– Eso lo sabe todo el mundo -repuso Yu-. Los asesinos en serie actúan a intervalos regulares. Si nadie los detiene, pueden continuar matando durante toda su vida. Chen ha traducido algo sobre un asesino en serie. Creo que deberíamos hablar con él.
– ¡Al diablo el asesino en serie! -A Li parecía exasperarle el término-. ¿Ha hablado con su jefe? Apuesto a que no. Está demasiado ocupado escribiendo su trabajo de literatura.
Yu sabía que la relación entre Chen y Li no había sido demasiado buena últimamente, por lo que no respondió.
– No se preocupe -comentó Liao con tono sarcástico-. Incluso sin Carnicero Zhang la gente seguirá teniendo cerdo en la mesa.
– Estos asesinatos son una bofetada para el Departamento de Policía. «¡Eh, polis, lo he vuelto a hacer!» -continuó diciendo Li acaloradamente-. El enemigo del pueblo está intentando sabotear el gran progreso de nuestra reforma, y está dañando la estabilidad social al provocar el pánico entre la gente. Empecemos por los que muestran un odio encarnizado hacia nuestro Gobierno.
La lógica de Li aún se basaba en aquel librito rojo del presidente Mao, y según dicha lógica, reflexionó Yu, cualquiera podría ser un enemigo del pueblo. El secretario del Partido era conocido por formular teorías políticas sobre las investigaciones de homicidios. El jefe número uno del Partido también se consideraba a sí mismo una especie de investigador criminal número uno.
Primero, el criminal debe de disponer de algún lugar donde cometer el asesinato, muy probablemente su casa -observó Liao-. Sus vecinos podrían haber notado algo raro.
– Sí, contacta con todos los comités vecinales, especialmente los más próximos a los dos lugares donde se han encontrado los cadáveres. Como dice el presidente Mao, tenemos que confiar en el pueblo. Ahora, a fin de resolver el caso lo antes posible -concluyó Li con tono solemne-, usted, inspector Liao, y usted, subinspector Yu, se pondrán al frente de un equipo especial.
Los dos policías no pudieron comentar con detenimiento el caso hasta que el secretario del Partido salió del despacho.
– Sé poquísimo acerca de este caso -empezó diciendo Yu- y prácticamente nada sobre la primera víctima.
– Este es el expediente sobre la primera. -Liao le entregó una carpeta abultada-. De momento aún estamos recopilando información sobre la segunda.
Yu cogió una fotografía ampliada de la primera víctima. Una melena negra le cubría parcialmente el rostro, y el vestido ajustado resaltaba sus curvas y su buena figura.
– A juzgar por las magulladuras en los brazos y en las piernas -sugirió Liao- puede que sufriera algún tipo de agresión sexual. Pero no hay restos de semen ni secreciones en la vagina, y en el laboratorio han descartado que el asesino hubiera usado un condón. Tampoco encontraron restos de lubricante. Le hiciera lo que le hiciese antes de matarla, cuando el cuerpo de la muchacha ya estaba rígido el asesino volvió a vestirla, bruscamente y a toda prisa. Eso explicaría las aberturas desgarradas y los botones sueltos.
– Podemos estar bastante seguros de que el vestido mandarín rojo no era suyo -apuntó Yu-, porque la segunda víctima llevaba un vestido idéntico al de la primera cuando la encontraron.
– No, el vestido no era suyo.
Yu examinó las aberturas desgarradas y los botones sueltos en la fotografía. Si realmente alguien se había tomado la molestia de conseguir un vestido caro de moda, ¿por qué había vestido los cuerpos de forma tan descuidada en ambas ocasiones?
– ¿El vestido de la segunda víctima también tiene las aberturas desgarradas?
– Ya veo por dónde va -gruñó Liao, asintiendo con la cabeza.
– ¿Cuándo identificaron a la primera víctima?
– Unos tres o cuatro días después de que encontraran el cuerpo. Tian Mo, veintitrés años. La llamaban Jazmín. Trabajaba en el hotel Gaviota, que está cerca del cruce de las calles Guangxi y Jingling. Vivía con su padre paralítico. Según sus vecinos y sus compañeros de trabajo, era una buena chica, muy trabajadora. No tenía novio, y ninguna de las personas que la conocían cree que tuviera enemigos.
