– ¿Y si es el señor Lederman quien engaña? -preguntó, curioso por ver cómo salvaba ese dilema hipotético.
Mallory se encogió de hombros.
– Todo se reduce al poder. Quienquiera que tenga más poder, en este caso dinero y fuerza de voluntad, gana. No da la impresión de que vayamos a recibir una gran oposición de la señora Lederman -se detuvo para reflexionar.
Durante un momento, Jack albergó la esperanza de que mostrara algún signo de emoción femenina. Pero al instante el momento pasó y Mallory volvió a mirarlo con la determinación reflejada en su rostro.
– Deberíamos aprovecharnos del hecho de que no parece querer el divorcio -continuó. -Emplear eso a nuestro favor para convencer a Lederman de que tenemos la mejor estrategia.
– Todavía no quiere el divorcio. Pero si recibe un golpe duro, lo más probable es que contrate a un abogado que ataque por ella.
– Exacto -la voz de Mallory subió de tono por la excitación que invadió su espíritu.
– ¿Qué propone?
– Debemos atacar primero y el único modo de hacerlo es ganando el control del caso. Llamaré a Rogers para ver qué logra desenterrar en el pasado de la señora Lederman. Mientras tanto, usted interrogue al señor Lederman. Además, es más factible que se abra con usted. Los lazos masculinos y todo eso.
El esbozó una leve sonrisa. No pudo evitarlo. Le encantaba la actitud de ella de tomar el mando.
– ¿Alguna otra orden?
Un rubor inesperado se extendió por las mejillas de Mallory. Durante unos breves segundos, él se preguntó si lograría que esa sangre bombeara con más potencia. Hasta que se dio cuenta de que estaba fantaseando con Mallory. Su colega formal, tiesa y probablemente reprimida.
Era evidente que necesitaba tener contacto con una mujer y pronto. Sequía sexual. No había otra explicación para las reacciones extrañas que despertaba en él su asociada.
– Lo siento -ella movió la cabeza. -No sé en qué pensaba.
– De hecho, diría que ha dado en el blanco y pensado con claridad. Adelante, llame al investigador privado. Si Lederman ve que invertimos tiempo y dinero en él sin tener una garantía, es factible que quede impresionado. Y estoy seguro de que podré decantarlo a nuestro favor antes de que concluya el viaje.
– ¿De verdad? ¡Quiero decir, fantástico! Me pondré manos a la obra.
Su sorpresa era tangible. Dada su probable historia con los otros socios del bufete, Jack lo entendía. Pero no era dado a descartar una buena idea por el simple hecho de que no se había originado en él. Las ideas de Mallory eran sólidas y coincidían en la forma de llevar el caso. Harían un buen equipo.
– Adelante.
Ella lo miró y asintió.
Jack fue incapaz de romper el contacto visual. ¿Por qué le importaba lo que ella pensaba o sentía mientras cumpliera bien con su trabajo? ¿Por qué tenía la permanente sensación de que poseía un lado femenino? Los sentimientos que le inspiraba Mallory Sinclair carecían de sentido. Aunque dudaba de que Lederman estuviera limpio, estaba seguro de que Mallory tenía razón. Si hurgaban a suficiente profundidad, descubrirían algún trapo sucio de la señora Lederman,
Pero la dura indiferencia de Mallory por la situación de la otra mujer no lo abandonaba. Y sabía por qué. Esa firme determinación de tener éxito a toda costa le recordaba la tenacidad de su madre en tomar lo que quería fuera del matrimonio, sin importarle las repercusiones que tuviera sobre su padre. Una extraña analogía, pero certera.
Y que despertaba el deseo de ver hasta dónde llegaría en nombre del trabajo. Adelantó el torso.
– Mallory.
– ¿Sí? -se detuvo mientras recogía sus cosas.
– Si se encuentra con la señora Lederman, y es posible que lo haga…
– No se preocupe, Jack -se levantó. -Puedo manejarla -respiró hondo. -Puedo llegar a la esposa vulnerable que acabamos de ver. De mujer a mujer, ya sabe.
