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– No, yo tampoco creo que sea demasiado probable -admitió Chen sin inmutarse-, pero, según esta teoría, el asesino es seguramente un hombre de mediana edad que vivió una experiencia traumática en su infancia, posiblemente durante la Revolución Cultural. Y debió de albergar sentimientos contradictorios hacia la mujer que llevó el vestido mandarín original.

– Una teoría original, no cabe duda -observó Yu-. Así que después de esperar veinte años, su pasión por su madre de pronto lo empuja a cometer una serie desenfrenada de asesinatos.

– No es mi teoría, Yu -repuso Chen-. De todos modos, explica alguna de las contradicciones.

Yu lamentó haberle hecho un comentario sarcástico a su jefe. Después de todo, Chen había estado pensando mucho en el caso, y buscando información en sus libros. Aun así, su enfoque le parecía demasiado psicológico, demasiado académico.

– Por cierto, circulan algunos rumores sobre las vacaciones que se está tomando durante la investigación -añadió Yu para cambiar de tema.

– Deje que se quejen. Dígales únicamente que estoy demasiado ocupado escribiendo mi trabajo de literatura.

– Incluso el Viejo Cazador opina que usted debería dejar de lado ese trabajo durante un tiempo.

– Es exactamente lo que voy a hacer, pero no tenemos por qué decírselo a los demás.

Una pareja joven se acercó hasta el banco. Después de mirar a su alrededor durante algunos minutos, decidieron sentarse junto a los dos policías. Era algo bastante habitual en el Bund. Aunque la ciudad contaba con un número cada vez mayor de sitios a los que los jóvenes podían acudir, el Bund seguía siendo su lugar preferido. Se veían barcos de vivos colores navegando al fondo, y el pasado romántico de la ciudad aún podía adivinarse en los impresionantes edificios neocoloniales. Además, era gratis. Así que las parejas ocupaban cualquier asiento que estuviera vacío en el Bund. Sin embargo, Chen y Yu no pudieron seguir hablando de los asesinatos.

– Entonces, ¿va a seguir investigando su teoría? -preguntó Yu, levantándose.

– No es más que una teoría que aparece en los libros -respondió Chen-. De hecho, su hipótesis sobre el posible factor desencadenante del asesinato de Jazmín podría ser más acertada. Aunque quizá tengamos que remontarnos más atrás en el tiempo.

Yu no sabía si podrían remontarse mucho más atrás. Con todo, era imposible saber qué nuevas sorpresas le depararía su jefe.

15

El martes por la mañana Chen se despertó cansado, como si no hubiera dormido en toda la noche. Sintió que una migraña punzante amenazaba con aflorar, y empezó a frotarse las sienes.

Tras pasar todo el fin de semana estudiando el caso del vestido mandarín rojo, Chen había logrado avanzar en varios frentes.

Llamó a una amiga que vivía en Estados Unidos para pedirle que le ayudara a investigar el pasado de Weng. Gracias a sus contactos, su amiga no tardó en obtener información. Lo que Weng le contó a Yu era en líneas generales cierto. Había trabajado como comprador particular para una empresa estadounidense. El proceso de su divorcio no había sufrido contratiempos, y debería finalizar en uno o dos meses. De hecho, su esposa ansiaba que llegara ese momento, porque tenía un nuevo novio.

Chen se puso en contacto con Xiong, el cuadro del Gobierno municipal que reveló a los jefes de Tian las acciones de éste durante la Revolución Cultural. Xiong explicó que lo había hecho tras recibir una carta anónima sobre las atrocidades cometidas por Tian. Según Xiong, no intentó presionar en absoluto a la fábrica. Sin embargo, después de que un alto cargo como Xiong hubiera expresado su preocupación, era evidente que todos harían cuanto estuviera en sus manos para congraciarse con él. Esto supuso el fin de Tian. El envío de una carta anónima fue una acción inteligente y no necesariamente sospechosa, ya que permitió a su autor «matar con el cuchillo de otro». Xiong no tenía ni idea de quién había escrito la carta.

