– ¿Hubo algo raro en sus actividades en la escuadra? -interrumpió Chen.
– Por lo general, cada Escuadra de Mao estaba compuesta por obreros procedentes de una misma fábrica, y después era enviada a una escuela. Pero, a petición propia, Tian se alistó en una escuadra integrada por obreros de una fábrica de acero en la que él no trabajaba. En cuanto a sus «actividades revolucionarias» allí, no he descubierto demasiados datos. Aquella fábrica de acero quebró hace dos o tres años. Ninguno de los empleados de la fábrica de Tian sabía nada, salvo que debió de comportarse como un matón. A finales de los setenta, cuando la Revolución Cultural fue declarada oficialmente un error bienintencionado de Mao, Tian abandonó las escuelas muy abatido y volvió a la fábrica.
»Entonces se formuló una política sobre "los que habían cometido un triple delito" durante la Revolución Cultural. Tian pertenecía a esta categoría, pero había muchos "Rebeldes" como él, y nadie hizo nada al respecto. Sin embargo, sorprendentemente, alguien envió cartas contra Tian a un cuadro del Gobierno municipal cuyo padre, un viejo catedrático que trabajaba en el Instituto de Música, había recibido brutales palizas durante aquellos años. En las cartas se afirmaba que Tian le rompió las costillas al anciano, por lo que se llevó a cabo una investigación. Algunos dijeron que Tian había dejado paralítico a un profesor de otra paliza, otros afirmaron que había robado monedas de oro, y también hubo quien mencionó que había obligado a una mujer a acostarse con él valiéndose del poder que le confería su cargo. No llegó a probarse nada, pero, a resultas de la investigación, Tian fue despedido y sentenciado a tres años de cárcel. Su mujer se divorció de él y se marchó con la hija de ambos…
Alguien llamó suavemente a la puerta. Chen abrió y entraron dos chicas en pijama y zapatillas.
– ¿Necesitan un servicio de masaje? -preguntó una de las chicas con voz dulce-. Todo corre por cuenta de la casa, la directora general Xia nos ha dado instrucciones muy precisas.
La otra chica trajo un termo y, tras cambiarles las tazas, les hizo más té con hojas nuevas y agua caliente.
– No, no nos hace falta, gracias. Dile a Xia que no se preocupe por nosotros. Si necesitamos alguna cosa, ya se lo haré saber. -Las chicas salieron de la habitación y Chen continuó hablando-. Bueno, pues ésa es su historia como miembro de una Escuadra de Mao. ¿Y qué hay de su mala suerte?
– A Tian le pasaron cosas extrañas, y a su familia también. Su ex mujer empezó a salir con otros hombres, lo que era previsible en una mujer divorciada de treinta y pocos años, pero pronto empezaron a circular fotografías en las que se la veía acostándose con su novio. Alguien las envió a la fábrica en la que trabajaba, y esas fotos «la clavaron al pilar de la humillación». A principios de los ochenta aún constituía un delito tener relaciones sexuales con alguien sin disponer de una licencia matrimonial, y la ex mujer de Tian se suicidó a causa de la humillación sufrida. La policía local investigó su muerte tras sospechar que el incidente había sido una mala pasada de sus amantes, pero la investigación no arrojó luz. La hija de ambos volvió con Tian.
– Parece extraño -observó Chen-. Una trabajadora corriente, divorciada, no demasiado joven y con una hija. Puede que los hombres con los que salía fueran también trabajadores normales y corrientes. ¿Quién podía haber tomado esas fotografías? ¿Un profesional? No creo que un obrero hubiera podido permitirse contratar a un fotógrafo para algo así.
– También pasaron cosas raras en el restaurante de Tian.
– Sí, ya leí la parte del restaurante -dijo Chen-. ¿Les preguntó a sus antiguos compañeros acerca de la mala suerte de Tian?
– Al igual que sus vecinos, sus compañeros lo vieron como un castigo merecido -explicó Yu-. Se mire por donde se mire, Tian ha tenido la peor suerte que uno pueda imaginar, parece una historia sacada de alguna leyenda popular.
– El castigo merecido es un tema frecuente en nuestras historias tradicionales. Un hombre que ha cometido malas acciones durante su vida, la presente o la pasada, es castigado por una fuerza sobrenatural que imparte justicia. Pero ¿quién se cree estas historias hoy en día?
– ¿Piensa que detrás de su mala suerte se esconde algo más? -preguntó Yu, levantando la vista de repente-. Un hombre paralítico, más muerto que vivo, ¿cómo podría estar involucrado en el caso?
– Ayer por la mañana, mientras estaba en el templo Jin'an releyendo su interrogatorio a Weng, el novio de Jazmín, se me ocurrió una idea. ¿Es posible que no se tratara de mala suerte, sino de una serie de desgracias provocadas por otro hombre? Una de las cosas que le han dicho en la fábrica de Tian podría confirmar mis sospechas.
– No es tan descabellado -admitió Yu, aunque le estaban impacientando las divagaciones de Chen, capaz de irse por las ramas como el Viejo Cazador antes de ir al grano-, pero todavía no veo cuál es la conexión con este caso.
– Acaba de decir que, como miembro de una Escuadra de Mao, Tian obligó a una mujer a tener relaciones sexuales con él.
– Sí, alguien lo mencionó, pero no se demostró.
– ¿Sabe el nombre de esa mujer?
– Nadie mencionó su nombre, pero puede que fuera una profesora del Instituto de Música.
– Está siguiendo una pista muy importante. Déjeme enseñarle algo -propuso Chen, sacando una fotografía-. Fíjese en la mujer.
– La mujer -repitió Yu-. Lleva un vestido mandarín.
– Fíjese en el estilo del vestido.
– ¡Sí, el estilo! -Yu examinó la fotografía de cerca-. El mismo estilo. Quiere decir que…
– La mujer de la fotografía era Mei, una violinista que daba clases en el instituto. Tian abusó de ella. Para ser exactos, la obligó a tener relaciones sexuales con él a cambio de ayudar a su hijo. La tarde en que Mei murió, vieron a Tian salir a escondidas de su habitación.
– ¿La mató él?
– No, Mei murió en un accidente, aunque en cierto modo él fue el responsable.
– Ningún empleado de la fábrica de acero me contó nada sobre esto.
– O no lo sabían, o no les pareció necesario contárselo. Han pasado más de veinte años y ahora Tian está paralítico, más muerto que vivo.
– ¿Nadie lo denunció? Me refiero a los familiares de Mei. Otros sí lo hicieron, como el hijo del viejo catedrático al que le había partido las costillas.
– Ahora fíjese en el niño de la foto -indicó Chen.
– ¿Sí?
– Es Jia Ming.
– ¿Jia Ming? ¿El abogado del caso del complejo residencial? Usted me dijo que…
– Sí, el mismo. El autor de todas las fatalidades que persiguieron tanto a Jazmín como a Tian.
– Veamos, si Jia es el niño de la foto, el hijo de Mei, entonces está claro que tiene un motivo -señaló Yu conmocionado, intentando comprender las implicaciones de la repentina revelación-. Sin embargo, siendo abogado, podría haberse vengado de otra forma.
– Por alguna razón, no lo hizo. Tal vez se deba a las circunstancias concretas en que murió Mei. Para él era insoportable revivir la pesadilla, o sea que adoptó un enfoque distinto. Creo que era Jia quien estaba detrás de las quejas, así como de las cartas enviadas al cuadro del Gobierno municipal.