– ¿Ha oído hablar del caso del complejo residencial de la manzana nueve oeste?
– ¿La manzana nueve oeste? Sí, el complejo residencial de Peng Liangxin, en una de las mejores zonas del centro de la ciudad. He leído algún artículo sobre el asunto.
En la reforma que se estaba llevando a cabo en China, algunas de las oportunidades comerciales más increíbles habían surgido en el sector de la construcción. Tiempo atrás, cuando el Estado controlaba toda la tierra, la asignación de viviendas dependía de comités estatales. Al propio Chen le habían asignado una habitación a través de la cuota del Departamento, pero a principios de la década de 1990 el Gobierno empezó a vender terrenos a los empresarios emergentes. Peng -apodado el Bolsillos Llenos Número Uno de Shanghai- era uno de los primeros constructores que más se enriquecieron. Dado que los funcionarios del Partido decidían los precios de los terrenos y su asignación, los corruptos pululaban como moscas en busca de sangre. A través de sus contactos, Peng obtuvo el permiso gubernamental necesario para comenzar a urbanizar la manzana nueve oeste. Tuvieron que derribar los viejos edificios de la zona para poder construir los bloques nuevos, y Peng expulsó a los vecinos que vivían allí. Sin embargo, la gente empezó a quejarse de los «agujeros negros» en la operación comercial, y no tardó en estallar el escándalo.
Pero ¿qué podía hacer Chen? Obviamente, en un proyecto tan descomunal como el de la manzana nueve oeste habría bastantes funcionarios involucrados. Podía convertirse en un caso importante, de consecuencias políticas desastrosas. La minimización de daños, supuso Chen, sería probablemente la tarea que pensaban encomendarle.
– Sí, creemos que usted debería investigar el caso. Especialmente a Jia Ming, el abogado que representa a esos vecinos.
– ¿Jia Ming? -Chen estaba aún más sorprendido. No conocía ningún detalle sobre el caso de corrupción. Había oído decir que Jia era un abogado de éxito, pero ¿por qué tendría que investigar a un abogado?-. ¿Es el abogado que defendió el caso de Hu Ping, el escritor disidente?
– El mismo.
– Director Zhong, lo siento muchísimo. Me temo que no puedo ayudarlo con su caso. -Chen proporcionó de inmediato una excusa, en lugar de negarse abiertamente-. Me acabo de inscribir en un máster especial en la Universidad de Shanghai. Literatura clásica china. Es preciso dedicar las primeras semanas al estudio intensivo, así que no tendré tiempo para nada más.
Más que una mera excusa improvisada, era una posibilidad que Chen contemplaba desde hacía tiempo. En realidad, aún no se había inscrito, pero había acudido a la universidad para hacer algunas consultas preliminares sobre el curso.
– Está de broma, camarada inspector jefe Chen. ¿Y qué hay de su trabajo policial? ¡Literatura china clásica! No tiene nada que ver con su profesión. ¿Acaso quiere cambiar de empleo?
– Estudié literatura en la universidad, literatura inglesa. Para ser un investigador competente en la sociedad actual, es preciso adquirir tantos conocimientos como sea posible. Este curso incluye clases de psicología y de sociología.
– Bien, es aconsejable que amplíe su horizonte intelectual, pero no creo que disponga del tiempo necesario, dado su cargo.
– Es algo así como un arreglo -repuso Chen-, Unas cuantas semanas de estudio intensivo en aulas, como los otros estudiantes, y luego sólo hay que entregar trabajos. Después el plan de estudios se adapta a mi horario laboral.
No era del todo cierto. Según el folleto informativo que había cogido en la universidad, las semanas de estudio intensivo no tenían por qué iniciarse de inmediato.
– Esperaba persuadirlo. Un destacado camarada del Gobierno municipal me sugirió que hablara hoy con usted.
– Prestaré mucha atención al caso en la medida en que me sea posible -afirmó Chen para guardar las apariencias ante Zhong. No quería que éste le hablara del «destacado camarada», fuera quien fuera.
