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– Eso me ha gustado -dijo ella con voz entrecortada.

«A mí también», pensó Harry, y cambió al otro pecho diciéndose a sí mismo que lo hacía para compensar, pero en realidad lo hacía por él, y por ella, y porque no podía soportar dejar un solo centímetro de su cuerpo sin tocar.

Olivia se arqueó debajo de él, ejerciendo más presión contra su boca, y Harry fue bajando las manos hasta rodearle las nalgas. Las apretó y luego movió los dedos hasta encontrar la piel suave de la cara interna de su muslo. Y cuando apretó de nuevo, sus dedos estaban cerca, tan cerca de su mismísimo centro, que Harry pudo sentir el calor que emanaba de ella.

Sus bocas volvieron a unirse justo en el momento en que los dedos de Harry daban con su centro, lo acariciaban y lo penetraban.

– ¡Harry! -chilló Olivia sorprendida, aunque no ofendida, pensó él.

– Dime qué te gusta -le repitió.

– Eso -logró decir ella-, pero no…

Harry fue introduciendo y sacando los dedos, estaba tan húmeda que la necesitaba desesperadamente.

– ¿No, qué? -inquirió.

– No lo sé.

Harry sonrió.

– ¿Qué es lo que no sabes?

– No sé qué es lo que no sé -casi le espetó ella.

Él contuvo la risa, y detuvo los dedos un instante.

– ¡No pares! -gritó Olivia.

Y él obedeció. No paró cuando ella gimió su nombre ni paró cuando le agarró con tanta fuerza por los hombros que estaba seguro de que le dejaría marca. Y desde luego tampoco paró cuando ella llegó al clímax con unos espasmos tan rápidos y tan fuertes que casi le expulsa los dedos del cuerpo.

Un caballero habría parado. Olivia había tenido un orgasmo y aún era virgen, y probablemente fuese una animalada querer penetrarla, pero sencillamente no pudo… evitarlo.

Olivia le pertenecía.

Aunque Harry empezaba a darse cuenta de que no tanto como él a ella.

Antes de que el orgasmo de Olivia finalizara, antes de que su intensidad pudiera dejarla exhausta, Harry sacó los dedos de su vagina y colocó el pene en su entrada.

– Te quiero -le dijo con la voz ronca por la emoción-. Tengo que decírtelo. Necesito que lo sepas. Necesito que lo sepas ahora.

Entonces la penetró esperando cierta resistencia. Pero Olivia estaba tan excitada, había recibido tanto amor, que él se deslizó con facilidad en el interior. Se estremeció de placer, por la delicia de unir sus cuerpos. Era como si nunca antes hubiese hecho esto; el deseo se apoderó de él y perdió todo control. Y entonces, con una velocidad que lo habría dejado en muy mal lugar, de no haberla satisfecho antes a ella, soltó un grito y se puso rígido, y acto seguido, al fin, se desplomó encima de Olivia.

Capítulo 21

Olivia fue la primera en irse.

No estaba segura del tiempo que habían pasado allí tumbados en el diván, procurando recuperar la cordura, y luego, en cuanto fueron capaces de respirar con normalidad, les había llevado un rato recomponerse. Harry no consiguió anudarse la corbata con la rotunda precisión de su ayuda de cámara, y ella descubrió que un pañuelo no bastaba para…

¡Cielos! Ni siquiera podía pensar las palabras. No se arrepentía de lo que había hecho. Eso jamás; había sido la experiencia más maravillosa, increíble y espectacular de su vida. Pero ahora estaba… pringosa.

Además su salida de la habitación se había visto retrasada por varios besos robados, al menos dos miradas lujuriosas que habían amenazado con enviarlos de nuevo al diván y un pellizco lleno de picardía en el trasero.

Olivia aún se congratulaba por lo último.

Pero al final lograron un aspecto lo bastante decente para volver a la fiesta y decidieron que ella fuese la primera en salir.

Harry lo haría cinco minutos después.

– ¿Estás seguro de que estoy presentable con estos pelos? -inquirió ella mientras rodeaba el pomo de la puerta con la mano.

– No -confesó él.

