que le cogía de la mano.

– Ehhh…, mmm…

Él se acercó los nudillos a los labios.

– Por favor.

– Naturalmente -consiguió decir ella al fin-. No es…

– Nada -intervino Harry-. Creo que ésa es la palabra que buscaba.

Lo habría fulminado con la mirada, de haber podido verlo, pero en ese momento Alexei llenaba por completo su campo de visión.

– Naturalmente que los perdono, Vuestra Alteza -dijo ella-. Lo que he dicho es una tontería.

– Las mujeres hermosas tienen derecho a decir todas las tonterías que deseen.

Entonces el príncipe se movió y Olivia vislumbró la cara de Harry. Parecía que fuese a vomitar.

– Seguramente tendrá que prodigarse mucho aquí en Londres -dijo Harry en cuanto Alexei volvió a su asiento.

– Me van a dar varios premios -contestó el príncipe, aparentemente confuso y molesto por el cambio de tema.

Olivia se apresuró a traducirle.

– Creo que lo que sir Harry quiere decir es que seguramente tendrá muchos compromisos, mucha gente a la que conocer.

– Sí -dijo Alexei.

– Tendrá la agenda muy llena -añadió Harry con voz levemente afectada y aduladora.

Olivia frunció las cejas. Intuyó lo que Harry estaba tramando, y no acabaría bien.

– Debe de llevar una vida muy emocionante -se apresuró a decir Olivia, intentando cambiar de tercio.

Pero con Harry no se podía jugar al despiste.

– Hoy, por ejemplo -reflexionó Harry en voz alta-. Seguro que tiene un programa apretado. ¡Qué honrada se siente lady Olivia de que haya sacado tiempo para verla!

– Para lady Olivia siempre tengo tiempo.

– ¡Cómo se prodiga siempre Su Alteza! -exclamó Harry-. ¿A qué se debe que nos haya visitado esta tarde?

– No he venido a visitarlo a usted.

Harry le dedicó una fugaz sonrisa cómplice, únicamente para demostrarle que el insulto, si bien lo había captado, no le había ofendido.

– ¿En qué otro sito podría estar Su Alteza esta tarde? ¿Con el embajador? ¿Con el rey?

– Podría estar en cualquier lugar que deseara.

– Ése es el privilegio de la realeza -concluyó Harry.

Olivia se mordió el labio. Vladimir había empezado a acercarse poco a poco; si había pelea, Harry no saldría victorioso.

– ¡Me honra tanto su presencia! -dijo Olivia. Fue la única frase entera que se le ocurrió en cuestión de segundos.

– ¡Vaya, gracias! -bromeó Harry.

«Basta», le dijo Olivia moviendo los labios.

«¿Por qué?», repuso él.

– Creo que me están excluyendo de la conversación -dijo Alexei enfadado.

Vladimir estaba cada vez más cerca.

– ¡Pues claro que no! -le aseguró Olivia-. Únicamente intentaba recordarle a sir Harry que su primo está…, mmm… esperándolo para, ehh… una reunión.

Alexei parecía dubitativo.

– ¿Todo ésto se han dicho?

Olivia notó que se ruborizaba.

– Más o menos -masculló.

– La verdad es que tengo que irme -anunció de pronto Harry poniéndose de pie.

Olivia también se levantó.

– Le ruego que me permita acompañarlo hasta la puerta -dijo ella, intentando que no pareciera que hablaba entre dientes.

– No se moleste, por favor -repuso Harry-. Por nada del mundo se me ocurriría pedirle a una dama tan hermosa que se levante.

Olivia palideció. ¿Se habría dado cuenta Alexei de que Harry se estaba burlando de él? Desvió la vista hacia el príncipe, procurando hacerlo sin mucho descaro. No parecía ofendido, sino más bien encantado. Bueno, encantado dentro de lo tenso y reservado que era siempre. Tal vez la palabra satisfecho fuese más acertada.

