Olivia soltó un simple «¡Ohhh!» y se asomó un poco más al salón.
Él se acercó hasta ella y le susurró al oído:
– Para no interesarle la novela, está usted arrebatada.
Ella lo mandó callar y luego le dio un pequeño empujón para que dejase de agobiarla.
– ¿Qué está pasando? -inquirió Harry.
Olivia miraba con asombro y tenía cara de estar disfrutando.
– Su primo está interpretando una escena mortal. Su hermano se ha subido también a la mesa.
– ¿Edward? -preguntó él con incredulidad.
Ella asintió mientras escudriñaba.
– No le puedo decir quién está matando a quién… Bueno, ya da igual; Edward está muerto.
A eso se le llamaba rapidez.
– No, espere… -Olivia alargó el cuello-. Sí, está muerto. Lo siento. -Se giró y le sonrió.
A Harry le llegó la sonrisa al alma.
– Su hermano lo hace bastante bien -musitó ella-. Creo que se parece a su primo.
Él sintió deseos de volverla a besar.
– Se ha llevado la mano al pecho -ella también lo hizo-, ha soltado un gemido y luego, cuando parecía que estaba muerto, su cuerpo ha sufrido un último espasmo, pero aún no estaba muerto del todo. -Olivia sonrió de oreja a oreja-. Luego ya sí que ha dejado de moverse.
Tenía que besarla. Ahora.
– ¿Qué hay en ese cuarto de ahí? -le preguntó Harry señalando hacia una puerta.
– Es el despacho de mi padre, ¿por qué?
– ¿Y en ése?
– La sala de música. Nunca la utilizamos.
Harry le agarró de la mano. Ahora la utilizarían.
Capítulo 18
Olivia apenas tuvo tiempo de respirar cuando de pronto se encontró en la sala de música de su propia casa con la puerta cerrada a sus espaldas. Y después de aquello quiso preguntarle a Harry qué estaba haciendo, pero sólo logró balbucir la primera palabra antes de entender claramente lo que hacía.
De nuevo sus manos se enredaron en su pelo, de espaldas contra la pared, y la besó. Con desesperación, con pasión, con una entrega total.
– ¡Harry! -exclamó ella jadeando cuando los labios de éste se despegaron de los suyos para mordisquearle la oreja.
– No puedo evitarlo -dijo él, y el contacto de esas palabras contra su piel le produjo a Olivia escalofríos. Podía sentir la sonrisa en su voz. Parecía feliz.
Ella estaba feliz. Pletórica.
– Es que la he visto ahí… -dijo él mientras una de sus manos descendía por el costado de Olivia hasta su espalda-. La he visto ahí y tenía que besarla, eso es todo.
¡Quién quería el lenguaje florido de La señorita Butterworth y el barón demente! Esto era lo más romántico que había oído en toda su vida.
– Existe -le dijo Harry, su voz ahuecándose por el deseo-, ergo la necesito.
No, esto último era lo más romántico.
Y entonces le susurró algo al oído. Algo acerca de sus labios y sus manos, y el calor que emanaba de su cuerpo, y ella no tuvo más remedio que preguntarse si tal vez era eso lo más romántico de todo.
Hasta el momento eran muchos los hombres que la habían deseado. Algunos incluso habían asegurado amarla. Pero esto… esto era distinto. Había una pulsión en el cuerpo de Harry, en su respiración, en los latidos de su sangre bajo la piel. La deseaba. La necesitaba. Era superior a cuanto pudiera decir, a cualquier explicación que intentase darle. Pero era algo que ella entendía, algo que sentía en las entrañas.
Algo que hizo que Olivia se sintiera deliciosamente poderosa y al mismo tiempo impotente, porque lo que sea que estuviera apoderándose de él también se le contagiaba a ella, acelerándole el pulso en las venas y haciendo que fuera incapaz de respirar. Era como si todo su cuerpo entrara en erupción, moviéndose de dentro hacia afuera hasta que no pudo evitar tocar a Harry. Tenía que agarrarlo, estrecharlo con fuerza. Lo necesitaba cerca, y para ello alargó los brazos y le rodeó el cuello.
