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Movió la cabeza. Las barreras que ella había mantenido se habían desvanecido para siempre junto con la ilusión de frialdad. Era una mujer hermosa con una sensualidad que anhelaba explorar.

Miró el teléfono y por primera vez notó una luz roja que parpadeaba. Marcó el buzón de voz, una comodidad del hotel de lujo de Lederman, y escuchó el mensaje. Su anfitrión había cancelado todas las reuniones de ese día, ya que había tenido que marcharse de forma inesperada.

No le gustó la desaparición del hombre ni la llamada personal extraña y súbita que había recibido. No confiaba en ella, Jack jamás aceptaba un caso que no estuviera convencido de que podía ganar. No era que los ganase todos, pero debía tener fe en la batalla que libraba. Antes de comprometerse con ese caso o que Lederman lo hiciera con ellos, tenía que descubrir qué diablos les ocultaba.

Y debía poner a Mallory al corriente del cambio de planes para ese día. Después de una ducha rápida para despejar la cabeza, no tendría más elección que enfrentarse a su hermosa y ya no reprimida colega.

– Contesta -dijo mientras martilleaba un lápiz sobre la mesita.

¿Dónde estaba Julia y por qué no respondía? Justo cuando necesitaba su consejo, no estaba en casa.

Mallory podía disfrutar de accesorios femeninos, lencería y otros toques sensuales, pero le faltaba experiencia con el sexo opuesto. Necesitaba hablar con su prima, su mejor amiga desde la infancia. La única persona que podía ayudarla a situar en la perspectiva adecuada la noche anterior. En cuanto superara la sorpresa.

Nadie respondía al otro lado de la línea. Al parecer iba a tener que confiar en sí misma, algo que había hecho toda su vida, de modo que no había motivo para no hacerlo en ese momento. Colgó el auricular y se irguió, más segura.

La noche anterior había tenido a Jack comiendo de la palma de su mano. Tembló al le vivir el ataque sensorial al que la había sometido su lengua. Cerró los ojos y permitió que las sensaciones recordadas la invadieran, antes de obligarse a regresar a la realidad de ese día. Si podía controlarlo entre las oleadas de la pasión, desde luego podría lograrlo mientras desayunaban.

Una vez expuesto su punto de vista, podrían regresar a la normalidad. Se repitió ese mantra durante la ducha y al bajar a la cafetería del hotel donde habían quedado con el señor Lederman. Al menos, la presencia del hombre excéntrico podría desterrar cualquier tensión inicial.

Siguió a la camareta a una mesa vacía y eligió el asiento que daba hacia el restaurante. No quería que nada la distrajera de lo profesional.

Y entonces vio a Jack entrando.

Creía haber estado preparada. Pero verlo con un bañador azul marino y un polo blanco que revelaba una piel muy bronceada amenazó con ser su perdición, ya que la dejó sin aliento y sin palabras.

No era una buena combinación para una mujer que se había convencido de que retenía el control.

– Buenos días, Jack -esbozó su sonrisa más brillante y lo miró a los ojos.

– Mallory -respondió con voz hosca, recordándole todo lo que había pasado entre ellos la noche anterior.

La observó ceñudo. Sin necesidad de que él dijera una sola palabra, ella sabía que sus ropas y peinado lo sorprendían y decepcionaban. La elección había sido deliberada para devolver las cosas a la normalidad entre los dos.

Pero el corazón se puso a palpitarle con frenesí, y llegó a la conclusión de que la normalidad no se podría conseguir únicamente con el aspecto exterior. Ya no. Suspiró. Otro indicio de que había pasado a un territorio que daba miedo.

Decidida a retener el control, mantuvo su mirada y se negó a bajarla hasta que él finalmente la desvió con un gruñido. Se sentó, no frente a ella como había esperado Mallory, sino a su lado. Demasiado cerca.

El calor de su cuerpo, superior al sol de la mañana, la desequilibró aún más. Solo una observación mordaz podría mantener la distancia entre los dos en ese momento.