Chen también investigó las críticas de las masas relacionadas con los vestidos mandarines durante la primera parte de la Re volución Cultural. Al igual que Peiqin, Chen recordaba la imagen de Wang Guangmei, vestida con un qipao, mientras era humillada y expuesta públicamente a la crítica de las masas. El inspector jefe pensó que otras mujeres podrían haber corrito la misma suerte, por lo que le pidió a Nube Blanca que hiciera una búsqueda por Internet. Después, también con la ayuda de Nube Blanca, se puso en contacto con Yang, una estrella de cine a la que obligaron a ponerse un vestido mandarín para someterla a la crítica de las masas. No obstante, había pequeñas diferencias en relación al vestido que llevaban las víctimas. Por lo que Yang podía recordar, el vestido era blanco, y ella no iba descalza. Llevaba puestos unos zapatos muy gastados, que sinmbolizaban un estilo de vida promiscuo y burgués. Yang les contó otro detalle distinto. Los Guardias Rojos le habían cortado las aberturas del vestido hasta la cintura con unas tijeras, para que se le vieran las bragas. Por el contrario, las aberturas de los vestidos que llevaban las víctimas parecían haber sido desgarradas, como en una pelea. Chen se lo preguntó inmediatamente a Yu, quien se lo confirmó. Con respecto a la primera víctima, puede que el asesino hubiera desgarrado el vestido en un acceso de ira; en cuanto a la segunda y a la tercera, lo hizo posiblemente para intentar que hubiera similitudes entre las víctimas. Cualquiera que fuera la interpretación, los indicios de violencia sexual eran evidentes.

Aquel lunes Chen habló con Ding Jiashan, el abogado que representó a los clientes en el caso de intoxicación alimentaria contra Tian. Según Ding, fue un asunto muy turbio. Era un caso en el que pocos abogados se habrían interesado. Sus honorarios serían casi con seguridad más elevados que la compensación que sus clientes podrían obtener de un restaurante tan pequeño, pero los afectados parecían tan convencidos que estuvieron dispuestos a pagarle por adelantado. Y venían bien preparados: tenían en su poder el recibo del restaurante y el informe del hospital, y sus declaraciones coincidían. Por consiguiente, el abogado presentó una queja en su nombre ante el Departamento de Comercio, que impuso una multa cuantiosa a Tian y cerró el restaurante por las infracciones cometidas. Los clientes parecieron satisfechos con el resultado inicial pero, al cabo de unos días, cuando intentó ponerse en contacto con ellos para iniciar el siguiente paso, Ding descubrió que habían dado de baja sus teléfonos. El abogado ni siquiera estaba seguro de que le hubieran dado sus auténticos nombres.

Esto confirmaba aún más la teoría de que alguien quería perjudicar a Tian, pero no era necesariamente una pista sobre el caso del vestido mandarín rojo.

Entretanto, Chen leyó con detenimiento todo el material que habían preparado Yu y Hong. Sin embargo, Hong no lo había visitado durante el fin de semana. Debía de estar ocupada preparando su misión como señuelo.

Chen también siguió dándole vueltas a las contradicciones del caso, que a su vez sólo parecían producir más contradicciones.

Sin embargo, el jueves se dio cuenta de nuevo de que no podía obtener mejores resultados que sus compañeros, pese a haberse dedicado por completo al caso.

Cuando, presa de la frustración, estaba a punto de hacer una segunda cafetera, el profesor Bian lo llamó y le preguntó cómo iba su trabajo de literatura.

– Voy avanzando -respondió Chen.

– ¿Cree que podría entregarlo al mismo tiempo que los demás estudiantes? -preguntó Bian-. Me parece un trabajo muy prometedor.

– Sí, seguro que lo entregaré a tiempo.

Después de colgar Chen comenzó a preocuparse. Tenía la vieja costumbre de ponerse plazos, pues necesitaba este tipo de presión para completar cualquier proyecto, ya fuera un poema o la traducción de una novela de suspense. Pero esta vez era distinto: ya estaba sometido a demasiada presión. Dado que sus indagaciones no parecían dar fruto, y que ni siquiera se intuía un posible avance en la investigación, Chen decidió que quizá sería mejor acabar primero su trabajo de literatura. Otras veces se le habían ocurrido nuevas ideas sobre un proyecto después de dejarlo reposar un tiempo. Puede que el subconsciente así funcionara.