– No sé nada sobre el caso, inspector jefe Chen -aseguró Shen, algo turbado-. Sólo puedo hablar acerca del vestido.
– Gracias, Shen. Sus conocimientos han arrojado mucha luz sobre la investigación.
Chen no mencionó, sin embargo, que también planteaban más preguntas de las que resolvían. De ser tan antiguo como creía Shen, el vestido mandarín no era popular cuando lo confeccionaron. Quienquiera que lo hubiera confeccionado, lo hizo sin tener en cuenta la moda de la época. Esto sugería una posible causa que se remontaba aún más atrás en el tiempo, lo que a su vez planteaba nuevos interrogantes.
Shen sostenía la última gamba viva entre los palillos cuando sonó con estridencia el teléfono móvil de Chen. Shen se sobresaltó y la gamba volvió a caer dentro del cuenco, salpicando y saltando como si hubiera escapado a su sino.
La llamada era de un periodista delWenhui que quería conocer la teoría de Chen sobre el caso del vestido mandarín rojo.
– Lo siento, no puedo darle ninguna teoría. Estoy de permiso, escribiendo un trabajo de literatura.
Nada más colgar, Chen lamentó haber hecho tal afirmación. Pese a ser cierta, podría dar pie a todo tipo de especulaciones.
– ¿Es verdad eso que ha dicho? -inquirió Shen, levantándose lentamente-. «El más inútil es un erudito», como yo, pero puede que no haya demasiados policías competentes como usted.
Chen se levantó para ayudar a Shen a salir del restaurante sin hacer ningún comentario.
Cerca de la salida, vieron un par de peceras grandes de cristal con gambas y peces vivos. Todos nadaban a ritmo pausado, sin saber que su destino cambiaría cuando le tomaran nota al próximo cliente.
9
Al salir del restaurante, Shen caminó lentamente hasta el bordillo y luego se agachó para entrar en un taxi, con el cuerpo doblado como el de una gamba.
Mientras despedía al taxi agitando la mano, Chen se reprochó a sí mismo el haber concebido semejante imagen. Shen era original como poeta, y también como erudito. Quizá su éxito académico se debiera a su poética imaginista. Para Shen, un vestido no era un mero trozo de tela, sino una imagen llena de significados y de asociaciones.
Una imagen orgánica con vida propia, que podía ser más elocuente que muchas páginas escritas.
Chen recordó una imagen similar enNiebla en el pasado, la novela que había leído muchos años atrás en el Parque Bund. Se trataba de la primera aparición de la heroína, tocada con «un pequeño gorro de piel, como un fez». Era un detalle simbólico en el texto, porque la sobrina de la protagonista también aparecía con un gorro de piel parecido a un fez en otra ocasión. Una insinuación sutil, tal y como la interpretó Chen, sobre las similitudes entre ambas. Cuando leyó la novela por primera vez, «fez» era un vocablo que no conocía, así que lo buscó en un diccionario. Lo definía como un «tocado de fieltro rojo, en forma de maceta invertida».
Dada su predilección casi sentimental por la novela, Chen no creía que una película pudiera hacerle justicia a la obra original, por lo que se propuso no esperar demasiado de la que Peiqin le había enviado. Con todo, no pudo evitar sentirse decepcionado. Era una película en blanco y negro, y el tocado que le había vuelto a la memoria no destacaba en absoluto.
En cuanto al vestido mandarín rojo, ¿qué podía simbolizar?
Chen, aún absorto en sus pensamientos, continuaba saludando con la mano en plena calle pese a que el taxi había desaparecido hacía rato.
Una imagen acertada podría tener significado tanto para el autor como para los lectores. En el poema de Shen, el apego al hogar se reflejaba vividamente en la frase «lombriz mutilada». Por otra parte, una imagen desacertada, aunque tuviera sentido para su autor, podía resultar incomprensible para los lectores.
El asesino no era un escritor preocupado por si sus lectores podían entenderlo. Cuanto más sorprendentes resultaran sus actos, más satisfecho se sentiría él, y mayor sería su triunfo.
