Jack debería entenderlo, ya que se regían por la misma ética. Pero como ella era mujer, esperaba que actuara de manera diferente. Que mostrara sus emociones. Viniendo de él, ese maldito doble rasero dolía. Sin saber por qué, había esperado más de Jack. Representaba a maridos contra esposas sin importar la justicia o la verdad. Porque era su obligación ética.
Después de haber pasado tiempo con él, después de haber visto profundidad más allá del atractivo y del cuerpo tonificado, no podía dejarlo con la impresión que evidentemente tenia de ella. Jack quería ver a la mujer que había detrás de la máscara. Y ella tenía el suficiente orgullo como para querer quitarse la fachada y mostrársela.
Reflexionó en la mejor maneta de lograrlo. Cuando tuvo formulado un plan, había conseguido entusiasmarse con las tentadoras e intrigantes posibilidades que se le presentaban.
Miró el reloj. Disponía de algo de tiempo libre antes de tener que volver a reunirse con él. El suficiente para poner las cosas en marcha.
Se apoyó sobre la almohada, cerró los ojos e imaginó la reacción de Jack. Apoyó la mano en la suave tela de las braguitas. Una leve presión más abajo alivió la palpitación e incrementó la necesidad. Los dedos se deslizaron sobre la seda y perfilaron el montículo. «Es tan fácil, pensó. Podía eliminar el ansia y continuar con su día. Pero aliviar la tensión acabaría con la expectación que sentiría al observar a Jack.
Quería hacer que necesitara a Mallory Sinclair, la mujer.
Luego, quería llevarlo hasta el precipicio… y tirarse al abismo.
Y quería caer con él, no sola.
«Que empiece la seducción», decidió.
Podía acostumbrarse a eso. El olor del océano, el cielo azul despejado las mujeres sexys en biquini. Se reclinó otra vez en su asiento y estiró las piernas delante de él. El sol golpeó sobre su piel, cálido y generoso.
– Lamento llegar tarde. Tuve que hacer unas cosas y tardé más de lo previsto.
Mallory se sentó frente a él, tensa en el mismo vestido azul. Pero no parecía molesta por el incidente de aquella mañana, lo que agradeció.
– ¿Todo está bien?
– Nos marchamos con tanta prisa que olvidé algunas cosas -asintió.
– Bueno, me encontré con Paul en la sauna. Pasamos una hora quejándonos de lo mucho que piden las mujeres. Es demasiado pronto para presionarlo para que tome una decisión, pero empieza a confiar en mí. He de ponerla al corriente de algunas cosas.
– Suena bien.
– ¿Una copa primero? -preguntó. Ella titubeó. -Considere que son más unas vacaciones que un viaje de trabajo. En serio, estamos aquí porque Lederman quiere llegar a conocernos fuera del bufete. Como ya he dicho, es un excéntrico. Así que adelante. Beba una copa -quería que se relajara. Era imposible que pudiera pasar una semana en su compañía si seguía dando la impresión de que huiría a la primera oportunidad que se le presentara. Después del comentario irreflexivo de aquella mañana, no iba a tocar el tema de su ropa en ese momento, pero no sabía cuánto tiempo podría verla asándose bajo el sol cegador. Llamó al camarero. -La señorita va a tomar… -intentó evaluar qué iba a tomar la señorita Sinclair. -¿Vino blanco espumoso?
– Un club soda, por favor -corrigió.
Jack se contuvo de poner los ojos en blanco.
– Para mí lo mismo -alzó la copa que había contenido un vodka con hielo.
– Enseguida vuelvo con sus pedidos -asintió el camarero.
– ¿Qué decía de Lederman? -continuó ella.
– Aparte de quejarse del matrimonio, oculta algo -Jack se acabó la copa.
– ¿Qué lo impulsa a decir algo así?
– Recibió una llamada de teléfono. Salió de la sauna a tal velocidad que a punto estuvo de perder la toalla -rio y esperó que ella lo imitara.
