Como parte de la Manada, vivía con el Alfa, Jeremy Danvers, y Clayton Danvers, su hijo adoptivo/guardaespaldas/segundo al mando, quién era también mi socio/amante/amargura de mi existencia… Pero esto se está complicando. De vuelta al punto. Como todos los demás en la Manada, yo tenía responsabilidades. Uno de mis trabajos era supervisar la Internet en busca de signos de algún perro mestizo que estuviera llamando la atención. El lugar que vigilaba era believe.com, aunque raramente encontraba algo que mereciera más que una desdeñosa leída. En febrero pasado había perseguido algo en Georgia, no tanto porque el problema mereciera alarmas mayores, sino porque el Estado de Nueva York había estado en medio de una tormenta de nieve de una semana y cualquier lugar al sur de las Carolinas sonaba a cielo.
El mensaje que leía ahora era diferente. Tenía alarmas resonando con tanta fuerza que después de que lo hube leído el martes, había dejado un mensaje para el vendedor inmediatamente, y había concertado una reunión con él en Pittsburgh para el viernes, esperando tres días únicamente porque no quería parecer demasiado impaciente.
El mensaje decía: “Werewolves. Información valiosa para vender. Sólo verdaderos creyentes. Dos personas sin hogar asesinadas en Phoenix en 1993-94. Al principio creídas matanzas de perros. Gargantas rasgadas. Cuerpos parcialmente comidos. Una huella canina de gran tamaño encontrada cerca del segundo cuerpo. Todas las demás huellas borradas (¿perros muy prolijos?). Un zoólogo identificó la huella como la de un lobo muy grande. La policía investigó los zoológicos locales y concluyó que el zoólogo estaba equivocado. La tercera víctima fue una prostituta. Su compañera de habitación dijo que ella tuvo una invitación para toda la noche. Encontrada muerta tres días más tarde. El mismo patrón de las matanzas anteriores. La compañera de habitación condujo a la policía al hotel usado por la víctima. Se encontraron pruebas de sangre limpias en la habitación. Policía poco dispuesto a cambiar foco a asesino humano. Decididamente la tercera víctima fue asesinada por un tipo que siguió el patrón de las matanzas anteriores (¿Un perro copión?). El caso permanece abierto. Todos los detalles en registro público. Revisar el Arizona Republic para verificar. El vendedor tiene más. Los medios de comunicación son bienvenidos.
Una historia fascinante. Y completamente verdadera. Jeremy era responsable de comprobar el periódico buscando matanzas y otras actividades potencialmente werewolf. En el Arizona Republic él había encontrado el artículo que describía la segunda matanza. La primera no había salido en los periódicos porque una persona sin hogar muerta no era noticia. Yo había ido a investigar, llegando demasiado tarde para ayudar a la tercera víctima, pero a tiempo para asegurar que no habría una cuarta. El perro mestizo culpable estaba sepultado bajo seis pies de arena de desierto. La Manada no era amable con asesinos de hombres.
No habíamos estado preocupados por la investigación de la policía. En mi experiencia, los detectives de homicidios son un grupo brillante, bastante listo como para saber que no hay tal cosa como werewolves. Si encontraran cuerpos con evidencias caninas, verían una matanza ocasionada por perros. Si encontraran cuerpos con evidencias humanas, verían la matanza de un psicópata. Si encontraran cuerpos tanto con evidencias humanas como con caninas, verían a un psicópata con un perro o un asesinato terminado por un perro. Nunca, ninguna vez, habían visto un cuerpo parcialmente comido, con huellas de patas, y piel de perro y dicho, "¡Mi Dios, tenemos a un werewolf!" Incluso los tipos raros que creían en werewolves no veían tales asesinatos como matanzas de werewolfs. Estaban demasiado ocupados buscando bestias enloquecidas, medio humanas que aúllan a la luna llena, bebés robados de sus cunas, y huellas dejadas al azar que misteriosamente cambian de patas a pies. De modo que cuando leí algo como esto, tuve que preocuparme del resto de la información que el tipo vendía.
La parte de “los medios de comunicación son bienvenidos” me preocupó también. Casi todos los mensajes en believe.com terminaban con “los medios de comunicación no necesitan informarse". Aunque los vendedores fingieran que la advertencia era supuestamente para desalentar a los periodistas de los periódicos populares que destrozarían sus historias, realmente estaban preocupados de que un reportero legítimo los pudiera sacar a la luz y humillarlos. Cuando iba a investigar tales reclamaciones, usaba el aspecto de ser un miembro de una sociedad paranormal. Esta vez, ya que el vendedor no tenía ningún problema con los medios, pretendí ser una periodista, lo que no era en su mayor parte una exageración, ya que era mi profesión, aunque mi trabajo típico fueran artículos a medio tiempo acerca de los políticos canadienses, lo cual evidentemente nunca incluía ninguna mención de fenómenos demoníacos, aunque eso pudiera explicar la subida de los neo-conservadores.
Una vez en Pittsburgh, agarré un taxi, me registré en un hotel, dejé mis maletas y me dirigí a la reunión. Se suponía que me encontraría a la vendedora, Sra. Winterbourne, – afuera de un lugar llamado Té para Dos. Era exactamente lo que parecía, una tienda cursi que se vendía té pasado el medio día y almuerzos ligeros. El exterior era de ladrillos blanquecinos adornados con rosa pálido y azul. Filas de antiguas teteras se alineaban en los alféizares. Dentro había diminutas mesas bistró con telas de lino blancas y sillas del hierro forjado. Entonces, después de todo este trabajo para hacer el lugar tan repugnantemente dulce como era posible, alguien había pegado un pedazo de cartón marcado a mano en la ventana delantera informando a los transeúntes que la tienda también vendía café, café exprés, latte, y “otras bebidas a base de café."
La Sra. Winterbourne había prometido encontrarme delante de la tienda a las tres treinta. Llegué a las tres treinta y cinco, eché una ojeada dentro, y no encontré nadie esperando, entonces salí otra vez. Perder el tiempo delante de un salón de té no es como hacerlo en una cafetería. Después de unos cinco minutos, la gente dentro comenzó a mirarme fijamente. Un camarero salió y preguntó si podía "ayudarme." La aseguré que esperaba a alguien, en caso de que me confundiera con un vagabundo solicitando bollos de sobras.
A las cuatro, una mujer joven se acercó. Cuando me di vuelta, ella sonrió. No era muy alta, medio pie más pequeña que mis cinco pies con diez. Probablemente a principios de sus veinte años. Pelo castaño rizado, facciones regulares, y ojos verdes, el tipo de mujer joven más a menudo descripta como “agradable”, aquella cómoda descripción significaba que no era una belleza pero no había nada que la condujera al reino de la fealdad. Llevaba puestos lentes de sol, un sombrero de ala ancha, y un vestido que dejaba entrever la clase de figura que los hombres amaban y las mujeres odiaban, las curvas llenas tan calumniadas en un mundo de Jenny Craig [1] y Slim-Fast
– ¿Elena? -preguntó, su voz un contralto profundo-. Elena… ¿Andrews?
– Uh-si – dije-. ¿Sra. Winterbourne?
Ella sonrió-. Una de ellas. Soy Paige. Mi tía llegará dentro de poco. Llegó temprano.
– No – dije, devolviendo una sonrisa de alto voltaje-. Usted llega tarde.
Ella parpadeó, asombrada por mi descortesía-. ¿No se suponía que nos encontraríamos a las cuatro treinta?
– Tres treinta.
– Estaba segura.
Tiré la impresión de nuestra correspondencia por e-mail de mi bolsillo.