Al otro lado del cuarto estaba la mesa de bocadillos de las Damas de Compañía. Bueno, no exactamente, pero bastante cerca. La única que faltaba era la matrona de pelo azul que repartía golosinas y protegía la caja de recaudaciones. Había una mesa con una caja de café, un pote de margarina con polvo blanco que, probablemente, era leche en polvo más que cocaína, una pirámide de tazas Styrofoam [5], una de ellas llena de cubos de azúcar, y un plato de rosquillas espolvoreadas. En la pared de atrás, un letrero escrito a mano recordaba a los presentes que el café y las rosquillas valían un cuarto cada una, seguido de una línea roja que aclaraba que eso significaba cincuenta centavos tanto por una rosquilla como por un café, no un cuarto por los dos juntos. Realmente esperaba que la gente del Centro Comunitario fuera la responsable de las golosinas y el letrero. De otra manera… bueno, no quería considerar la alternativa. Sólo digamos si alguien pasaba por la habitación con el plato para poner el dinero de las cuotas de membresía, yo me iba de allí.
Al lado de la mesa había una libreta y, en la página superior, la agenda del día. No les engaño. Tenían una agenda del día, no sólo una lista de temas, sino una lista llena que comenzaba con saludos y refrigerio a las 10:00, discusión a las 10:30, mesa redonda a las 11:45, seguido del almuerzo de 12:15 a 1:15. Eché un vistazo por encima de mi hombro para ver a Jeremy leer la lista, mis labios moviéndose nerviosamente.
– Al menos son organizados -murmuró él, demasiado bajo como para que Paige pudiera oír.
Todos se giraron cuando entramos. Ruth se puso de pie, todas las expresiones reajustándose en una sonrisa de bienvenida cuando intentó esconder su sorpresa.
– Hola -dijo-. Creí que no venían hasta el lunes.
– Nuestros proyectos para el fin de semana fracasaron.
– ¿Oh? Oh, bueno, sí. Entren entonces. Todos, este es Jeremy… Jeremy Danvers, el… líder… ¿Espero que esté bien, líder?… de la…
– Jeremy está bien -terminó él-. Ésta es Elena.
El hombre joven con pelo rubio sonrió abiertamente-. ¿Los infames Werewolves? Gracioso, no parecen werewolves. Nada de cejas conectadas, nada de palmas peludas. Maldición. Otro mito que se va al diablo. Y pensé que todos los werewolves eran machos. Esa definitivamente no es un chico.
– Movimiento de liberación femenina -dije-. Estamos en todas partes ahora.
La sonrisa del hombre joven se ensanchó -¿Nada es sagrado?
– Elena es la única werewolf femenina -dijo Paige cuando caminó hacia la silla vacía-. Los werewolves se hacen de dos formas, heredando los genes o siendo mordido. La mayor parte de los werewolves son hereditarios, ya que pocas personas mordidas por un werewolf sobreviven. Como los genes pasan sólo se heredan por línea masculina, las werewolves femeninas son muy raras.
El hombre joven puso los ojos en blanco -Lo que sigue en Discovery Channel, un examen a fondo de los werewolves y el feminismo por Paige Winterbourne.
– Vete al diablo, Adam.
– No me apresures.
– Ignórenlos, por favor -dijo Ruth-. Adam y Paige se conocen desde niños. A veces sospecho que no han crecido mucho en los años intermedios. Ahora, presentaciones. Ésta al lado mío es Paige y el hombre joven es Adam, en caso de que no haya sido perfectamente obvio. Nuestra generación más joven. El pobre hombre atrapado entre los dos es Kenneth.
El hombre de mediana edad parpadeó, como si volviera a la tierra. Nos miró y dirigió una sonrisa confusa.
– Al otro lado de Adam está Cassandra.
La sonrisa de la mujer de cabello castaño rojizo no alcanzó sus ojos, que nos estudiaban con interés, pero poca emoción.
