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Coop soltó su tablilla con sujetapapeles.

– Han llegado los resultados del AFIS. Me temo que no hay buenas noticias -le anunció-. No sólo no han encontrado ninguna coincidencia para la huella parcial del pulgar que hallamos en el tirador metálico, sino que ni siquiera han encontrado una coincidencia probable. Vamos a necesitar una huella de mejor calidad.

– ¿Ha habido suerte con las joyas?

– Sólo hemos comprobado una bandeja. Hasta ahora, todas las huellas pertenecen a Emma Hale. Vamos a tardar unos cuantos días en examinarlas todas.

Darby asintió. Las pruebas de detección de huellas con cianoacrilato, el principal componente químico del pegamento Superglue, arrojaban unos resultados espectaculares, pero el proceso era lento. Además, después de la fijación de la huella dactilar con el reactivo faltaba el paso adicional de añadir un polvo de contraste para poder conservar las huellas a fin de retirarlas luego.

– ¿Cómo ha transcurrido la reunión con el padre? -quiso saber Coop.

Darby se sentó de un salto sobre la mesa del fondo y les contó la conversación con Hale y el posterior robo en su oficina.

– Qué ladrones más oportunos… -exclamó Coop-. ¿Crees que Fletcher sabe lo del relicario desaparecido?

– El único modo que tendría de saberlo sería que hubiese tenido acceso a nuestro expediente con las pruebas -señaló Darby-. Y Hale no tiene ninguna copia.

– Entonces, ¿qué cojones estaba haciendo Fletcher allí?

– No tengo ni idea. Me gustaría hablar de la estatua de la Virgen María.

– No hemos encontrado huellas.

– Ya lo sé -dijo Darby-. O nuestro hombre la limpió antes de meterla en el bolsillo o bien llevaba guantes. Pero llevar guantes mientras se sujeta una aguja de coser sería un poco peliagudo, ¿no os parece?

– Depende del tipo de guantes que llevase. Si eran guantes de esquiar o de piel gruesa, entonces sí, sería difícil sostener una aguja y coser el bolsillo, pero si llevaba guantes de látex… -Coop se encogió de hombros.

– ¿Y si no llevaba guantes? -sugirió Darby-. ¿Y si cosió el bolsillo con las manos desnudas?

– Ya sé adonde quieres ir a parar. Intentar extraer una huella latente de la ropa… eso rara vez funciona. Las fibras textiles no retienen las características de las crestas de la huella.

– Es cierto, por lo general -concedió Darby-. Pero los pantalones de deporte de Chen son de nailon, y el área alrededor del bolsillo estaba manchada de sangre. ¿Y si el asesino dejó allí su huella?

– Entonces la pregunta es cómo extraerla sin dañar la muestra de sangre para la prueba de ADN.

– Hay algunos reactivos químicos que podemos utilizar sin dañar los loci STR principales.

Woodbury, que hasta entonces había escuchado en silencio, intervino en ese momento.

– Si vas por ahí, yo no te aconsejaría utilizar un reactivo de peroxidasa. Para empezar, no son fáciles de utilizar, y en segundo lugar está el problema de la toxicidad.

– ¿Y si utilizamos una solución basada en un tinte general para la tinción de proteínas? -propuso Darby.

Woodbury se quedó pensativo.

– Eso sería más seguro -dijo al cabo de un momento-. Haré algunas averiguaciones y veré si puedo dar con la… receta adecuada.

– Y tendremos que aguardar a que se seque la ropa -añadió Coop.

– Quiero examinar la piel de Chen -dijo Darby-. Quiero ver si nuestro hombre la tocó directamente con las manos.

– Yo diría que las posibilidades de que una huella latente haya sobrevivido tanto tiempo bajo el agua son casi nulas.

– Coop, ¿cuál es la primera regla de la que me hablaste respecto a las huellas dactilares?

– Que no hay reglas.

– Exacto -dijo Darby, bajándose de la mesa de un salto-. Deja que te explique lo que me ronda por la cabeza…

Capítulo 26

Coop debía terminar de examinar las joyas del interior de la vitrina hermética, y dijo que se reuniría con ellos en el depósito. Keith Woodbury ayudó a Darby a trasladar los artículos que necesitaba.

