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– Y de las fotografías de la ex mujer de Tian, y quién sabe de qué más -añadió Yu, asintiendo con la cabeza-. Las piezas comienzan a encajar. El vestido mandarín, pasado de moda y hecho a medida. Y otra cosa: «Bandera Roja en la Revolución Cultural» era el nombre de la organización de Rebeldes Obreros a la que pertenecía Tian. El anuncio en el periódico lo puso alguien que se llamaba así. Y el lugar en que apareció el primer cuerpo también concuerda: frente al Instituto de Música. No obstante, podría haber matado a Jazmín hace mucho tiempo, ¿no le parece?

– Podría haberlo hecho, pero quizás un golpe rápido no fuera tan satisfactorio como una larga serie de golpes.

– Tal vez sea cierto, pero ¿por qué tuvo que matar a Jazmín ahora, de repente?

– Aún no tengo respuesta a esa pregunta. Sólo una suposición.

– ¿Y por qué mató a las otras chicas?

– Se me ocurren varias explicaciones posibles, pero, de momento, sólo tengo una teoría provisional, que ni siquiera está completa.

– Muy bien, ¿cuál es esa teoría?

– Al quedarse huérfano tras la muerte de su madre, Jia creció con un único objetivo en la vida: vengarse. Decidió saldar las cuentas pendientes a su manera.

– Tú mataste a mi madre -conjeturó Yu-, yo mato a tu hija.

– Además, no sólo se trata de la trágica muerte de su madre. Jia quedó demasiado traumatizado para poder llevar una vida normal.

– ¿Qué quiere decir?

– Me refiero a una vida normal como hombre, porque no puede tener relaciones sexuales con una mujer. Tian fue como una maldición para Jia y su madre, al igual que Jia lo ha sido para Tian y Jazmín. El intento de urdir una venganza similar al sufrimiento original puede ser catártico, pero la venganza también tiene sus consecuencias negativas.

– ¿Puede ser más claro, jefe?

– Es largo de contar. -Chen cogió el maletín, pero no lo abrió-. Basta con decir que la escena de Tian en la cama con su madre acobardó a Jia. Su vida fue un auténtico infierno, como puede imaginar. Quería que sus enemigos sufrieran tanto como había sufrido él. De acuerdo a su plan inicial, todos aquellos incidentes acabarían destruyendo a Jazmín, pero la posibilidad de que se casara y se mudara a Estados Unidos lo llevó a asesinarla. Jia tenía que completar su venganza. Por supuesto, esto no es más que una hipótesis. Muchos detalles de este caso no se pueden explicar de forma racional.

– Sea cual sea la hipótesis correcta, tenemos que hacer algo cuanto antes -afirmó Yu-. Si Jia es el asesino, podría matar de nuevo.

Volvieron a llamar a la puerta. Esta vez era Xia, quien entró con un cesto de bambú tapado.

– Usted y su compañero aún no han comido -explicó.

El cesto de bambú contenía varios platos exquisitos: gambas peladas fritas con hojas de té verde, calamar estofado con carne de cerdo, bolitas de anca de rana y un tipo de verdura que Yu no conocía. También había dos cuencos pequeños de sopa de fideos espesa.

– Es muy amable de su parte, Xia -dijo Chen.

– ¡Ah!, aquí hay algo para usted -respondió ella, poniéndole un sobrecito en la mano-. Una tarjeta VIP, para que venga de nuevo.

Yu se preguntó qué habría realmente en el sobre, tras fijarse en que Xia le apretaba la mano a Chen.

– Los fideos transparentes no están mal, pero son demasiado cortos. Hace falta una cuchara -comentó Yu después de que Xia hubiera salido de la habitación-. ¿Cómo es que la conoce?

– Bueno, lo que usted llama fideos transparentes en realidad son aletas de tiburón. Un cuenco pequeño como éste cuesta quinientos o seiscientos yuanes, pero no tiene por qué preocuparse del precio -explicó Chen, metiéndose una cucharada en la boca-. ¿Que cómo la he conocido? Xia es uno de los últimos eslabones de una larga cadena.

– ¿Qué quiere decir, jefe?

– Antes había sido novia de Jia. Se separaron debido a su impotencia.