Jack cerró los ojos. Lo sabía. Era el motivo exacto por el que la habían elegido para ese caso. Pero oírselo exponer de forma tan indiferente, como si no se identificara en nada con la señora Lederman, le ofrecía una impresión de ella en la que no quería creer. Su lado profesional estaba impresionado, pero el hombre anhelaba ver que era humana, que al menos sentía una afinidad femenina con la señora Lederman, aunque no pudiera actuar de acuerdo a dichos sentimientos.
Y aún quería saber que no era tan fría ni calculadora como parecía.
– Aunque sea una vez en este viaje, me gustaría ver a la mujer que hay detrás de la fachada helada.
Se puso rígida y Jack maldijo para sus adentros. No había tenido la intención de hablar en voz alta ni de insultarla. Simplemente, no era capaz de entender las emociones encontradas que despertaba en él. Pero no era una excusa y dudó que ella lo entendiera.
Mallory pegó el bloc contra el pecho. -Doy por sentado que no ha sido un cumplido.
– Escuche, no pretendía decir nada con ello. Solo fue un comentario irreflexivo…
– Sin tacto y machista. No me ha ofendido -pero los labios le temblaban al hablar.
No la creyó. Aunque no había salido corriendo dominada por el llanto y su fortaleza lo impresionaba, había logrado agrietar la máscara fría que había pegado en su rostro. En esa ocasión ella no fue capaz de ocultar el dolor que las palabras le habían producido.
Se sintió más rastrero que una serpiente. Había conseguido lo deseado. No había visto su lado femenino pero sabía que uno existía. Por desgracia, en el proceso había obtenido poca satisfacción y no solo por haberla herido, sino porque al causarle dolor, había aprendido algo sobre sí mismo y Mallory. Le importaban sus sentimientos… algo raro en él en lo referente a las mujeres.
La miró a la cara. Ella había logrado exhibir una sonrisa falsa que Jack no se tragó.
– Nos vemos -dio media vuelta y se marchó, con la falda azul demasiado larga y el pelo recogido en un moño poco atractivo.
– Demonios -dijo en voz alta. Miró en torno a la playa, que se había llenado de mujeres. Mujeres poco vestidas, solteras.
Si Mallory lo atraía de tantas maneras, debía de haber un motivo.
Quizá solo necesitaba hacer el amor.
CAPITULO 03
Así que quería ver a la mujer que había «detrás de la fachada helada». Mallory abría y cerraba los cajones en su habitación, arrojando cosas sobre la cama mientras musitaba en voz alta.
Había tenido el descaro de llamarla fría. Recogió la braguita más decadente y pecaminosa y la sostuvo en el aire. ¿Podía ser fría si sus gustos se decantaban por la seda y el satén? ¿Por sábanas suaves y cálidas como el brandy? ¿Por sueños eróticos que no podía compartir con nadie, incluido el hombre que los inspiraba?
Apartó la lencería y se sentó en la cama. Se secó una lágrima perdida. Le importaba lo que pensaba de ella y odiaba, odiaba, todo lo que a ojos de él era Mallory Sinclair. Una mujer que ella había creado para alcanzar la meta de su vida.
Una meta que de repente pasaba a un segundo plano en su deseo de mostrarle a Jack Latham que su corazonada era correcta. Era evidente que había percibido que en Mallory había algo más que lo que veía el mundo. De igual manera que ella creía que había algo más en Jack Latham que la imagen de Terminator que ofrecía.
Pero había entrado en juego el doble rasero y Jack la había criticado por realizar su trabajo tan bien como cualquier hombre. Puede que a ella no le gustara el punto de vista de su padre en muchas cosas, pero le habían inculcado algunos valores que admiraba y por los que regía su vida. Incluidos la lealtad, el respeto y el poder… tanto en las relaciones como en las carreras. Y ahí estaba, tratando de esforzarse por un hombre que era evidente que hería a su mujer. Pero el trato que le diera a la señora Lederman no importaba o no debería importar para los profesionales contratados para representarlo en un divorcio. Y eso era Mallory. Una profesional.