El cuerpo desnudo de Judith Chen yacía sobre una mesa de acero. Mientras Woodbury preparaba el equipo en una habitación contigua, Darby enchufó la Luma-Lite portátil y, con unas gafas de seguridad de vidrios tintados de color naranja, pasó la barra de luz por encima del cuerpo de Chen.

A 180 nanómetros, Darby halló manchas de sangre diluidas en la cara y el pecho de la mujer. En la frente detectó una marca con la forma de la letra T. A Darby le recordó un crucifijo.

Se paró varias veces a ajustar la longitud de onda de la luz. A 525 nanómetros, descubrió una huella latente completa y llamó a Coop.

– Bingo.

– No me jodas.

– No te jodo -dijo Darby-. Tengo una preciosa huella latente en la frente de la chica. Está en la punta de, no te lo pierdas, una cruz.

– ¿Me estás diciendo que lleva una cruz en la frente?

– Yo diría que la bautizó antes de tirarla al agua. ¿Es que no aprendiste nada en la escuela católica?

– He intentado bloquear todos los recuerdos -contestó Coop-. ¿Y cómo vamos a sacar la huella?

– Yo recomiendo usar Superglue; Keith está montando la cámara hermética ahora mismo. Meteremos el cuerpo de Chen en la cámara y una vez que el cianoacrilato haya hecho su efecto, podemos fijar la huella usando polvos ultravioleta y luego revelarla con algo como tinte Ardrox. Puesto que tú eres el experto en dactilares, te dejaré a ti hacer la llamada.

– Gracias.

– De nada -dijo Darby-. Y ahora, haz el favor de mover el culo hasta aquí y tráete ese pulgar latente parcial.

Darby dejó a Coop y a Woodbury a cargo de retirar la huella de la frente de Chen y se fue en coche a Natick.

Judith Chen vivía con una compañera de piso en un dúplex, en la esquina de una calle bulliciosa. Había un coche patrulla de Natick parado en la entrada. Por lo demás, el resto de la calle estaba tranquila. Bien. No había periodistas.

Darby le mostró su identificación al agente de guardia.

– El dormitorio está en el segundo piso, justo encima de las escaleras -le explicó él al tiempo que salía del coche-. Los padres han estado aquí antes. No se han llevado nada.

– ¿Y la compañera de piso de Chen?

– No lo sé. Volvió a casa de sus padres; es de Long Island, estoy casi seguro. Se marchó de aquí a principios de diciembre. Se ha tomado el semestre libre. Le entró miedo con la desaparición de Chen y ya no quiso seguir viviendo aquí sola. Le conseguiré su nombre y número de teléfono.

La casa estaba a oscuras. Darby encendió la luz y subió las escaleras.

Había un cuarto de baño en lo alto de la escalera. Estaba impoluto, y Darby se preguntó si la compañera de piso lo habría limpiado antes de irse.

Abrió el armario del baño y vio que la mitad izquierda estaba vacía. El lado derecho contenía objetos que, casi con toda probabilidad, pertenecían a Chen: frascos, tubos y botes de maquillaje y cremas de toda clase; montones de Alka-Seltzer y fármacos para combatir el resfriado. Había dos botes de medicamentos con receta: Paxil, un antidepresivo, y algo llamado Requip.

Darby echó a andar por el pasillo. Tardó unos instantes en encontrar el interruptor de la luz del dormitorio.

En la pared había una fotografía enmarcada de Judith Chen abrazada a un cachorro de labrador, la misma foto que Darby había colgado en la pared de su estudio.

Algunos de los marcos de foto estaban en el suelo, y Darby se preguntó si los padres se las habrían llevado ese mismo día. En la cama había un edredón de color rosa y cojines a juego. Darby se fijó en las marcas que, seguramente, habían dejado los padres al sentarse.

Darby se alegró de que, al parecer, la habitación estuviese en orden. Quería ver cómo había vivido aquella chica.

Sobre un escritorio diminuto descansaba un pequeño portátil Dell. Encendió el flexo. En la esquina de la mesa había apilados tres gruesos tomos de química y varios cuadernos de espiral. Todo estaba cubierto de polvo.