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– La mayoría de asesinos sexuales son impotentes -afirmó Yu. Según Chen, el asesinato es una especie de orgasmo mental, por lo que la teoría de una enfermedad de transmisión sexual podría no ser válida.

– Liao tiene razón -dijo Hong con más firmeza-. De las tres víctimas, dos prestaban algún tipo de servicio sexual. Eso al menos indica un patrón. A menudo las víctimas responden a cierto estereotipo que desempeña un papel importante en las fantasías sexuales del asesino. Puede que una de estas chicas de triple alterne le hubiera hecho daño, o puede que no, pero es evidente que les guarda rencor.

– Entonces, ¿qué propone usted? -preguntó Li.

– Me gustaría que nos basáramos en el análisis de Liao. Si el asesino va a matar de nuevo, probablemente elegirá a una de esas chicas. Necesitamos un señuelo.

– Hay un sinfín de karaokes, clubes nocturnos y restaurantes en la ciudad -observó Yu-. ¿Cómo vamos a saber en cuál va a escoger a su próxima víctima?

– No creo que se repita.

– Por favor, explíquese. -Li parecía interesado.

– Después de Jazmín, de las dos chicas de triple alterne una era acompañante para comidas y la otra acompañante para karaokes. La siguiente, lógicamente, sería una acompañante para bailes. Todos somos animales de costumbres -afirmó Hong-, por lo que el asesino localiza a sus víctimas frecuentando establecimientos de este tipo. Estas chicas son blancos fáciles, como usted acaba de decir. Pero, lo que es más importante, se trata de un hombre al que le gustan los simbolismos. El vestido mandarín rojo podría ser un ejemplo de lo que digo. Así que lo más probable es que escoja a una acompañante para bailes como la próxima víctima, siguiendo sus elaborados planes.

– Pero ponerle un señuelo podría ser como esperar a que un conejo se dé un golpe contra un árbol viejo, como reza el proverbio -repuso Yu-. Y el asesino es mucho más peligroso que un conejo. He hablado con Chen; él cree que un psicópata de estas características es capaz de todo.

– ¿Tiene una idea mejor? -Li se dirigió a Yu con hostilidad mal encubierta-. ¿O la tiene su inspector jefe Chen?

– Quizás el Departamento sea un templo demasiado pequeño para alguien como Chen -añadió Liao.

Yu, sorprendido por la animadversión que mostraron tanto Li como Liao, prefirió no responder.

Nadie presentó más objeciones a la propuesta de Hong. Nadie tenía una idea mejor, como había dicho Li. Así que Hong iría a un salón de baile aquella misma tarde.

Al finalizar la reunión Yu creyó necesario ponerse en contacto con Chen. Después de leer el titular «Shanghai en crisis», no le pareció que Chen quisiera continuar enfrascado en la literatura.

Mientras cogía el teléfono, se le ocurrió la forma de conseguir que Chen le prestara toda su atención.

– Tengo que hablar con usted ahora mismo, jefe. Quedemos delante del Parque Bund.

– ¿Por qué en el Parque Bund?

– La tercera víctima vestida con un qipao rojo ha sido hallada allí esta mañana, cerca de la Esquina del Taichi en el Bund, a un tiro de piedra del parque.

– ¿Qué? ¿La tercera ha aparecido en el Bund?

– Lo leerá en los periódicos, quizá junto a la carta de un lector preguntándose «¿Qué está haciendo nuestro inspector jefe Chen al respecto?».

– Ahora mismo voy, Yu.

14

Yu volvió al Bund al cabo de veinte minutos.

Echó un vistazo a su alrededor y se sentó en un banco verde frente al parque, desde el que se divisaba el bosquecillo de arbustos en el que había examinado antes el cuerpo. Un grupo de gente permanecía aún allí. El bosquecillo de arbustos se parecía un poco al parterre en el que apareció la primera víctima, pero podría ser una coincidencia. Yu no creía que el asesino hubiera escogido los lugares donde depositó los cuerpos por esa razón.

Debido al denso tráfico en la calle Zhong, no resultaría práctico acordonar la zona. No habían puesto una cinta amarilla para indicar que aquél era el escenario de un crimen, lo que habría atraído a un número aún mayor de curiosos. Y tampoco era necesaria. Cualquier prueba habría desaparecido ya.