– Entonces no es sólo una suposición o una hipótesis, sino un hecho -señaló Yu, depositando el cuenco sobre la mesa-. Encaja perfectamente. Desnudaba a las chicas sin tener relaciones sexuales con ellas. ¿A qué esperamos? Ya estamos a jueves a mediodía.

– El juicio por el caso del complejo residencial se celebra mañana -dijo Chen-. Ahora mismo, cualquier interrupción podría verse como un intento de sabotear el juicio.

– Espere un momento. ¿Mañana es la fecha del juicio por el caso del complejo residencial?

– Sí, la situación está llegando a un punto crítico. Es un caso que ha tenido mucha difusión. Si detenemos a Jia ahora, la gente hará interpretaciones políticas precipitadas, tengamos pruebas o no. Por otra parte, eso podría beneficiarnos. El juicio es muy importante para él. Jia también debe de estar deseando que se celebre en la fecha prevista.

– Sí, sería una coincidencia demasiado grande. La gente lo convertiría en un mártir si no conseguimos presentar pruebas convincentes -observó Yu-. Pero déjeme intentar retenerlo de una forma u otra, al menos durante veinticuatro horas, para que no pueda salir esta noche. Oficialmente, yo no sé nada sobre el caso del complejo residencial. Si cometo un error, tal vez no importe demasiado.

– No. Déjeme atraparlo esta noche. Cuento con algo mejor que una simple excusa: una estratagema que nunca he empleado antes, pero que merece la pena intentar. Si no funciona, entonces puede hacerlo a su manera. Después de todo, no estoy al frente de ninguno de los dos casos de manera oficial.

– ¿De qué está hablando, jefe? -Yu lo interrumpió bruscamente-. Sea lo que sea lo que piensa hacer, tiene que contar conmigo.

– Bueno, usted también tendrá algo que hacer. ¿Recuerda el truco de la multa de tráfico en el caso de la modelo nacional?

– Sí. ¿Quiere que registre su coche?

– Mientras lo entretengo esta noche, llévese su coche y regístrelo a fondo. Contará con la ayuda del Viejo Cazador. Ya me he puesto en contacto con él.

– ¿Y qué pasa si no encuentro nada en el coche?

– Si no me equivoco -dijo Chen, rasgando el sobrecito rojo que Xia le había dado- ésta es la llave de la puerta lateral de su despacho. ¡Ah! También hay un croquis del aparcamiento.

– ¡Le ha dado la llave!

Yu estaba asombrado. Tal vez Peiqin tuviera razón cuando se refería a los problemas de Chen con las mujeres, pero no cabía duda de que sabía cómo tratarlas.

– Si no encuentra nada en el coche, condúzcalo hasta el edificio en el que se encuentra el despacho de Jia. El guarda de seguridad reconocerá el coche y lo dejará entrar. Según el croquis, puede estacionar en el aparcamiento de la esquina y entrar por la puerta lateral. No lo verá nadie.

– No me verá nadie. Entiendo. Pero ¿usted qué va a hacer con Jia?

– Lo llevaré a un restaurante de la calle Hengshan. Aquí está la dirección. Mande a algunos policías de paisano para que esperen fuera, pero dígales que no hagan nada hasta que yo dé la orden.

– ¿Aceptará encontrarse con usted? Ya estamos a jueves a mediodía. Debe de tener un plan para esta noche, y también para el juicio de mañana.

– Vamos a averiguarlo. -Chen cogió su móvil y pulsó la tecla del altavoz para que Yu pudiera escuchar la conversación-. Hola, quería hablar con el señor Jia Ming.

– Soy yo.

Era la voz de alguien muy seguro de sí mismo.

– Soy el inspector jefe Chen Cao, del Departamento de Policía de Shanghai.

– Ah, inspector jefe Chen. ¿En qué puedo ayudarle? -preguntó Jia con un dejo de ironía en su voz-. Es sobre el caso del complejo residencial, supongo. Mañana se celebra el juicio, tendría que haberme llamado antes.

– No, ése es su caso, no el mío. Necesito su ayuda para algo que no tiene nada que ver con eso -explicó Chen-. Estoy escribiendo un relato que requiere amplios conocimientos legales y psicológicos y creo que usted es la persona indicada para ayudarme, así que me gustaría invitarlo a cenar esta noche.