Ella notó que abría mucho los ojos, alarmada.

– No está mal -dijo con esa típica incapacidad masculina para describir con exactitud un peinado-, pero no creo que esté exactamente igual que cuando llegaste a la fiesta. -Esbozó una sonrisa, claramente consciente de su falta de conocimiento de la materia.

Ella se apresuró hasta el único espejo de la habitación, pero estaba encima de la chimenea y ni siquiera de puntillas pudo verse la cara entera.

– No veo nada -se quejó-. Voy a tener que buscar un cuarto de baño.

Así que hubo un cambio de planes. Olivia se iría, encontraría un lavabo y se quedaría al menos 10 minutos dentro para que Harry pudiese irse a los cinco minutos de haberlo hecho ella y llegar al salón de baile cinco minutos antes que ella.

A Olivia el plan le pareció agotador. ¿Cómo hacían los espías para moverse a hurtadillas como los ladrones? Sería una espía terrible.

La frustración debió de reflejarse en su rostro, porque Harry se acercó y le besó con ternura en la mejilla.

– Pronto estaremos casados -le aseguró- y no tendremos que volver a hacer esto nunca más.

Ella abrió la boca para decir que su madre insistiría en un noviazgo de tres meses como mínimo, pero él alzó una mano y dijo:

– No te preocupes, esto no es una petición formal. Cuando te pida que te cases conmigo, lo sabrás. Te lo prometo.

Olivia se sonrió y musitó un adiós, sacó la cabeza por la puerta primero para asegurarse de que no venía nadie y a continuación salió sigilosamente a la silenciosa galería iluminada por la luna.

Sabía dónde estaba el cuarto de baño; aquella noche ya había ido en una ocasión. Procuró andar a la velocidad adecuada; ni demasiado rápido, no quería que pareciese que tenía prisa, ni tampoco demasiado despacio; lo mejor era siempre aparentar un objetivo.

No se encontró con nadie de camino al cuarto de baño, cosa que agradeció. Al abrir la puerta, sin embargo, y entrar en el tocador donde las mujeres podían lavarse las manos y mirarse en el espejo, fue recibida con un:

– ¡Olivia!

Olivia casi se muere del susto. Mary Cadogan estaba frente al espejo, pellizcándose las mejillas.

– ¡Por Dios, Mary! -dijo Olivia intentando recobrar el aliento-. ¡Qué susto!

Lo último que quería era entablar conversación con Mary Cadogan, pero por otra parte, de tener que toparse con alguien, agradecía que fuera con una cara conocida. Puede que a Mary le extrañase su desaliño, pero jamás sospecharía la verdad.

– ¿Llevo el pelo muy mal? -preguntó Olivia mientras levantaba el brazo y se daba unos toquecitos con la mano-. He resbalado. A alguien se le ha caído champán por el suelo.

– ¡Oh, qué rabia da eso!

– ¿Qué te parece? -inquirió Olivia, esperando haber desviado la atención de Mary para que no le hiciese más preguntas.

– No está tan mal -la consoló Mary-. Te ayudaré. He peinado a mi hermana un montón de veces. -Obligó a Olivia a sentarse en una silla y empezó a recolocarle las horquillas-. El vestido parece intacto.

– Seguro que el bajo se ha manchado -dijo Olivia.

– ¿A quién se le ha derramado el champán? -preguntó Mary.

– No lo sé.

– Apuesto a que ha sido al señor Grey. Es que lleva un brazo en cabestrillo.

– Ya lo he visto -musitó Olivia.

– Tengo entendido que su tío lo empujó por las escaleras.

Olivia apenas logró reprimir su espanto ante ese rumor.

– No puede ser verdad.

– ¿Por qué no?

– Bueno… -Olivia parpadeó varias veces mientras trataba de pensar en una respuesta aceptable. No quería decir que Sebastian se había caído de una mesa en su casa, porque seguro que Mary la acribillaría a preguntas si se enteraba de que ella tenía información concreta del incidente. Finalmente optó por decir-: Si se hubiese caído por las escaleras, ¿no crees que se habría hecho mucho más daño?

Mary pareció pensar en ello.