De pronto Chen notó que algo vibraba en el bolsillo de su pantalón. El móvil. Vio en la pantalla del teléfono que esta vez lo llamaba el secretario del Partido Li.
– Quiero que reduzca sus semanas de permiso. No se preocupe por su trabajo de literatura, camarada inspector jefe Chen. Hay que encontrar al asesino antes de que vuelva a matar. No hace falta que se lo diga.
– Estoy siguiendo el caso muy de cerca, secretario del Partido Li.
Al menos eso era cierto, aunque Chen no mencionó las pesquisas que estaba realizando por su cuenta. Tenía la impresión de que el asesino no sólo era sumamente inteligente, sino que además tenía contactos importantes. Por una vez, Chen contaba con la ventaja de permanecer entre bastidores, y quería aprovecharla.
– El Gobierno municipal está preocupado por el caso. Un destacado camarada ha vuelto a mencionar su nombre esta mañana.
– Lo sé. Lo hablaré con el subinspector Yu.
– Entonces vuelva al Departamento esta tarde.
– Esta tarde… -A Chen no le gustaba recibir órdenes de Li, y tampoco estaba listo para volver-. Tal vez no sepa que he estado revisando el caso del complejo residencial de la manzana nueve oeste. El director Zhong del Comité para la Reforma del Sistema Legal de Shanghai me ha pedido que…
– Así que su trabajo sobre literatura china es sólo una excusa -lo interrumpió Li bruscamente-. Podría habérmelo dicho antes.
Otro comentario imprudente. Chen había dado por sentado que, con aquel argumento, se sacaría de encima a Li durante algún tiempo. No se le ocurrió que Li se molestara por no haberle informado de que colaboraba en otro caso. Ahora Li pensaría que Chen no respetaba su autoridad.
– No, no es una excusa. Me refiero al trabajo de literatura. Es cierto que lo tengo que entregar a tiempo. En cuanto al asunto del complejo residencial, supongo que habrá oído que es un caso políticamente delicado. Por el momento no he hecho ninguna aportación, no había nada de que informar.
De hecho, Chen se había enterado de que se estaba librando una lucha de poder en la Ciudad Prohibida. Ahora que varios altos cuadros de Shanghai estaban implicados en el escándalo, algún mandamás de Pekín quería explotar el caso por motivos aún no desvelados.
– Usted es una figura de arcilla demasiado grande para nuestro pequeño templo, inspector jefe Chen.
– No diga eso, secretario Li. Voy a hablar del caso del vestido mandarín rojo con el subinspector Yu, le doy mi palabra.
Tras hablar con Li, en lugar de volver a la biblioteca, Chen llamó a Yu.
– Lo siento, jefe. Tuve que salir deprisa esta mañana y no vi al señor Shen.
– No se preocupe por eso. Acabamos de comer juntos y Shen me ha dado toda una conferencia sobre el vestido mandarín.
– ¿Dónde está ahora?
– Cerca de la Biblioteca de Shanghai.
– ¿Tiene algo de tiempo esta tarde? Me gustaría hablar con usted.
– Sí, y a mí con usted.
– Estupendo. ¿Dónde podemos quedar?
– Bueno…
No parecía muy apropiado hablar de un caso de asesinato en la biblioteca. Miró a su alrededor, y vio un bar-alfarería a la vuelta de la esquina en el que sólo había una pareja joven.
¿Qué le parece el bar-alfarería en la esquina de la calle Fengyang, frente a la biblioteca?
– Ah, ese sitio está muy de moda. Estaré ahí en veinte minutos.
Chen entró en el bar, cuyo interior tenía forma de ele. La parte más alargada parecía una cafetería convencional, pero la parte más corta era una especie de taller de alfarería, con grandes tableros, montones de arcilla y un horno en un extremo. Los clientes podían modelar algún objeto de cerámica mientras disfrutaban de una taza de café. Quizá por la hora, el taller estaba vacío a excepción de la pareja joven, mientras que Chen era el único cliente de la cafetería. O quizás había poca gente por el precio. Aquí un café costaba mucho más que en una cafetería normal y corriente.