– Parece como si el asesino hubiera lanzado el cadáver desde un coche.
– Sí, eso parece.
– ¿Podría haber sido un taxista, o el propietario de un vehículo particular?
– Los taxistas hacen turnos de doce horas. Después de que denunciaran el hallazgo de la segunda víctima, investigamos inmediatamente a los que trabajaron las dos noches. Menos de veinte estaban de servicio en esa franja horaria, y todos ellos conservan los recibos de al menos una de las noches. ¿Cómo podría un taxista tener tiempo para asesinarla entre carrera y carrera, lavarla, probablemente en un baño privado, y ponerle el vestido mandarín? -Liao negó con la cabeza antes de seguir hablando-. Tal vez fuera un coche particular. Han aumentado de manera espectacular en los últimos años, con tantos «bolsillos llenos» en las empresas y tantos chupópteros en el Partido. Pero no disponemos de los recursos necesarios para llamar a sus puertas, una Iras otra, por toda la ciudad, aunque nuestro secretario de Par- tido nos dé luz verde para hacerlo.
– Entonces, ¿qué piensa de los lugares donde se encontraron los cuerpos?
– En cuanto al primero -afirmó Liao, sacando una fotografía en la que al fondo se veía un semáforo en el cruce de calles-, el asesino tuvo que salir del coche para depositar el cuerpo. Se arriesgó muchísimo, el tráfico es prácticamente continuo en esa zona. El tranvía número veintiséis circula sin interrupción hasta después de las dos y media, y luego vuelve a salir hacia las cuatro. Además, de vez en cuando pasan algunos coches, y los estudiantes que trabajan hasta tarde entran y salen del instituto que hay al otro lado de la calle.
– ¿Cree que el lugar en el que apareció el cuerpo tiene algún significado relacionado con el Instituto de Música, como afirman esos periodistas? -preguntó Yu.
– Ya lo hemos investigado. Jazmín no estudió en el instituto. Le gustaba la música, como a la mayoría de chicas jóvenes, y tatareaba alguna canción de vez en cuando, pero eso era todo. Y su familia tampoco tenía ninguna relación con la escuela. La segunda víctima fue abandonada en un sitio distinto, por lo que no me parece que tenga ningún sentido tomarnos en serio toda esa mierda que sale en los periódicos sobre el Instituto de Música.
– Puede que esta vez Li tenga razón. Los dos cuerpos aparecieron en lugares muy transitados, es posible que el criminal quisiera dejar su impronta -apuntó Yu-. Imagino que ya se ha puesto en contacto con todos los comités vecinales de la zona.
– Desde luego, pero las preguntas se centraron en un tipo muy determinado de criminaclass="underline" los delincuentes sexuales con antecedentes penales. Aún no hemos encontrado nada. El segundo cuerpo ha aparecido esta mañana.
– Dígame todo lo que sepa acerca del segundo cadáver.
– Lo ha descubierto un chico delWenhui que había ido a cambiar los periódicos de las vitrinas. Después de bajarle el vestido para taparle los muslos desnudos y cubrirle la cara con periódicos, ha llamado a Wenhui en vez de llamarnos a nosotros. Al llegar al lugar, hemos encontrado a un montón de gente concentrada allí desde hacía bastante rato, y es muy posible que le hayan dado la vuelta al cuerpo varias veces. Así que no tenía demasiado sentido inspeccionar el lugar donde se ha encontrado el cadáver.
– ¿Ha llegado el informe del forense?
– No, aún no. Sólo un informe inicial redactado en el sitio. Una vez más, muerte por asfixia. No parecía que la víctima hubiera sufrido abusos sexuales, pero, al igual que la primera, no llevaba nada debajo del vestido mandarín. -Liao puso más fotografías sobre el escritorio-. Ningún resto de semen después de que tomaran muestras vaginales, bucales y anales. Los analistas de huellas latentes también han hecho su trabajo, y no han encontrado ningún pelo suelto que hubiera podido caer encima del cuerpo.