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– ¿Reed? -lo llamó.

Él no la miró, pero movió la cabeza.

– Lo siento -afirmó Elizabeth.

Aquello llamó la atención de Reed.

– Deberíamos trabajar juntos en esto. Es muy importante para mí tu punto de vista -le dijo ella.

– También es mi hijo.

– Por supuesto. Pensé que estabas muy ocupado. Intentaba…

– Siento haber llegado tarde. Las cosas están complicadas… en la oficina en este momento.

Ella asintió.

– Lo que importa es Lucas.

– Sí. Ahora somos sus padres, y tenemos que procurar su bienestar. En todos los frentes.

Una lágrima cayó por la mejilla de Elizabeth.

– ¿Por qué nos hacen esto?

Reed agitó la cabeza.

– No lo sé, cariño. Ellos también quieren a Lucas.

– Pero Brandon y Heather nos eligieron a nosotros -dijo ella.

Elizabeth no conocía a los Vance. Tal vez fueran egoístas o ruines. Había alguna razón por la que Lucas había sido encomendado al cuidado de ella. Y ella no iba a fallar a su hermano y a su cuñada.

– Y el juez lo verá así -dijo Reed-. Hablaremos con Ned Landers juntos.

– Juntos, sí -repitió ella.

Pero una parte de ella se preguntó si Reed lograría ir a la reunión con Landers.

Capítulo Nueve

Ned Landers les aconsejó a Reed y a Elizabeth que siguieran con sus vidas normalmente. Eso ayudaría a que se los viera como padres adecuados.

También les había recomendado que siguieran con el plan de hacer una fiesta para el aniversario de su boda, pero Elizabeth había dejado de ocuparse de ello y la había dejado en manos de su vecina y organizadora de la fiesta, Amanda Crawford. Según el abogado, aquello les haría parecer una familia con una red de amigos y familia extensa, algo que también los ayudaría con su imagen de padres.

Hanna se había ofrecido a cuidar a Lucas durante la noche de la celebración de su aniversario, y por alguna razón Reed había insistido en que Joe Germain pasara la noche en el ático también.

Hanna no había estado muy conforme con ello, hasta que Joe había llegado y ella le había echado el ojo al alto y atractivo chófer y guardaespaldas.

– Gracias por venir, Joe -dijo Reed.

Joe asintió y saludó con un asentimiento de cabeza a Hanna.

Hanna se fijó en él cuando éste se dio la vuelta.

Elizabeth le dio un codazo a su amiga.

– Tranquila, chica. No creo que tenga permiso para darse el lote con una chica en horas de trabajo.

– ¿Cómo lo sabes?

– Debería estar en el libro de instrucciones o algo así.

Hanna se rió. Luego miró el vestido rojo de Elizabeth.

– Estás estupenda -dijo.

Hanna agarró a Lucas de brazos de Elizabeth.

– Hay un par de biberones en el frigorífico.

– Sí, mamá -bromeó Hanna.

Elizabeth pensó inmediatamente en Heather.

– Lo siento -dijo Hanna.

– Está bien. Supongo que tenemos que seguir adelante. Y soy yo la primera que debo hacerlo…

– Lo estás haciendo muy bien -afirmó Hanna.

Elizabeth se sintió reacia a dejar a Lucas.

– No sé cómo hacen los padres normalmente…

– Estoy entrenado en seguridad en incendios, primeros auxilios, conducción defensiva y combate cuerpo a cuerpo -dijo Joe.

Reed sonrió.

– ¿Ves? No tienes que preocuparte de nada.

– ¿Sabes cambiar pañales? -preguntó Hanna bromeando.

– Lo que haga falta -respondió Joe agarrando a Lucas de manos de Hanna y poniéndoselo contra su hombro como si hubiera hecho aquello toda la vida.

Elizabeth pensó que Hanna parecía fascinada por Joe.

Reed le tomó la mano y se dispusieron a partir.

– ¿Es soltero Joe? -preguntó Elizabeth en voz baja.

– Creo que sí. ¿Por qué? -preguntó Reed.

Elizabeth miró a su amiga. Esta parecía haber entrado en su más profunda fantasía.

