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– ¿Por qué está tan enfadado? -preguntó Olivia.

Era estupendo que no estuviesen cara a cara, porque habría… hecho algo.

– ¿Por qué estoy tan enfadado? -casi le espetó él-. ¿Por qué estoy tan enfadado? Porque… -Pero se dio cuenta de que no podía decirle que le habían obligado a dejar la ópera a mitad de actuación, o que había seguido al príncipe hasta un burdel; o que…

Bueno, esa parte sí podía contársela.

– Estoy calado hasta los huesos, tengo todo el cuerpo tiritando y estoy discutiendo con usted desde una ventana cuando podría estar en una bañera de agua caliente.

La última parte más bien pareció un rugido, lo cual probablemente no fue lo más sensato, habida cuenta de que en teoría estaban en público.

Ella permaneció callada (al fin) y luego dijo en voz baja:

– Muy bien.

¿Muy bien? ¿Eso era todo? ¿Zanjaba el tema con un «muy bien»?

Y entonces Harry se quedó ahí plantado como un idiota. Ella le había dado la oportunidad perfecta para decirle adiós, cerrar la ventana y subir resueltamente a la bañera del piso de arriba, pero se limitó a quedarse ahí de pie.

Mirándola fijamente.

Observando cómo Olivia se rodeaba la parte superior del cuerpo con los brazos, como si tuviese frío. Observando su boca, que con la poca luz que había no podía ver con absoluta claridad, pero que de algún modo supo cuándo la cerraba exactamente apretando las comisuras con contenida emoción.

– ¿Dónde ha estado? -inquirió ella.

Él no podía dejar de mirarla.

– Esta noche -aclaró Olivia-. ¿Adonde ha ido para mojarse tanto?

Harry bajó la vista, como si de pronto hubiese recordado que estaba empapado.

¡Qué barbaridad!

– He ido a la ópera -le explicó.

– ¿Ah, sí? -Olivia se abrazó el tronco con más fuerza y, aun sin estar seguro, a Harry le pareció que se acercaba un poco más a la ventana-. Yo tendría que haber ido -dijo-. Quería ir.

Harry también se acercó más a su ventana.

– ¿Y por qué no ha ido?

Olivia titubeó, y apartó momentáneamente la vista de la cara de Harry antes de volver a mirarlo mientras le decía:

– Porque sabía que el príncipe estaría allí y no tenía ganas de verlo. Por eso.

¡Qué curioso! Harry se pegó más a la ventana y entonces…

Llamaron a la puerta del despacho.

– No se mueva -le ordenó a Olivia señalándola con un dedo. Cerró la ventana y luego fue hasta la puerta a paso largo y la abrió.

– Su baño está listo, señor -anunció el mayordomo.

– Gracias. ¿Podría ordenar que lo mantengan bien caliente? Aún tardaré varios minutos en subir.

– Ordenaré a los criados que sigan calentando agua. ¿Necesitará una manta, señor?

Harry se miró las manos. Era curioso porque no las sentía debidamente.

– Mmm… sí. Eso sería maravilloso. Gracias.

– Se la iré a buscar ahora mismo.

Mientras el mayordomo iba en busca de una manta, Harry se apresuró hasta la ventana y la abrió. Olivia estaba ahora de espaldas a él. Estaba sentada en el borde del alféizar, ligeramente apoyada en el marco de la ventana. Reparó en que también se había hecho con una manta, una manta suave de color azul pastel y…

Harry sacudió la cabeza. ¿Qué importaba su manta?

– Un minuto más -gritó él-. No se vaya.

Al oír su voz Olivia miró hacia abajo justo a tiempo de ver que la ventana de enfrente volvía a cerrarse. Esperó aproximadamente medio minuto más y entonces Harry regresó y la madera crujió cuando volvió a subir la ventana de guillotina.

– Veo que usted también tiene una manta -le dijo Olivia como si eso fuese importante.

– Bueno, es que tenía frío -se justificó él, como si eso también importara.

Permanecieron en silencio largo rato, y entonces él preguntó:

– ¿Por qué no quería ver al príncipe?

