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Cerré mis ojos para afilar mi oído y rastreé el susurro de la respiración de Clay, trazando un mapa contra Tucker. El espacio entre ellos se cerraba. Entonces, cuando esperé el sonido del ataque, dos clics fuertes rompieron el silencio. Armas.

Embestí contras la entrada abierta. Paige agarró la espalda de mi camisa, deteniéndome mientras dos guardias salían de sus escondrijos, sus armas en la cabeza de Clay.

ANIQUILACIÓN

Clay se congeló a mitad del paso. Sus ojos vacilaron de una guardia al otro, pero no se movió, ni siquiera completó su paso. Tucker se dio vuelta para afrontarlo, sonriendo.

– Entonces eres tú -dijo Tucker-. El bruto que sacó a mis hombres cerca de Augusta. Si no hubiéramos encontrado la cámara, yo no lo habría creído. Tres de mis mejores hombres. Asesinados por un perro rabioso.

Clay no dijo nada. Adam, Paige, y yo esábamos parados en la entrada abierta. Tucker no hizo caso de nosotros.

– No fue una mala idea, inutilizar las radios y alarmas -dijo Tucker-. Nada mal, pero tampoco brillante. Subestimaste cuán bien he entrenado a mis hombres. Tan pronto como Jackson comprendió que teníamos una violación, él envió a uno de su equipo para advertirme personalmente.

Paige sostuvo mi brazo. Mientras Tucker hablaba, ella lo apretaba. Pensando que estaba asustada, no la alejé. Entonces ella me pellizcó con tanta fuerza que tuve que morder un gemido. Cuando la fulminé con la mirada, ella asintió con la cabeza casi imperceptiblemente hacia el guardia cercano. Le devolví una sacudida de cabeza igualmente discreta. No había manera de que yo pusiera en peligro la vida de Clay atacando un guardia. Paige apretó mi brazo con más fuerza y me lanzó una mirada impaciente. Me di vuelta lejos.

Tucker continuó -Sí, sé que estamos cuatro a tres ahora mismo. No son probabilidades excepcionales para nuestro lado, pero espero que mejoren en cualquier momento. Uno de mis hombres reúne la reserva mientras hablamos -Él inclinó su cabeza-. ¿Oigo pasos? Creo que lo hago. Pero tú eres el que tiene audición biónica. Dime, ¿Cuántos hombres se acercan? ¿Cuatro? ¿Seis? ¿Diez?

Paige murmuró en voz baja. No sonaba como español… ¡Mierda! Ensayaba lanzando un hechizo. Antes de que pudiera detenerla, el guardia que estaba más lejos de nosotros se tensó. Miró de un lado al otro, sólo con movimiento de ojos, lentamente entrando en pánico. Supe entonces lo que Paige había lanzado: un hechizo de agarre. Paige liberó su apretón a mi brazo y volé hacia el guardia más cercano. Mientras me lanzaba hacia él, un tiro salió despedido hacia el techo. Tiré el arma de sus manos mientras caíamos al suelo. El segundo guardia se daba vuelta ahora, el hechizo roto.

Adam paso por encima de mí y lanzó al otro guardia hacia la pared. Clay agarró a Tucker por el cuello. Mientras conducía mis puños hacia el estómago de mi objetivo, su rodilla me atrapó en el pecho, girándome. Olor a carne ardiendo llenó el cuarto. El otro guardia gritó. Al sonido, mi guardia vaciló justo lo suficiente para aguantar mi respiración. Lo levanté sobre mi cabeza y lo lancé hacia un juego de pesados anaqueles de acero. La parte de atrás de su cabeza se golpeó en la esquina del anaquel superior. Colgó allí un minuto, suspendido en el aire. Sus ojos parpadearon una vez, luego volcó su cara hacia el suelo, la sangre salía a borbotones de una grieta detrás de su cráneo. Clay comprobó el pulso del guardia mientras me paraba.

– Muerto -dijo.

Un vistazo a Tucker y al otro guardia me dijo que ellos sufrían de la misma condición.

– ¿Puedes oír a alguien viniendo, querida? -preguntó Clay.

– Tucker estaba mintiendo -dije-. Pero vienen ahora. Al menos cuatro. No menos de siete. Deberíamos correr.

