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Sin embargo, ya no le era posible concentrarse en casa. Seguía recibiendo llamadas telefónicas, y desconectar el teléfono no serviría de nada. Ahora que ya había tres víctimas parecía que un montón de gente, periodistas incluidos, de repente sabía su número de móvil. Incluso en la biblioteca un par de personas reconocieron a Chen y lo acribillaron a preguntas sobre el caso. La noche anterior, una periodista deWenhui llamó a su puerta con un paquete de cerdo a la parrilla y una botella de vino Shaoxin, ansiosa por contarle sus teorías durante el festín, como si fuera un apasionado personaje femenino sacado de uno de esos relatos románticos.

Chen decidió ir a la cafetería Starbucks de la calle Sichuan.

Las cafeterías Starbucks, junto a los McDonald's y los Kentucky Fried Chicken, se habían multiplicado por toda la ciudad. Esta cafetería estaba considerada un establecimiento para élites cultivadas, y en ella se respiraba un ambiente tranquilo y sosegado. En la cafetería, donde nadie lo conocía, podría pasar la mañana sin interrupciones y concentrarse en su trabajo de literatura.

Chen eligió una mesa situada en un rincón y sacó sus libros. Había recopilado cinco o seis relatos, pero con tres bastaría para el trabajo. La tercera historia, «El artesano Cui y su mujer fantasma», fue relatada originalmente por narradores profesionales de la dinastía Song en mercados o en casas de té, donde los viejos allí sentados hablaban en voz alta, abrían semillas de sandía, jugaban almahjong y escupían si les venía en gana.

Chen empezó a leer mientras se bebía el café a sorbos. En el relato, Xiuxiu, una hermosa muchacha de Lin'an, era comprada como bordadora por el príncipe Xian'an, jefe militar de tres comandancias. En la casa de Xian'an trabajaba un joven tallador de jade llamado Cui, que se había ganado el favor del príncipe por haber tallado un magnífico Avalokitesvara de jade para el emperador. Como premio, el príncipe había prometido casar a Xiuxiu con Cui en el futuro. Una noche, mientras escapaban de un incendio en la mansión del príncipe, Xiuxiu le sugirió a Cui convertirse en marido y mujer allí mismo en lugar de esperar. Aquella noche los dos partieron hacia Tanzhou como matrimonio. Al cabo de un año se encontraron con Guo, un miembro de la guardia del príncipe. Guo informó del paradero de los fugitivos a su señor, quien ordenó que los obligaran a regresar. En el tribunal de la región, Cui fue castigado y desterrado a Jiankang. Por el camino es interceptado por Xiuxiu, quien le explica que, después de recibir su castigo en el jardín trasero, ha sido puesta en libertad. Casualmente, el Avalokitesvara imperial de jade debía restaurarse, por lo que Cui y su esposa regresaron a la capital, donde volvieron a encontrarse con Guo. El príncipe ordenó de nuevo que apresaran a Xiuxiu, pero cuando el palanquín que supuestamente la transportaba llegó a su destino, se descubrió que nadie viajaba en su interior. Guo recibió una brutal paliza por haber dado una información falsa. A continuación llevaron a Cui ante el príncipe, y entonces el tallador descubrió que Xiuxiu había sido apaleada hasta la muerte en el jardín trasero de la mansión del príncipe. Era el fantasma de Xiuxiu quien había estado con él todo ese tiempo. Cuando Cui volvió a su casa le pidió a Xiuxiu que no lo matase, pero ella le quitó la vida para que pudiera acompañarla en el otro mundo.