– Empezaba a creer que tendría que recurrir a la Guardia Nacional para que fuera a buscarte -comentó. -¿Una noche dura?

Él desplegó la servilleta y la colocó sobre el regazo.

– No. Dormí bien. ¿Y tú?

– Sin ningún problema -se encogió de hombros.

Una camarera pasó para entregarles los menos.

– ¿Café mientras esperan a la tercera persona? -preguntó.

– Sí, por favor -aceptó Jack. -Pero ha habido un cambio y solo seremos nosotros dos para desayunar.

Mallory lo miró asombrada y él experimentó un placer perverso al ser capaz de sorprenderla también.

– Entonces les daré unos minutos para que decidan -la camarera se marchó.

– ¿Qué le ha pasado al señor Lederman? -quiso saber Mallory.

– Ha tenido que salir de la ciudad por una llamada.

– ¿En un fin de semana? -preguntó con incredulidad. -¿Después de haber venido para hablar de la posibilidad de llevar su divorcio?

Jack asintió.

– A mí tampoco me parece muy lógico. Vamos a tener que descubrir qué sucede.

– ¿Crees que tiene una aventura?

– Es una buena posibilidad.

Mallory ladeó la cabeza y él imaginó que el pelo negro le caía por los hombros.

– Después de que ayer mencionaras su desaparición en la sauna, intenté pensar en lo único que le ocultaría a su abogado potencial. Era una aventura. Quiero decir, con cualquier otra cosa saldría limpio.

– Es posible. Hablaré con él en cuanto llegue. Si vamos a representarlo, no quiero ninguna sorpresa. Cuanto más sepamos, más podremos preparar con antelación.

– Parece un buen plan. Mientras tanto, yo me concentraré en obtener información de la señora Lederman.

– ¿Han decidido? -preguntó la camarera al regresar.

– ¿Mallory?

– Pide tú. Yo aún no lo tengo claro.

– Yo quiero el Desayuno para la Persona Hambrienta -le entregó el menú. -Anoche no cené y me muero de hambre -se dirigía a la camarera, pero en ningún momento dejó de mirar a Mallory. Al mencionar la noche anterior, ella se ruborizó, en contradicción con la calma exterior que aparentaba.

– ¿Qué ha sido del Hombre Hambriento o de la Mujer Hambrienta? -preguntó Mallory.

La camarera rio.

– Es la contribución de la señora Lederman. Afirma que las mujeres pueden estar tan hambrientas como los hombres, y que no tiene sentido ofrecer dos elecciones por una distinción de género.

– Una mujer sensata -le devolvió el menú a la camarera. -Tomaré lo mismo.

– Muy bien.

En cuanto la otra mujer desapareció de vista, Mallory se adelantó y apoyó los brazos en la mesa.

– ¿Te das cuenta de lo que eso significa? -preguntó.

– ¿Que la señora Lederman oculta un lado feminista?

– La señora Lederman tiene voz en el negocio del hotel. Cierto que no es más que una selección de desayuno, pero algo me dice que hay más. Quizá se muestra tan serena en el asunto del divorcio no solo porque no lo quiere, sino porque si la obligan a aceptarlo, sabe que tiene fuerza para aguantar la división de los bienes -cruzó los brazos. -Quizá es más inteligente y está más al mando de las cosas de lo que deja entrever.

La admiró por su percepción y mente aguda.

– Desde luego es algo que vale la pena explorar -bebió un poco de café. La noche anterior ella había querido enseñarle una lección. Decidió que esa noche sería su turno. Bajo ningún concepto había terminado de explorar sus profundidades ocultas. -Después de desayunar, ¿te apetece dar un paseo por la playa conmigo?

– No voy vestida para exteriores.

– Tienes tu habitación cerca -no aceptó la excusa.

– No traje ningún calzado para la arena.

Desvió la vista y él supo que intentaba esquivarlo. Quiso sonreír, pero se contuvo. Al parecer, le gustaba tener el control, y huía cuando no era así.