Yu no tardó demasiado en ver a Chen salir de entre la muchedumbre y subir el tramo de escaleras. Chen, más alto que la mayoría de personas que lo rodeaban, vestía gabardina y llevaba una cartera en la mano. Sus gafas, de montura de concha con cristales color ámbar, acentuaban su amplia frente. Quizá Chen no quería que la gente lo reconociera, porque aún había reporteros en la zona buscando caras conocidas. Al llegar al último escalón, Chen se detuvo y se quitó las gafas. Entonces vio a Yu y se dirigió hacia él.

Chen se sentó junto a Yu.

– ¿Qué piensa del lugar en que ha aparecido el cadáver? -preguntó Yu.

– Es un desafio deliberado. ¿Hay alguna pista?

– No. Como pasó con las dos víctimas anteriores, no se encontraron pruebas.

– ¿La víctima ha sufrido algún tipo de agresión sexual?

– No que yo pudiera detectar, pero tampoco llevaba nada bajo el qipao rojo.

– ¿La han identificado ya?

– Era una acompañante para karaokes. Esta vez fue más fácil identificar a la víctima -explicó Yu, pensando que no valía la pena entrar en detalles-. Era una chica K.

– Otra chica del negocio del entretenimiento.

– Sí, y por eso Liao se empeña en centrarse en eso -explicó Yu-. Ve un móvil, además de un patrón: el odio contra las mujeres que se dedican al negocio del sexo. Encaja con su análisis del asesino como psicópata, incluyendo el vestido mandarín rojo.

– El vestido mandarín rojo debe de ser importante, no cabe duda. La victimología, el análisis que explora una posible relación entre la víctima y el asesino, también ayuda. Pero la primera víctima no encaja, ¿no le parece?

– Yo planteé la misma cuestión.

– Hay otra cosa que no acabo de entender -añadió Chen, levantándose y lanzando una mirada hacia el bosquecillo de arbustos-. El asesino corrió un riesgo evidente al abandonar el cuerpo en el Bund, sabiendo que por aquí pasa gente durante toda la noche y que el tráfico es continuo.

– Fue un acto de vanidad, sospecho. Para demostrar su desafío, y para provocar y fastidiar a la policía. Como usted ha dicho, un asesino en serie tiene su sello propio, su forma particular de cometer un delito, como abandonar el cadáver en un sitio público. Es una conducta irracional, pero para él tiene cierta lógica.

– Tengo una extraño presentimiento, Yu. No es que el asesino sea tan engreído, es que está muy desesperado.

– ¿Qué quiere decir, jefe?

– Que está desesperadamente enfermo. Poner fin a su sufrimiento puede que no le resulte inaceptable. Una pulsión mortal, o algo por el estilo -dijo Chen, pero se negó a explicarlo con más detalle-. ¿Qué van a hacer ahora?

– Hong hará de señuelo, fingiendo ser acompañante para bailes.

– Un señuelo es una buena estrategia, si estás seguro del patrón de conducta del asesino. Presentarse como acompañante para bailes tiene sentido, pero puede que no se obtengan resultados en una semana. Dependerá mucho de las circunstancias. Además, podría ser peligroso para el señuelo.

– Sí, estoy preocupado. Es una agente muy joven.

– Si insiste en hacerlo, envíe a otro agente para que la proteja y ordénele que no se aparte de su lado.

– Se lo comentaré a Liao.

– Procure mantener en secreto la misión de Hong.

– ¿Dentro del Departamento?

– No en su brigada, obviamente, pero que no lo sepa nadie más. El criminal podría tener buenos contactos -añadió Chen, frunciendo el ceño-. Por ejemplo, piense que eligió Bund para abandonar el cadáver ayer por la noche. Podría haber obtenido información sobre la patrulla del comité vecinal. El Bund es uno de los pocos lugares públicos, quizás el único, por el que apenas patrullan los comités vecinales. En la calle Zhongshan todo son edificios gubernamentales y de oficinas, no hay ningún comité vecinal. La patrulla policial no bastaba para cubrir la zona.