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Ruth sacudió la cabeza -Allí abajo -respiró con dificultad, señalando al sur.

– Pero no hay…

– Esconderse -dijo.

Bizqueé hacia el callejón oscuro. No había ninguna cubierta allí, aparte de sombras. Me di vuelta hacia Ruth para decirle, pero vi su cara. Estaba carmesí, su pecho elevándose, cada respiración la hacía estremecerse. No podía ir más lejos.

Asintiendo con la cabeza, las conduje hacia el callejón del sur e hice señas para que nos quedáramos de pie contra la pared Oeste, donde las sombras eran más profundas. Puse a Ruth, con su camisón de noche amarillo pálido, en el lugar más alejado, cubierta por Paige y pro mí. Eso no ayudaría. Ellos nos verían. Un vistazo por este callejón y estaríamos atrapadas. Todo que yo podía hacer ahora era prepararme para confrontarlos.

Apenas nos habíamos colocado en las sombras cuando tres hombres hicieron un alto delante del contenedor. Uno era el tipo de la cerradura, el otro era el Houdini del cuarto del hotel, y el tercero era otro clon de estilo militar.

– No te muevas -susurró Paige, tocando mi brazo.

No creí que eso ayudara, pero si las hacía sentirse mejor, me quedaría quieta hasta fuéramos descubiertas. Los hombres miraron el contenedor, luego echaron un vistazo hacia el callejón del sur, demasiado rápido para vernos. El tipo de la cerradura caminó desde un lado del contenedor al otro.

– Bloqueado -dijo-. No hay otro camino aparte de saltar.

– ¿Con una señora vieja? -dijo el tipo nuevo-. De ninguna manera.

El Houdini se apoyó contra la pared de ladrillo del norte, tomó un cigarrillo de su bolsillo, y prendió una cerilla La llama iluminó su rostro durante un segundo, luego chisporroteó en la oscuridad. Chupó una calada mientras los dos tipos militares discutían sobre la probabilidad de que hubiésemos escalado el contenedor. ¡Hola! Estábamos a 6 metros de distancia, a casi plena vista. Pero nadie dijo que los militares eran reclutados por sus cerebros. Además, mientras más miraba a estos tipos, más dudaba de que actuaran bajo los auspicios de cualquier ala de la milicia estadounidense. Entonces, ¿Qué era ellos? ¿Militares jubilados tal vez? Más probablemente militares descartados. O esos grupos de milicia que aparecen con frecuencia alarmante en los noticiarios americanos. No importaba. Brillantes, no eran.

Cuando me volvía hacia Houdini, él me miró directamente. Sabía exactamente donde estábamos. ¿Por qué no se lo decía a sus compañeros? Porque quería que sudáramos. La extensión del juego del gato y el ratón. Levantó el cigarrillo e inhaló. La ascua roja brilló en la noche, luego cayó, parpadeando en la oscuridad antes de tocar la tierra en una cascada de chispas. Cuando caminó hacia el callejón del sur, me tensé y contuve el aliento. Sus ojos exploraron el callejón, sobre nosotras pero no en nosotras. Tierno. Fingía no poder vernos. Tranquilizarnos con un sentido falso de seguridad. Bastardo sádico. Contuve mi aliento y me preparé para el ataque.

REUNIÓN

Houdini caminó hasta quedar a menos de un pie de mí, miró la pared de enfrente, luego giró su mirada hacia donde estaba yo. Aquí esta vamos. Se tomaba su agradable tiempo, pretendiendo no verme. Entonces, de pronto, encontraría mis ojos y bingo, disfrutaría con el miedo que esperaba ver allí. Apreté los dientes mientras su cabeza se giraba hacia la mía. Pero su mirada se siguió moviendo, directamente sobre mi cara, sus ojos no parpadeaban. Gruñó. Un músculo bajo su cicatriz hizo un espasmo. Se dio vuelta hacia la pared al final del callejón y alzó la vista. Entonces desapareció. Un crujido de papel hizo erupción al otro lado de la pared. Una maldición. Entonces estuvo de vuelta, caminando a zancadas hacia los imbéciles militares.

– Basura quieta al otro lado de la pared -dijo-. No tomaron ese camino. Sobre el contenedor o ustedes, chico, dieron una vuelta incorrecta. Comprobaré al otro lado del contenedor, pero apuesto por esto último. Humanos.

Sus compañeros comenzaron a refunfuñar, pero Houdini había desaparecido ya. Un minuto más tarde volvió.