– ¿Correr? -dijo Adam-. ¿Sus siete contra nosotros cuatro? Esas son probabilidades decentes.

– Quiero excelentes, no decentes. Siete a cuatro casi garantiza una pérdida en nuestro lado. ¿Te ofreces para la posición?

Adam echó un vistazo a Clay.

– Elena tiene razón -dijo Clay-. Corremos ahora y esperaremos a que se dispersen. Si no lo hacen, escogemos el campo de batalla. Aquí, estamos arrinconados.

Dejamos el armario de armas.

***

Aunque yo podía oír la llegada de los guardias, no estaban a la vista aún. Los vimos a la vuelta de la esquina. Entonces nos metimos en una entrada abierta.

– Están en el armario de armas -susurré mientras escuchaba-. Hablan… ven a Tucker. Uno -no, dos se quedan para comprobar señales de vida. El resto va a seguir buscando. Han reducido la marcha a un paso, pero vienen por este camino.

– Se han separado -murmuró Clay-. Pero no por mucho tiempo.

Me di vuelta a Paige-.¿Puedes lanzar ese hechizo de cobertura?

– Claro -dijo.

– Eso funciona… ¿realmente?

Su cara se oscureció-.Por supuesto -se detuvo y asintió con la cabeza-. Funcionará. Es un hechizo nivel tres. Soy una aprendiz nivel cuatro. Hechizos de agarre son de cuarto nivel, que es el por qué me dan un poco de problemas.

– Bien. Ustedes tres esperen aquí en la entrada. Paige lanzará su hechizo de cobertura. Quedénse quietos y no les verán. No me cubras, Paige. Seré el señuelo y los conduciré por delante de ustedes. Clay y Adam pueden atacar por la espalda. Una vez la atención de los guardias, y sus armas, estén lejos de mí, me uniré a la lucha.

Paige sacudió su cabeza-.Yo seré el señuelo.

– No tenemos tiempo para discutir -dijo Clay.

– Tú, Adam, y Elena son luchadores. Yo no. Mejor tener tres al ataque. Además, Elena puede no parecer demasiado amenazante, pero cuando estos tipos me vean, las palabras ‘pateen el trasero de la perra’ no entrarán siquiera en sus mentes. No esperarán una lucha.

– Ella tiene razón -dijo Clay.

Vacilé.

– Estaremos aquí mismo -me susurró Clay, demasiado bajo para que los demás oyeran-. Ella estará bien.

– A sus lugares todos -dijo Paige-. Aquí vienen.

***

En la consiguiente batalla, Adam atrapó una bala en el hombro. Doloroso, pero no incapacitante. Los guardias murieron. Todos, los cuatro que había venido por la esquina, más los dos que se habían quedado para comprobar a Tucker, más otros tres que llegaron antes de Paige terminara de lanzar un hechizo de curación para detener el sangrado de Adam. Nueve guardias. Todos los muertos. Cuando termimos, Paige se puso de pie entre los guardias muertos, miró los cuerpos, y se perdonó. Pasó los pocos minutos siguientes en un cuarto vacío. No la molestamos. Ella no era la única que había visto suficiente muerte ese día. Cuando pensé en toda la matanza por venir, los guardias y el resto del personal que no habíamos encontrado aún, mi propia resolución comenzó a vacilar. Era demasiado. Sí, yo había matado antes, pero habían sido callejeros, asesinos, y sus muertes habían sido espaciadas durante todos mis años como werewolf. Matar a tantas personas, en un tiempo tan corto… Yo sabía que tendría pesadillas sobre este día, que vería sus caras, me preguntaría si tenían mujeres, novias, niños. Me dije que no podía pensar en esto. Tenían que morir para proteger nuestros secretos. Habían entendido el peligro cuando fueron contratados en este proyecto. Saber eso no lo hacía ni un poco más fácil. Los cuerpos se amontonaban, y desesperadamente quise encontrar algún modo de evitar la matanza. Pero no había ningún otro camino. Todos tenían que morir.

Adam, Clay, y yo no cambiamos ni siquiera una palabra mientras Paige se fue. Cuando ella volvió, su cara estaba pálida, pero severa.

– Terminemos con esto -dijo.