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En lugar de abrir la compilación de relatos de las dinastías Song y Ming, como había planeado la noche anterior, Chen empezó a estudiar el material que le había preparado Yu tras envolverse en un albornoz y reclinarse contra la cabecera de la cama.

Una taza de té frío, casi negro, reposaba sobre la mesa desde la noche anterior. Se supone que nadie debería beberse el té de la noche anterior, pero Chen se lo bebió.

Poco después recibió un segundo envío. Un paquete de libros de la Biblioteca de Shanghai, la mayoría sobre psicología.

En sus años de universidad, Chen leyó algunos textos sobre esta materia, en concreto de Freud y de Jung, para su asignatura de crítica literaria. Ahora se sintió aliviado al descubrir que aún comprendía aquellos términos psicológicos. «Inconsciente colectivo», por ejemplo, le vino de repente a la memoria. Puede que hubiera existido algo parecido a un inconsciente colectivo, cayó en la cuenta, detrás del enfoque deconstructivo de aquellas historias de amor.

¿O detrás del mensaje reconstructivo, si podía denominarlo así, también en el caso del vestido mandarín rojo?

Durante muchos años después de 1949, los problemas psicológicos no se reconocieron en la China socialista. Se suponía que los chinos no tenían problemas, ni psicológicos ni de ningún otro tipo, siempre que siguieran las enseñanzas del presidente Mao. Si admitían tenerlos, los obligaban a cambiar de opinión destinándolos a trabajos forzados. La psicología estaba considerada poco menos que una ciencia falaz. El psicoanálisis ni siquiera existía como tratamiento terapéutico, y era poco sensato acudir a un psicoanalista, si es que había alguno disponible, porque revelar los problemas personales podría convertirse en prueba irrefutable de un «delito político» grave. En años recientes habían reintroducido gradualmente la psicología y, en cierto modo, la habían rehabilitado, pero la mayoría de la gente continuaba mostrándose recelosa. Los problemas psicológicos aún podían acabar convirtiéndose en problemas políticos.

Por consiguiente, en el Departamento se consideraba poco ortodoxo cualquier enfoque psicológico. El subinspector Yu también tenía sus reservas. Creía que una explicación psicológica podría ser útil tras la conclusión de un caso, pero no en plena investigación.

Chen comenzó a leer los informes de Yu con gran atención.

Yu y Liao habían tenido bastantes enfrentamientos. Dejando a un lado la prolongada rivalidad entre las dos brigadas, Liao no aprobaba que Yu centrara la investigación en Jazmín. A su modo de ver, la brigada de homicidios había investigado a fondo todas las pistas. El asesino era un chiflado que elegía a sus víctimas al azar, y sería una pérdida de tiempo buscar una explicación racional.

Pero en el go, el ajedrez chino, un jugador experimentado es capaz de aprovechar instintivamente cualquier oportunidad que se le presente en el tablero. Una pequeña pieza blanca o negra, en una posición marginal, apenas importante por sí misma, puede entrañar la posibilidad de cambiar las tornas. Yu acertaba con sus presentimientos en el tablero de go. Y también en sus investigaciones.

Después del primer interrogatorio a Weng en el hotel, Yu había continuado investigando en esa dirección. Corroboró los datos sobre Weng en otros lugares, incluyendo el aeropuerto. La fecha de entrada era correcta, pero el subinspector hizo un descubrimiento inesperado al investigar la declaración de aduanas de Weng. En el formulario, Weng había puesto una cruz en la casilla de «casado». Este dato hacía necesario un segundo interrogatorio.

Chen introdujo la segunda cinta de interrogatorios en el reproductor. Tras saltarse las preguntas preliminares, pasó a la parte en que Yu interrogaba a Weng acerca de su relación con Jazmín aludiendo al estado civil de él.

WENG: Cuando la conocí, aún estaba casado, pero ya me había separado de mi mujer. Estaba esperando a que el divorcio fuera definitivo. Jazmín también lo sabía, aunque puede que al principio no lo supiera.

YU: ¿Se disgustó al descubrirlo?

WENG: Creo que sí, pero también se sintió aliviada.

YU: ¿Por qué?