– Estupendo. Pediré que le envíen el expediente del caso -añadió Zhong, tomándose el comentario como una concesión por parte del inspector jefe.
Después, Chen pensó con frustración que debería haberle dicho claramente que no.
Tras colgar el teléfono, Chen cayó en la cuenta de que necesitaba descubrir cuanto le fuera posible sobre el caso de la manzana nueve oeste, así que empezó a hacer llamadas de inmediato. Su corazonada resultó ser cierta: ésta era una investigación que debería haber evitado.
Peng Liangxin, el promotor inmobiliario, se había iniciado en el mundo de los negocios como vendedor ambulante de empanadillas, pero no tardó en exhibir una destreza extraordinaria a la hora de crearse una red de contactos. Supo cuándo y dónde entregar sobres rojos con dinero bajo mano a los altos cargos del Partido y, a cambio, el Partido lo ayudó a convertirse en multimillonario en sólo cuatro o cinco años. Peng adquirió los terrenos de la manzana nueve oeste sirviéndose de numerosos sobornos y de la presentación de un plan económico para mejorar las condiciones de los residentes. Después, gracias al permiso gubernamental que le concedía los terrenos, el promotor obtuvo los créditos bancarios necesarios para empezar a construir sin tener que poner ni un céntimo de su bolsillo. A continuación amedrentó a los vecinos hasta hacerlos abandonar sus viviendas sin apenas compensarlos. A las pocas familias que se resistieron las denominó «familias clavo», y las arrancó por la fuerza, como si de clavos se tratase, tras contratar a un grupo de matones de la Tríada. Varios vecinos fueron agredidos brutalmente en una especie de «campaña de demolición». Asimismo, en lugar de permitir a los vecinos originales que volvieran a instalarse en sus viviendas tal y como había prometido en su propuesta de urbanización, Peng empezó a vender los nuevos pisos a un precio mucho más alto a compradores de Taiwan y Hong Kong. Cuando la gente protestó, el millonario volvió a pedir ayuda a la Tríada local, así como a los funcionarios del Gobierno. Varios vecinos acabaron en la cárcel, tras ser condenados como alborotadores que interferían en el plan de desarrollo urbanístico de la ciudad. No obstante, dado que era cada vez mayor el número de ciudadanos descontentos que se unían a la protesta, el Gobierno se vio obligado a intervenir.
Según se decía, muchos de los problemas de Peng guardaban relación con su apodo. Había muchas personas ricas en la ciudad, algunas posiblemente más ricas que él, pero casi todas se esforzaban por no llamar la atención. Peng se había vuelto engreído a causa de su éxito fulgurante, y le encantaba que lo llamaran el Bolsillos Llenos Número Uno de Shanghai. A medida que la brecha entre ricos y pobres aumentaba, los ciudadanos expresaban con mayor contundencia su frustración contra la corrupción generalizada, y contra Peng en particular por ser uno de sus principales representantes. Como reza un proverbio chino, el pájaro que saque la cabeza recibirá un disparo.
La situación se complicó aún más cuando el ilustre abogado Jia Ming decidió representar a los vecinos. Gracias a su experiencia legal, Jia no tardó en descubrir nuevos abusos en la fraudulenta operación comercial, en la que estaban involucrados de lleno no sólo Peng, sino también sus contactos del Gobierno. El caso empezó a tener una gran repercusión, y a los funcionarios del Gobierno municipal les comenzó a preocupar que se les fuera de las manos. Tras la detención de Peng, las autoridades anunciaron que no tardaría en celebrarse un juicio justo y abierto al público.
Chen frunció el ceño al ver que recibía otro hoja de fax. El fax decía que algunos agentes del Departamento de Seguridad Interna habían estado investigando a Jia en secreto. El caso de corrupción se vendría abajo si lograban crearle problemas, pero sus esfuerzos no habían obtenido el éxito esperado.
Chen arrugó la página y se consideró afortunado por haber dado antes una excusa. Al menos podría alegar que no se quiso comprometer debido al máster especial que pensaba cursar.