– Esto no es lo que ustedes realmente quieren saber, ¿verdad? -dijo Adam-. Al menos, esa no es la parte buena, no quiénes somos, sino qué somos, ¿verdad? Aunque probablemente sea mejor explicar las dos partes por separado o esto terminará por sonar como una presentación de AA [6] con el maldito. “Hola, mi nombre es Adam y soy un medio demonio.”
– ¿Medio…? -dije.
– Exactamente lo que suena. El humano de Mamá. La encarnación viva del mal absoluto de Papá. Por suerte, obtuve mi apariencia del lado de Mamá. Mi padre no exactamente material para GQ [7]. No me pregunten lo que mi madre pensaba. Obviamente demasiado tequila esa noche.
– Los demonios toman forma humana para violar o seducir mujeres humanas -dijo Paige-. Los medio demonios siempre tienen aspecto humano. Heredan otras cualidades de sus padres. Cada uno tiene poderes diferentes, según el tipo de demonio que los engendró.
– Los X-Men del bajo mundo-dijo Adam-. Ahora que Paige ha resumido con tanto esmero mi bigrafía, aquí está la historia del resto. Paige y Ruth, brujas, pero ustedes ya lo sabían. Cass, vampiro. Ken, chamán. ¿Saben lo que es un chamán?
– Sí -dijo Jeremy.
– Entonces eso es todo. Las razas sobrenaturales principales, todas en un lugar, como un Refugio de Satán.
– Adam, por favor -dijo Ruth. Se volvió hacia nosotros-. A Adam le gusta bromear, pero puedo asegurarles, no somos malos, ni Discípulos de Satán, ni nada por el estilo.
– Sólo gente normal -dijo Adam-. Con algunas sutilezas.
Eché un vistazo a Adam. Entonces, este era un medio demonio. Uh-huh. Nunca había oído de medio demonios antes de Pittsburgh, pero estaba segura de que si tales cosas existieran, no se deberían parecer a este tipo. Cualquier representación de demonios que yo había visto alguna vez, tenía absolutamente claros varios puntos: tenían cascos hendidos, pezuñas, cuernos, y colas. Lógicamente, entonces, un medio demonio debería tener al menos la piel mala. No debería ser un muchacho con cara de niño, tan americano que parecía como los tipos que saludan a los visitantes en Disney World. Tal vez esa era la idea. Tal vez se suponía que los medio demonios debían parecer encantadores e inofensivos. Sería mucho más fácil tentar a mortales hacia el mal sin pezuñas y cuernos arruinando la importantísima primera impresión. Quizás bajo aquel exterior de ojos muy abiertos estaba al acecho un alma de pura maldad.
– Sillas -dijo Adam, poniéndose de pie-. Ustedes, chicos, necesitan sillas. Esperad. Estaré de vuelta de un salto.
Tal vez, profundamente escondida, estaba la fuente del mal. Muy profundamente escondida.
Luego, estaba Cassandra. ¿Un vampiro? ¿A quién engañaba? Se parecía tanto a una sanguijuela no muerta como yo a un monstruo medio lobo. Está bien, mala analogía. El punto era que Cassandra no podía ser un vampiro. No era sólo su aspecto. Vamos, ella se parecía menos a un demonio que duerme en una cripta que a una ejecutiva de Wall Street, la clase de mujer cuyos vestidos de diseñador, manicura perfecta, y maquillaje casi impecable eran una trampa a la espera de saltar sobre alguien que confundiera el envoltorio con un signo de blandura interior. Pero el problema era más profundo que esto. Mucho más profundo. Primero, no había colmillos, nada de colmillos de gran tamaño. Segundo, estaba sentada en un cuarto con luz del sol entrando por las ventanas. Tercero, no había forma en el infierno de que pudieran convencerme de que cualquier mujer pudiese peinar su cabello y aplicar su maquillaje tan bien si no podía ver su reflejo en un espejo. Ni siquiera con un espejo de tres caras, puedo poner mi pelo en un moño sin dejar mechas que se me escapan en todas direcciones.