Olivia se limitó a menear la cabeza. No porque no fuese cierto, sino porque en realidad no creía que pudiese hablar con él del tema. Cosa curiosa, porque esa tarde su primer pensamiento fue que tenía que hablarle del extraño comportamiento del príncipe Alexei. Pero ahora, de ventana a ventana y con los ojos negros e insondables de Harry clavados en ella, no supo qué decir.

Ni cómo decirlo.

– No es nada importante -decidió ella por fin.

Harry no habló de inmediato. Pero cuando lo hizo fue en voz baja y con un tono que a Olivia la dejó muda.

– Si le ha hecho sentir incómoda, para mí es muy importante.

– Él… él… -No paraba de mover la cabeza mientras hablaba, hasta que finalmente consiguió quedarse quieta y decir-: Simplemente dijo algo acerca de besarme. No es nada, en realidad.

Olivia había estado evitando mirar hacia Harry, pero ahora lo miró. Estaba petrificado.

– No es la primera vez que un caballero hace algo así -añadió ella. Decidió omitir la parte sobre Vladimir; francamente, sólo pensar en ello ya sentía asco.

– ¿Harry? -gritó ella hacia la ventana de abajo.

– No quiero que vuelva usted a verlo -dijo él en voz baja.

Lo primero que se le pasó por la cabeza a Olivia fue decirle que no tenía ninguna autoridad sobre ella. Y, de hecho, su boca se abrió con las palabras en la punta de la lengua, pero entonces recordó algo que él le había dicho; en broma o tal vez en serio. Tal vez ella había creído que bromeaba cuando la acusó de no pensar antes de hablar.

Esta vez se pararía a pensar.

Ella tampoco quería ver al príncipe. ¿Para qué iba a llevarle la contraria a Harry cuando ambos querían lo mismo?

– No sé si esa decisión me corresponde a mí -dijo Olivia. Era verdad. A menos que se atrincherara en su habitación, no tenía forma de esquivarlo.

Harry alzó la vista, su mirada era muy seria.

– Olivia, no es trigo limpio.

– ¿Cómo lo sabe?

– Es que… -Harry se pasó la mano por el pelo y exhaló con aparente frustración-. No puedo decirle por qué lo sé. Me refiero a que no sé por qué lo sé. Es una especie de intuición masculina. Simplemente lo intuyo.

Ella lo miró mientras trataba de descifrar sus palabras.

Harry cerró brevemente los ojos y se frotó la frente con ambas manos. Al fin, levantó la mirada y dijo:

– ¿No sabe usted cosas de otras mujeres que los hombres son demasiado cazurros para captar?

Ella asintió. La había convencido y con un buen argumento, la verdad.

– Limítese a mantenerse alejada de él. Prométamelo.

– No puedo prometerle eso -dijo ella, aunque deseaba poder hacerlo.

– Olivia…

– Le puedo prometer intentarlo. Sabe que es lo máximo que puedo hacer.

Harry asintió.

– Muy bien.

Se produjo un silencio vacilante y tenso, y entonces ella dijo:

– Debería irse a tomar ese baño. Está tiritando.

– Usted también -repuso él en voz baja.

Era verdad. Olivia no se había dado cuenta, no había notado el tembleque, pero ahora… ahora que lo sabía… le pareció que se intensificaba más y más… y pensó que iba a gritar, aunque desconocía el motivo. Simplemente tenía ganas de desahogarse. Demasiados sentimientos. Demasiados…

Sencillamente demasiados; aquello la superaba.

Olivia asintió con brusquedad.

– Buenas noches -dijo a todo correr. Las lágrimas estaban a punto de brotar y no quería que él las viera.

– Buenas noches -repuso Harry, pero ella había logrado bajar la ventana de guillotina antes de que él terminara de hablar. Y Olivia corrió entonces hasta la cama y hundió el rostro en la almohada.

Pero no lloró, aunque ahora quería hacerlo.

Y aunque seguía sin saber el porqué.

Harry se arrebujó con la manta mientras salía penosamente de su despacho. Ya no tenía tanto frío, pero se encontraba fatal. Tenía una inquietante sensación de vacío en el pecho, que al parecer se intensificaba con cada respiración, extendiéndose hasta su garganta y encogiéndole los hombros con tensión y rigidez.