– Charcos -dijo-. Sin pistas mojadas que conduzcan a ellas. Lo jodieron.

El tipo de la cerradura lo fulminó con la mirada-. ¿Si eres tan gran rastreador, por qué no tomaste la delantera?

– No es mi trabajo -dijo Houdini, caminando al este por el callejón-. Soy un operativo especial.

– Así es -dijo el tipo de la cerradura detrás de él-. Tienes súper poderes. Entonces deberías haber sido capaz de lanzarte en un destello hacia la salida de hotel antes de que se escaparan. Oh, lo lamento. Lo olvidé. No tienes ese poder, ¿verdad?

Houdini no se dio la vuelta, sólo extendió su dedo medio en el aire y siguió andando. El tipo de la cerradura echó un vistazo al contenedor otra vez, luego miró detenidamente el callejón del sur. A menos que fuera ciego de noche, debería habernos visto. Pero no lo hizo. Bufó algo al tercer hombre y salieron después de Houdini.

Cuando estaban fuera del alcance del oído, Ruth se inclinó hacia mí y susurró -Hechizo de Cobertura. Lo habría mencionado, pero no había el tiempo.

Escuché los pasos retirándose, esperando hasta que se hubieran ido, luego me giré hacia ella -Funcionó, pero no creo que tengas algo un poco más inhabilitante en ese bolso de bromas, por si vuelven.

Ruth se rió entre dientes -Lo lamento. Nuestra magia está diseñada para la defensa, no la ofensiva.

– Tenemos algunos encantamientos agresivos -dijo Paige-. Pero llevan tiempo para prepararse.

La boca de Ruth se apretó-.No los usamos. No es nuestra forma de hacer las cosas.

Recordé lo que Houdini dijo sobre las brujas. Personalmente, prefiero detener a mis atacantes permanentemente, pero las brujas parecían tener una filosofía diferente.

Pensando en Houdini, tuve que preguntar, -¿Qué era ese tipo?

– Medio demonio con capacidades de teletransportación -dijo Paige-. En un rango limitado, probablemente no más de 2 a 5 metros. Descendiente de un demonio menor, de ahí la energía diluida. Mi conjetura es que es lo mejor que Winsloe y su hatajo tiene. Es por eso que quieren especimenes mejores.

– ¿Especimenes? -dije.

– Lo explicaremos en la reunión -dijo Ruth-. Ahora mismo tenemos que encontrar algún lugar seguro.

– Puedo meternos en el contenedor -dije-. Es sucio, pero más seguro que volver al hotel.

Ruth asintió con la cabeza y nos apresuramos por el callejón. Saltar al contenedor no era la ruta más agradable, pero era bastante fácil. Un salto de tres metros no era nada para un werewolf. Tampoco el subir a dos mujeres de talla media. El hedor era lo peor de todo, lo suficiente para hacerme perder el apetito, lo cual era una hazaña en sí mismo. Nos bajamos por el otro lado sin oír ningún sonido desde el otro callejón. Nuestros perseguidores se habían ido.

Una vez fuera del contenedor, seguí mi nariz hacia una tienda de rosquillas abierta durante toda la noche. Logramos movernos sigilosamente por el aparcamiento y escabullirnos en los servicios sin llamar la atención. Compré café y rosquillas y los llevé a los servicios donde Paige y Ruth se limpiaban. Mientras ellas comieron, me moví sigilosamente por la puerta con el cartel “sólo empleados” y asalté los armarios de ropa del personal. No estaba segura de lo que encontraría, pero algo tenía que ser mejor que los camisones de noche, de modo que agarré lo que encontré y lo llevé al cuarto de baño. Estuvimos de acuerdo en que era el momento para separarnos.

– Ten cuidado -dijo Ruth cuando me dispuse a marcharme-. Mira sobre tu espalda y ve directamente al aeropuerto. Te veremos en la reunión.

Vacilé, no queriendo dar la impresión de que por juntarme con ellas esa tarde, yo estaba lista para unirme a su reunión, pero Ruth había dado vuelta ya y había comenzado a dirigirse a Paige. Entonces murmuré mis adioses y me marché.

***

Volví a mi hotel y dije al recepcionista que había ido a hacer un poco de jogging mañanero y había dejado mi llave de tarjeta arriba. Me escoltó hasta mi cuarto, lo abrió, y esperó mientras pretendía buscar la llave de tarjeta, aunque, realmente, estaba comprobando si había invitados escondidos. Una vez que se marchó, agarré mis cosas, salí, tomé un taxi al aeropuerto, y llamé a Jeremy.