Vivian Vannick-Smythe estaba de pie con un sombrero de plumas diciendo algo sobre el Organismo regulador del mercado de valores a Reed, mientras él miraba a su alrededor buscando a Elizabeth. Entonces la vio bailando con el príncipe Sebastian. Este la estaba apretando demasiado para su gusto. Pero sabía que el hombre se iba a casar pronto con su ayudante Tessa Banks, así que no le dijo nada.

– Creo que la reputación de todo el edificio está en juego -dijo Vivian-. Y yo en tu lugar…

– Tú no eres yo -dijo Reed.

Vivían tomó aliento y siguió.

– Si estuviera en tu lugar, haría todo lo que estuviera a mi alcance para terminar con este asunto cuanto antes.

– ¿Y no crees que estoy haciendo eso? -replicó Reed.

– Tienes que pensar cómo proteger a tu familia, a tus amigos y a tus vecinos…

Reed no le prestaba demasiada atención, en realidad.

De pronto, oyó una voz familiar.

Era su padre.

Anton miró a Vivian hasta que ésta murmuró algo y se marchó.

– Elizabeth tiene buen aspecto.

– Lo lleva lo mejor que puede.

– Está ocupándose de su sobrino, ¿no?

– De nuestro sobrino -lo corrigió Reed.

– Sí, claro. Y hay abuelos en la escena también, ¿no?

– ¿Te refieres a los Vance?

– Comprendo que quieran criar al niño.

– Lucas, se llama Lucas. Y nosotros somos sus guardas legales.

– ¿Crees que eso es sensato? -preguntó su padre.

Reed se sintió molesto.

– No es cuestión de ser o no sensato. Lucas es responsabilidad nuestra.

– A no ser que los abuelos ganen el juicio.

– No lo harán.

– Me pregunto si te lo has pensado bien -dijo su padre.

Reed esperó a ver adonde quería llegar Anton.

– ¿Has pensado en el impacto que… que este sobrino…?

– Lucas.

– ¿… tendrá en tus futuros hijos?

– Por favor, dime que no estás sugiriendo…

– No es hijo tuyo.

– ¿Te preocupa su pedigree? ¿Por su herencia?

Anton lo miró con dureza.

– Voy a adoptar a Lucas. Tendrá el mismo derecho legal que pueda tener un futuro hijo mío si lo hay -afirmó Reed.

– Él será tu hijo mayor. El heredero de los Wellington.

– Sí, ¿y qué?

– No puedo permitir…

– No puedes hacer nada para detenerme. Y créeme, es mejor que no lo intentes, por tu propio interés.

Reed se dio la vuelta y se alejó.

– ¿Reed? -Collin apareció a su lado.

– ¿Dónde está la barra más cercana?

Collin se la señaló y Reed caminó en esa dirección.

– Han puesto fecha para el juicio en California -dijo Collin-. Es dentro de tres semanas.

– ¿Qué dice Ned Landers?

– Está un poco preocupado por la relación que existe entre Lucas y los Vance. Tienen documentación y fotos que prueban que lo veían casi todos los días. Establecieron un fideicomiso días después de su nacimiento…

– Yo también puedo hacer eso -lo interrumpió Reed.

– Demasiado tarde -dijo Collin-. Además, nuestro argumento no es que tú has estado presente en la vida de Lucas desde que nació, sino que Elizabeth y tú sois quienes Brandon y Heather escogieron para guardianes. La solidez económica es evidente también. Sólo…

Reed sabía a qué se refería y lo interrumpió.

– Soy inocente hasta que se demuestre lo contrario -señaló-. Un juez lo entenderá, supongo.

– Ellos intentarán usarlo a su favor.

– Que lo hagan.

– No te pongas hostil -le advirtió Collin.

– No necesito ponerme hostil. Estoy en mi derecho.

– Y no te muestres engreído. Algunos jueces ven la riqueza como una desventaja y no como una ventaja.

– Quizás debieras ir en mi lugar el día del juicio, Collin.

– ¿Quieres decir contigo?

– No, en mi lugar. El miércoles me reemplazaste con éxito en la reunión que tuviste con mi mujer.