Harry salió solo del salón, privando a Olivia de la oportunidad de decirle exactamente lo que pensaba de su comportamiento infantil. Ella, furiosa, hundió los dedos en el borde del almohadón del sofá sobre el que estaba sentada. No se le escaparía tan fácilmente. Harry no tenía ni idea de lo que era capaz una mujer cuando hervía de rabia. Lo que sea que tuviera que decirle, sería mucho menos agradable esta noche de lo que habría sido por la tarde.

Entretanto, sin embargo, había que seguir atendiendo al príncipe. Estaba sentado frente a ella, su expresión a caballo entre la satisfacción y la suficiencia. Se alegraba de que Harry se hubiese ido, y probablemente aún más de que Olivia estuviese ahora a solas con él.

Y con Vladimir. Era realmente imposible olvidarse de Vladimir.

– Me pregunto dónde estará mi madre -dijo Olivia, porque era extraño que no se hubiese dejado ver. La puerta del salón había estado debidamente abierta durante todo el rato, de modo que su presencia como carabina no era necesaria, pero Olivia se había imaginado que su madre querría saludar al príncipe.

– ¿Es necesario que esté aquí?

– Bueno, en realidad, no. -Olivia alargó la vista hacia la puerta abierta-. Huntley está ahí mismo, en el recibidor…

– Me alegro de que estemos solos.

Olivia tragó saliva, no sabía muy bien qué decir a eso.

El príncipe esbozó una sonrisa, pero su mirada se volvió penetrante.

– ¿Le inquieta estar a solas conmigo?

«Hasta ahora no».

– Por supuesto que no -contestó ella-. Sé que es usted un caballero. Y, además, no estamos solos.

Alexei parpadeó varias veces seguidas y luego rompió a reír.

– ¿No lo dirá por Vladimir?

Olivia notó que sus ojos miraban varias veces hacia un lado y otro de la sala, hacia el príncipe y su criado respectivamente, y viceversa.

– Bueno, sí -respondió ella con voz entrecortada-. Está justo… ahí. Y…

Alexei hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.

– Vladimir es invisible.

La inquietud de Olivia fue en aumento.

– No lo entiendo.

– Es como si no estuviese aquí. -Alexei le sonrió de un modo que a ella le incomodó-. Si eso es lo que yo quiero.

Olivia abrió la boca, pero no tenía absolutamente nada que decir.

– Por ejemplo -continuó Alexei-, si quisiera besarla… -Olivia ahogó un grito de asombro- sería igual que si estuviéramos solos. Él no se lo diría a nadie y usted tampoco se sentiría más… cómo se dice… incómoda.

– Creo que Su Alteza debería irse.

– Antes me gustaría darle un beso.

Olivia se levantó, golpeando la mesa con las espinillas.

– Eso no será necesario.

– Sí -repuso él, levantándose también-, creo que sí es necesario. Para demostrárselo.

– ¿Para demostrarme qué? -repitió ella sin dar crédito a la pregunta que acababa de hacer.

El príncipe señaló a Vladimir.

– Que es como si no estuviera aquí. Debo tener escolta a todas horas. Vladimir está siempre conmigo. Incluso cuando… no debería decir esto delante de una dama.

Había bastantes cosas ya que no debería haber dicho delante de una dama. Olivia trató de escabullirse bordeando la mesa para llegar hasta la puerta, pero el príncipe le bloqueó el paso.

– Le besaré la mano -dijo él.

– ¿Q-qué?

– Para demostrarle que soy un caballero. Usted está pensando en otra cosa, pero le besaré la mano.

Olivia notó que se le anudaba la garganta. Tenía la boca abierta, pero no parecía estar respirando. Alexei la había dejado anonadada.

Le cogió una mano. Olivia seguía demasiado perpleja como para retirarla. Él se la besó y antes de soltarle la mano le acarició los dedos con los suyos.

– La próxima vez -anunció el príncipe- le daré un beso en la boca.

¡Oh, Dios!

– ¡Vladimir! -Alexei soltó una retahíla de palabras en ruso y su criado apareció en el acto junto a él. Olivia se dio cuenta con horror de que se había olvidado de que estuviese ahí, aunque estaba convencida de que era únicamente por lo mucho que le habían sorprendido las escandalosas palabras del príncipe.