Huntley sacudía la cabeza, sus ojos muy abiertos por el susto y la pena. Era la emoción más grande que Olivia había visto exteriorizar nunca al mayordomo.
Sebastian cerró los ojos y se llevó una mano al pecho.
– No tenía más que ocho años.
Cerró el libro.
Silencio. Silencio total. Olivia recorrió la sala con la mirada, cayendo en la cuenta de que nadie sabía que estaba ahí.
Y entonces…
– ¡Bravo! -Huntley fue el primero en mostrar su entusiasmo, aplaudiendo con gran fervor. Las criadas fueron las siguientes en unirse a él, gimoteando entre aplauso y aplauso. Hasta Harry y el príncipe aplaudieron, si bien la cara del primero reflejaba más diversión que cualquier otra cosa.
Sebastian abrió los ojos y fue el primero en ver a Olivia.
– Lady Olivia -dijo con una sonrisa-. ¿Cuánto tiempo lleva ahí de pie?
– Desde que Priscilla le suplicaba a su abuela que no se fuera.
– Era una mujer despiadada -dijo Huntley.
– Hizo lo que había que hacer -defendió el príncipe.
– Con el debido respeto, Vuestra Alteza…
Olivia se quedó boquiabierta. ¿Estaba su mayordomo discutiendo con la realeza?
– … si se hubiese esforzado un poco más…
– No habría podido dar de comer a la niña -interrumpió el príncipe-. Cualquier idiota entendería eso.
– Ha sido desgarrador -dijo una de las criadas.
– Yo he llorado -dijo otra.
La tercera asintió, al parecer incapaz de hablar.
– Es usted un magnífico orador -continuó la primera.
Sebastian les dedicó a las tres una sonrisa arrebatadora.
– Gracias a ustedes por escuchar -musitó.
Ellas suspiraron.
Olivia se frotó los ojos, intentando todavía entender la escena. Se volvió a Harry con mirada escrutadora. Seguro que él tenía una explicación.
– La verdad es que leída por Sebastian la novela mejora bastante -le dijo a Olivia.
– Tampoco era difícil mejorarlo -susurró ella.
– Debería traducirse al ruso -dijo el príncipe-. Sería un gran éxito.
– Creía que había dicho que tenían ustedes una literatura tradicionalmente profunda -comentó Olivia.
– Esto es muy profundo -replicó él-. Como una zanja.
– ¿Quieren que empiece el siguiente capítulo? -preguntó Sebastian.
– ¡Sí! -La respuesta fue sonora.
– ¡Sí, por favor! -suplicó una de las criadas.
Olivia aún seguía petrificada, sólo sus ojos miraban frenéticamente de un lado al otro. Por espléndida que fuese la actuación de Sebastian, no estaba segura de poder aguantar sentada escuchando un capítulo entero sin reírse. Con lo que no se ganaría la simpatía de… bueno… de nadie. Lo que desde luego no quería era caer en desgracia ante Huntley. Todo el mundo sabía que era él quien dirigía la casa.
Tal vez eso significara que podía escabullirse. Aún no había desayunado y tampoco había acabado de leer el periódico. Si Sebastian se ocupaba de entretener a todos los invitados (y también al personal de la casa, aunque Olivia estaba dispuesta a pasar eso por alto), podría escaparse al salón de desayunos y leer.
O quizás irse de tiendas. Necesitaba un sombrero nuevo.
Estaba meditando sobre sus opciones cuando de pronto habló Vladimir. En ruso, por supuesto.
– Dice que debería usted haber sido actor -le dijo Alexei a Sebastian.
Sebastian sonrió complacido e hizo una reverencia en dirección a Vladimir.
– Spasibo -dijo, dándole las gracias.
– ¿Habla usted ruso? -preguntó el príncipe, girándose bruscamente hacia Sebastian.
– Sé sólo cuatro cosas básicas -contestó al punto Sebastian-. Sé decir «gracias» en catorce idiomas. Y «por favor» sólo en doce, lamentablemente.