WENG: Intenté abrir un negocio de antigüedades propio. Gracias a mis estudios de antropología, pensé que lo haría mucho mejor que esos mercachifles de tres al cuarto, sobre todo porque el mercado en China es enorme hoy en día. Quería que Jazmín se mudara a Estados Unidos, donde podría ayudarme a llevar una tienda. Me planteé ingresar a su padre en una residencia de ancianos aquí. Pero Jazmín no parecía tener ninguna prisa en irse, porque su padre la preocupaba. De hecho, todo se podría haber resuelto en un par de semanas. Qué mala suerte tuvo. ¡Es como si estuviera maldita!

YU: Cuando habla de su mala suerte, ¿a qué se refiere?

WENG: Le pasaron muchas cosas malas. Totalmente inexplicables. Por no mencionar lo que le pasó a su padre…

YU: Bien, hábleme primero de su padre. Así tendremos la historia completa, empezando por la infancia de Jazmín.

WENG: Tian perteneció a los Rebeldes Obreros durante la Revolución Cultural. No era un hombre agradable, de eso no hay duda. Recibió su castigo por lo que había hecho en el pasado y lo condenaron a dos o tres años de cárcel. Se lo merecía, pero después de su puesta en libertad, la mala suerte lo persiguió como si fuera su sombra.

YU: Karma, en palabras de sus vecinos.

WENG: Karma, quizá, pero hubo muchos Guardias Rojos y muchos Rebeldes Obreros en aquellos años. ¿Cuántos recibieron su castigo realmente? Sólo Tian, por lo que sé. Su divorcio, la pérdida de su trabajo, los años de cárcel, su fracaso en los negocios de restauración y finalmente la parálisis…

YU: No tan deprisa, Weng. Deme detalles…

WENG: Después de la Revolución Cultural, la mujer de Tian recibió llamadas anónimas sobre los líos de su marido con otras mujeres. Fue la gota que colmó el vaso de su matrimonio y se divorció de él. Está claro que no era un marido ideal, pero nunca se demostró que tuviera líos de faldas, y nadie supo quién hizo las llamadas. A continuación la fábrica en la que trabajaba recibió presiones de las altas esferas y lo despidieron. Y además lo condenaron. Lo que le pasó entonces a su ex mujer fue aún más increíble. Ya divorciada, con treinta y pocos años, empezó a salir con otro hombre. Pronto aparecieron fotos de ella acostándose con él. Esto pasó a principios de los ochenta y fue un auténtico escándalo. La ex esposa de Tian se suicidó, y Jazmín volvió a vivir con su padre. Tian pidió un préstamo para montar un pequeño restaurante, pero en menos de un mes varios de sus clientes sufrieron una intoxicación. Lo demandaron con ayuda de un abogado, y Tian acabó arruinado.

YU: Qué raro. En aquella época, muy poca gente habría puesto una demanda por algo así.

WENG: ¿Sabe cómo se quedó paralítico Tian?

YU: Por un ataque de apoplejía, supongo.

WENG: Estaba tan desesperado que intentó mejorar su suerte en una mesa demahjong. Y lo pilló el policía de barrio la segunda vez que se sentó a la mesa. Una multa elevada y una reprimenda. Lo atacaron allí mismo.

YU: Mal karma, desde luego. ¿Y qué hay de la mala suerte de Jazmín?

WENG: Todo esto fue muy difícil para una niña pequeña, pero resultó ser muy buena alumna. Sin embargo, el día de su examen de acceso a la universidad la atropello un ciclista. No sufrió heridas graves, y le dijo al ciclista que no se preocupara, pero él insistió en llevarla al hospital para que la examinaran. Cuando acabó la revisión, ya se había perdido el examen.

YU: Fue un accidente. Cualquier ciclista responsable habría hecho lo mismo.

WENG: Quizá. Pero ¿qué me dice de su primer trabajo?

YU: ¿Qué pasó?

WENG: Jazmín no podía permitirse esperar a examinarse al año siguiente, así que empezó a trabajar de vendedora para una compañía de seguros. No era un mal trabajo, y podía cobrar unas comisiones considerables. Los seguros eran entonces algo nuevo en la ciudad. Durante su tercer o cuarto mes en el trabajo, sin embargo, su jefe recibió una carta anónima con quejas sobre su «estilo de vida promiscuo y sus trucos vergonzosos» para vender pólizas de seguros. Su jefe no quería que la imagen de la empresa se viera afectada por un escándalo, así que la despidió.