– Harry -susurró, y percibió el placer que había en su voz. Este momento, este beso… era lo que había estado esperando.
Era cuanto quería.
Eso y mil cosas más.
Las manos de Harry bajaron por su espalda apartando a Olivia de la pared y los dos fueron andando en círculos por la alfombra hasta tropezar con el brazo del sofá. Él cayó encima de ella, el cálido y macizo peso de su cuerpo hundiéndola contra los almohadones. Debería haber sido una sensación sumamente extraña; debería haber sido horrible tener el cuerpo aplastado, la movilidad limitada. Pero en lugar de eso Olivia sintió que era la cosa más normal y natural del mundo estar tumbada boca arriba y tener encima a este hombre ardiente y fuerte sólo para ella.
– Olivia -susurró Harry, depositándole en el cuello el fuego que salía de su boca. Ella se arqueó debajo de él y se le aceleró el pulso cuando su boca dio con la piel fina y sensible que recubría la clavícula. Harry bajó más y más hasta el delicado borde de encaje de su corpiño; y al mismo tiempo sus manos no paraban de subir, deslizándose por los costados de Olivia, que presionó entre pulgar e índice hasta llegar al pecho.
Sobresaltada, ella ahogó un grito. La mano de Harry se había deslizado hasta la parte delantera de su cuerpo, y ahora le rodeaba un seno cubierto por la delgada muselina de su vestido. Olivia gimió su nombre y luego dijo algo más con otro gemido, algo ininteligible y carente de toda reflexión o sentido.
– Es usted tan… buena -susurró él. Ejerció una suave presión con las manos, cerrando los ojos mientras todo su cuerpo se estremecía de deseo-. Tan buena.
Ella sonrió. Ahí mismo, en plena seducción, sonrió abiertamente. Le encantaba que no le hubiese dicho que era hermosa, guapa o que estaba radiante. Le encantaba que Harry estuviese tan fuera de sí como para que «buena» fuese la palabra más compleja que había logrado decir.
– Quiero tocarla -susurró él con los labios enganchados a su mejilla-. Quiero sentirla… en mi piel… en mi mano. -Subió lentamente los dedos hasta llegar al borde superior de su vestido y tiró de éste con suavidad, y luego menos suavemente hasta que la tela se deslizó por su hombro y entonces fue bajando hasta que Olivia quedó desnuda frente a Harry.
No se sentía lasciva ni sensual. Se sentía bien, era ella misma.
El único sonido que se escuchaba era la respiración, fuerte y agitada, de Harry. El aire que los rodeaba parecía crepitar por el deseo y entonces Olivia no solamente oyó su respiración, sino que la sintió en la piel, al principio fría y después caliente a medida que él acercó su boca.
Y entonces la besó. Ella ahogó un grito… por el susto, luego por la pasión del beso y la espiral de placer que provocó en sus entrañas.
– Harry… -dijo jadeante, y ahora sí que se sintió lasciva. Se sintió total y absolutamente sensual. Harry tenía la cabeza en sus pechos y lo único que al parecer ella fue capaz de hacer fue hundir los dedos en el pelo de él, sin saber con seguridad si intentaba apartarlo o unirlo a ella para siempre.
La mano de Harry se desplazó hasta su pierna, que apretó y acarició, y la fue subiendo hacia arriba, y de repente…
– ¿Qué ha sido eso? -Olivia se incorporó de golpe sacándose de encima a Harry. Se había oído un tremendo estrépito, un sonido parecido al de la madera al astillarse y el cristal cuando se rompe, y sin duda alguna un chillido.
Harry cayó al suelo sentado y trató de recuperar el aliento. Miró a Olivia con ojos aún ardientes, y ella cayó en la cuenta de que llevaba el vestido puesto de cualquier manera. Se lo subió enseguida y se rodeó el cuerpo con los brazos en actitud protectora, cada mano sujetando con fuerza el hombro contrario. No es que temiese a Harry, pero después de aquel estrépito le daba pavor que alguien pudiera aparecer en la sala de música.
– ¿Qué ha pasado? -preguntó ella.