Como le sucediera con los relatos anteriores, Chen no tardó en detectar ambigüedades sospechosas en el texto. Era posible adivinar una crítica subyacente incluso en otro de los títulos del relato: «La maldición en la vida y en la muerte del miembro del séquito Cui». Era evidente que el relato presentaba a Xiuxiu como una maldición. Cui estaba condenado porque Xiuxiu, en nombre del amor, nunca le permitió escapar. Esta condena le hizo perder su trabajo, recibir el castigo del tribunal y, finalmente, le llevó a la muerte. Xiuxiu personificaba la contradicción: una hermosa muchacha que ama a Cui con una pasión audaz raras veces vista en la literatura clásica china y que, por otra parte, acaba destruyendo deliberadamente a Cui con sus propias manos. La atracción y la repulsión eran las dos caras de una moneda.

Chen observó que la clasificación genérica contemporánea permitía aunar las dos personalidades contradictorias de Xiuxiu. El relato pertenecía a la categoría temática denominadayanfen/ linggaui. El término yanfen se refería a aquellos relatos sobre los encuentros amorosos protagonizados por bellas mujeres, mientras que linggaui hacía referencia a los relatos de mujeres identificadas como demonios y espíritus.

Existía un término similar en la literatura occidentaclass="underline" femme fatale.

En «El artesano Cui y su mujer fantasma», Xiuxiu coincidía exactamente con este estereotipo. Chen sacó un bolígrafo para subrayar los párrafos del final del relato.

Cui volvió a casa deprimido. Al entrar en su habitación vio a su esposa sentada en la cama. Cui Ning suplicó:

– Por favor, no me quites la vida, ¡oh esposa mía!

– El príncipe me mató de una paliza por tu culpa y me enterraron en el jardín trasero -respondió Xiuxiu-. ¡Cómo odio al soldado Guo por irse de la lengua! Finalmente me he vengado: el príncipe le ha dado cincuenta bastonazos en la espalda. Ahora que todos saben que soy un fantasma, ya no puedo quedarme aquí.

Tras pronunciar estas palabras, Xiuxiu se levantó de un salto y agarró a Cui Ning con las dos manos. El gritó y cayó al suelo.

Casualmente, algo cayó también al suelo de la cafetería mientras Chen leía la última frase. El inspector jefe se dio la vuelta y vio a una muchacha resbalándose del taburete en el que estaba sentada, después de estirarse cuan larga era para besar a un chico que estaba al otro lado de la barra. La muchacha bajó un pie hasta el suelo para tratar de mantener el equilibrio y su sandalia de tacón alto salió volando hacia un rincón.

La cafetería no estaba tan vacía como Chen había esperado. No dejaban de entrar clientes, casi todos ellos jóvenes, modernos y animados. Una muchacha trajo un ordenador portátil y se entretuvo con algún juego. El repiqueteo de sus dedos sobre el teclado le recordó a una bandada de ruidosos gorriones en una mañana de primavera. Varios jóvenes sostenían móviles en la mano, y hablaban como si no hubiera nadie más en el mundo. Chen pidió otra taza de café.

¿Cómo pudo soportar Xiuxiu el quitarle la vida a Cui? Chen volvió unas páginas atrás, hasta la parte en la que Cui y Xiuxiu corrían uno hacia el otro la noche del incendio.

– ¿Recuerdas la noche en que disfrutábamos contemplando la luna desde la terraza? -le preguntó Xiuxiu a Cui Ning-. Estábamos prometidos y tú no dejabas de darle las gracias al príncipe. ¿Lo recuerdas o no?

Cui Ning juntó las manos y sólo pudo responder:

– Sí.

– Aquella noche, todo el mundo te felicitaba diciendo: «¡Qué pareja tan maravillosa!», i Cómo puede ser que lo hayas olvidado todo?

Una vez más, Cui Ning sólo pudo responder:

– Sí.

– En lugar de seguir esperando, ¿por qué no nos convertimos esta noche en marido y mujer? ¿Qué te parece?

– ¿Cómo iba a atreverme?

– ¿No te atreves? ¿Y qué pasaría si empiezo a gritar y destruyo tu reputación? Nunca podrás explicar por qué me trajiste a tu casa. Te denunciaré al príncipe mañana.