La expresión de Mallory se mantuvo firme. Él contuvo un gemido. No podía imaginar que no le resultara gracioso, de modo que aún debía seguir enfadada. Pero no pensaba repetir la conversación de la mañana. Mejor concentrarse en el trabajo.
– En cualquier caso, cuando regresó le pregunté si todo iba bien. Pensé que quizá había surgido una emergencia en el centro, No logró salir muy airoso, porque se acaloró y titubeó, y luego respondió que su hijo había llamado desde California.
– ¿Por qué está tan seguro de que no es así? -se encogió de hombros.
– Instinto. Además, de ser verdad, era una respuesta lo bastante sencilla sin que tuviera que agitarse tanto.
– Cierto -asintió. -¿Qué cree que esconde? No tiene sentido que nos lo oculte a nosotros. No si estamos de su lado.
– De acuerdo. Y pretendo averiguarlo en cuanto…
– Aquí tienen sus copas.
El camarero intercambió la copa de Jack por una nueva que ya no lo atraía, pero de todos modos le dio las gracias y volvió a mirar a Mallory.
– Podría preguntarle abiertamente qué sucede, pero…
– Disculpe, señor, pero esto es para usted -el camarero le entregó un trozo de papel doblado.
– ¿Mensaje de teléfono? -preguntó Jack.
– De hecho, el barman me preguntó si reconocía el nombre que aparecía en la parte superior, y como usted acababa de firmar el almuerzo…
– ¿Le dijo quien lo dejó?
– Lo encontró en la barra cuando se despejó de la gente que había bajado a comer.
– Extraño -alzó el papel doblado y le llegó una fragancia femenina.
– ¿Desean algo más? -preguntó el camarero.
– No, gracias -indicó Mallory con su voz educada pero ronca.
Jack movió la cabeza, luego abrió el papel. Invitación de Seducción… una velada privada para cenar, bailar y gratificar los sentidos. A las ocho. Cabaña de la playa número diez. Trató de tragar saliva pero sin éxito. Había más instrucciones, alusiones seductoras sobre lo que podía esperar si aceptaba.
Le dio vuelta a la hoja y leyó lo que había del otro lado. Sé puntual. Y ven con hambre. Se le humedecieron los ojos y recogió la copa que momentos antes no le había apetecido. El alcohol lo empeoró, porque le quemó la garganta y lo hizo toser.
Mallory se levantó y le hizo una señal al camarero.
– Agua, por favor. ¿Se encuentra bien? -le preguntó a él.
Jack tragó saliva y la respiración fue más fácil.
– Sí. Me… atraganté.
– Oh -volvió a sentarse. -Por un momento me asustó. Pensé que tendría que hacerle el boca a boca.
La miró fijamente, convencido de que no la había oído bien.
– Resucitarlo, porque pensé que había dejado de respirar -se apresuró a explicar ella. Agitó una mano. -Olvídelo. Siempre y cuanto esté bien.
– Lo estoy -miró la nota que en ese momento tenía sobre el regazo. ¿Quién diablos podría haberla enviado? Miró alrededor, pero la multitud de mujeres en traje de baño no le ofreció ninguna pista.
– ¿Es de Lederman? -preguntó Mallory.
– Espero que no.
– Es personal.
Ella se encogió de hombros.
– Muy bien, ¿de modo que piensa preguntarle abiertamente qué es lo que sucede?
El escrutó a cada mujer que pasaba. Ninguna le ofreció señal alguna de que hubiera enviado la nota, pelo alguien le había realizado una proposición que parecía excitante y tentadora.
Sería un tonto si no se presentara a las ocho.
Y sería un tonto aún mayor en protagonizar la fantasía de una mujer desconocida.
– ¿Jack? Jack. Pregunté si piensa enfrentarse a Paul Lederman -repitió, confusa por la incapacidad de él de concentrarse.
Jack experimentó el impulso absurdo de confiarse a ella y eso mismo le indicó lo extraño que había estado desde que iniciaron ese viaje.