– ¿De veras? -preguntó Olivia, mucho más interesada en eso que en la declamación de La señorita Butterworth-. ¿En qué idiomas?
– También me sería útil saber cómo se dice «necesito una copa» -le comentó Sebastian al príncipe.
– Da -le dijo éste con aprobación-. En ruso se dice: «Ya nuzhdayus v napitkyeh».
– Spasibo -contestó Sebastian.
– No, en serio -dijo Olivia, aunque nadie le prestaba atención-. Quiero saber en qué idiomas.
– ¿Alguien sabe qué hora es? -preguntó Harry.
– Hay un reloj en la repisa de la chimenea -contestó Olivia sin mirarle-. Señor Grey -insistió.
– Un momento -le dijo él antes de dirigirse al príncipe-: Su criado ha despertado mi curiosidad -comentó-, porque no habla inglés, ¿verdad? ¿Cómo ha seguido la declamación?
El príncipe y Vladimir mantuvieron una breve conversación en ruso y entonces el primero se volvió hacia Sebastian y dijo:
– Me ha comentado que puede percibir la emoción de su voz.
Sebastian parecía encantado.
– Y que además sabe unas cuantas palabras -añadió el príncipe.
– Aun así… -murmuró Sebastian.
– Portugués -dijo Olivia mientras se preguntaba si alguien tenía la intención de hacerle un poco de caso esa tarde-. Seguramente aprendió algo de portugués en el ejército. ¿Cómo se dice «gracias» en portugués?
– Obrigado -intervino Harry.
Ella se giró hacia él un tanto sorprendida.
Harry se encogió ligeramente de hombros.
– Yo también aprendí un poco.
– Obrigado -repitió Olivia.
– Usted tiene que decir obrigada -dijo él-. No es muy probable que la confundan con un hombre.
No era el más halagador de los cumplidos, pero a pesar de eso decidió aceptarlo.
– ¿Cuál es la lengua más rara en la que sabe dar las gracias? -le preguntó Olivia a Sebastian.
Este pensó en ello unos instantes y luego dijo:
– Köszönöm.
Olivia lo miró con expectación.
– Es magyar -dijo él, y al ver su cara de perplejidad añadió-: Lo hablan en algunas zonas de Hungría.
– ¿Cómo sabe eso?
– No tengo ni idea -contestó Sebastian.
– Se lo enseñó una mujer -dijo el príncipe con picardía-. Por si no lo recuerda, se lo enseñó una mujer.
Olivia decidió que no valía la pena gastar energías en ofenderse por eso.
– Kiitos -dijo el príncipe Alexei, lanzándole a Sebastian una mirada de ésas de «a ver si me ganas» antes de añadir-: Es finlandés.
– Mi agradecimiento más sincero -repuso Sebastian-. Mi repertorio es ahora de quince idiomas.
Olivia pensó en decir merci, pero decidió que sólo haría el ridículo.
– ¿Qué idiomas habla usted? -le preguntó el príncipe a Harry.
– Sí, Harry -dijo Sebastian-. ¿Qué idiomas sabes?
Harry miró a su primo con frialdad y después respondió:
– Me temo que no tengo ningún talento especial.
A Olivia le dio la impresión de que entre los dos primos había fluido cierta clase de diálogo no hablado, pero no tuvo ocasión de darle más vueltas porque Sebastian se giró hacia el príncipe y le preguntó:
– ¿Cómo se dice «por favor» en finlandés?
– Ole hyvä.
– Magnífico. -Asintió una sola vez, aparentemente archivando esa información en algún rincón de su mente-. Uno nunca sabe cuándo se puede topar con una preciosidad finlandesa.
Olivia se preguntaba cómo podría recuperar el control de su salón cuando oyó que llamaban a la puerta principal. Huntley se retiró en el acto para ir a abrir.
Regresó instantes después con un joven al que ella no conocía. Aunque… de estatura un poco superior a la media, pelo castaño oscuro… Casi con toda seguridad sería…