– Doy por hecho que si estoy aquí, es para que puedas demostrar que me equivoqué en mi suposición.
– La dicotomía es interesante, ¿verdad? -preguntó ella.
Tentar. Atormentar. Incitar. Era evidente que no pensaba contestarle de forma directa. La miró. Se negaba a entregar el poco poder que poseía en ese juego preparado por ella.
– Todos y todo en la vida tiene dos caras, dos lados. No siempre agradables.
Temprano en la vida había aprendido que su cariñosa madre, en público la esposa devota, era en la intimidad una mujer fría, indiferente y mentirosa. A medida que pasaba el tiempo, dejó de importarle quién conociera la verdad y la dicotomía que había ofrecido terminó por fundirse en una mujer infeliz. Desde entonces, Jack se había convertido en un experto de los dos rostros de la naturaleza humana.
Mallory entrecerró los ojos, como si comprendiera que sus palabras revelaban parte de su alma. Maldijo en silencio. ¿Cómo había podido olvidar que esa mujer seductora tenía una mente como una trampa de acero y los instintos de un tiburón asesino? ¿Por qué le resultaba tan fácil olvidar que poseía otro lado más frío y calculador?
¿Qué Mallory era real y cuál la impostora?
– De modo que ya estás sintonizado con las sutilezas de la naturaleza humana. Estupendo, ya que facilita mucho mi trabajo -esbozó una sonrisa sexy.
Jack se preguntó qué tramaría a continuación.
Pero no le cabía ninguna duda de que sería la primera en retroceder. La política que prohibía los romances en el bufete pesaría mucho más en su mente, ya que esperaba ascender y sabía que el voto de él podía destruir sus posibilidades y todo aquello por lo que había luchado. El jamás pondría en peligro su carrera por esa invitación a la seducción. La respetaba demasiado como abogada y admiraba demasiado a la mujer que lo había incitado a presentarse allí para enseñarle una lección bien merecida.
Pero podía disfrutar durante el trayecto.
– Es evidente que hablé fuera de lugar esta mañana al emplear la palabra «helada», Pero la palabra «fachada»… fue certera.
Ella esbozó una amplia sonrisa y su rostro adquirió una cualidad radiante.
– Eres un hombre inteligente, Jack. Fachada, Definida significa una apariencia o efecto falso, superficial o artificial.
– ¿Y es eso? -aunque los trajes que se ponía a diario hacían poco para revelar curvas femeninas, en ese momento Jack veía en abundancia. Poseía unos pechos plenos, más llenos de lo que había imaginado, y por encima del escote en «V» se insinuaba una piel de porcelana.
– ¿Te preguntas quién es la Mallory real? -la risa ronca iluminó el aire nocturno-. Eres tú quien debe averiguarlo.
Lo provocaba con infinitas posibilidades sensuales,
– ¿Estás preparado para comer? -preguntó ella.
La cuestión conducía a pensamientos de delicias decadentes, de manjares sobre sus labios brillantes y secretos femeninos ocultos, Pero dudaba de que fuera eso lo que Mallory tenía en mente.
Quería cerrar la distancia que los separaba, pasar la mano por la extensión de piel de su cuello y hombros, acercarla lo suficiente como para devorarla con la boca.
– Estoy hambriento -respondió, Y si ella bajaba la vista, podría calibrar exactamente lo famélico que estaba. Se le resecó la garganta-, Aunque preferiría primero una copa.
Ella se levantó con gracilidad y se dirigió al minibar.
– ¿Vodka con hielo?
– ¿Lo recuerdas?
– Presto atención -«a todo acerca de ti», pensó.
Jack Latham era un potente envoltorio masculino. Y ahí estaba el problema. Su obsesión mental con él y lo que pensaba de ella la habían llevado a ese precipicio peligroso. Había desafiado su feminidad y había respondido, arriesgando su carrera y su futuro. No podía creer que hubiera llevado tan lejos la humillación que le había provocado el comentario insultante. Pero una vez hecho, no le quedaba más alternativa que seguir adelante,
– Yo también presto atención. Tu fama de minuciosidad y tu pericia no tienen igual entre los asociados del bufete.
– Gracias.
Después de servir el vodka para Jack y un vino para ella para ganar coraje, regresó al sofá. Con un poco de suerte podría mantener el control de sí misma y de sus reacciones al mismo tiempo que ponía a prueba las de él.
Cuando le entregó la copa sus manos se rozaron. Un contacto breve y fortuito, pero una oleada de percepción le recorrió el cuerpo, «Ahí se va el control», pensó. Se obligó a mantener la calma, a olvidarse de los negocios y a concentrarse en Jack.
Cuando hubiera acabado la velada, a él no le quedaría ninguna duda sobre sus atributos y armas de mujer. Pero, una vez establecida la aclaración, las cosas entre ellos podrían volver a la normalidad. Como si algo pudiera volver a ser normal después de haber estado tan cerca de su fantasía.
Se sentó junto a él y reinó el silencio.
– Háblame de Terminator -pidió ella antes de que Jack pudiera tomar el mando de la conversación.
– Es una gran película, pero la primera fue mejor que la secuela -respondió con celeridad.
Percibió su incomodidad y se preguntó cuál sería la causa de su retraimiento. Se llevó la copa a los labios.
El líquido arrutado le humedeció la boca y le permitió hablar,
– Estoy de acuerdo. Las secuelas rara vez son tan buenas como el original. En Terminator II, Linda Hamilton exhibía demasiados músculos. Sin embargo, hacía que los hombres babearan -se encogió de hombros. -Siempre pensé que os gustaban las mujeres más suaves.
Él se mostró sorprendido por la respuesta de ella. Evidentemente, creía que insistiría para que le diera respuestas acerca de qué lo convertía en el terminator del bufete.
Mallory prefería la sutileza. De esa manera, él no sabría que era tan fácil de leer. La inoportuna broma cinematográfica le había brindado una mayor visión personal de sus sentimientos que si hubiera respondido con hechos comprobados.
Pasó la lengua por el borde de la copa y disfrutó de cada gota de vino. Se sintió gratificada cuando él siguió cada movimiento y los ojos se le dilataron por el deseo.
– Y bien, ¿cómo te gustan las mujeres a ti, Jack? ¿Suaves y femeninas o más duras, con un toque de acero?
El esbozó una sonrisa sexy.
– Me gusta que posean un poco de ambas cosas. Fuertes y capaces por fuera, pero suaves y dóciles, cálidas y entregadas por dentro -alargó la mano y le quitó la copa, que dejó sobre la mesita.
– Más o menos como tú -murmuró. Le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.
Su contacto era cálido y sexy, igual que el timbre de su voz, y Mallory reaccionó. Los pezones se le contrajeron bajo la seda y el escueto sujetador que llevaba. Faltaba poco para que perdiera el escaso control que poseía.
– A menos, desde luego, que esto sea una representación.
Así que quería poner a prueba sus límites y ver si volvía a ser la Mallory distante y helada. Quería ver quién huiría primero. Pobre Jack. No tenía ni idea de que estaba dispuesta a llegar hasta el final y asumir las consecuencias más tarde,
– Quizá es una representación. Tal vez no, La cuestión es que aún no estás seguro, ¿verdad?
– Todavía no -se inclinó hasta que sus labios casi se unieron. -Pero la noche aún es joven y pretendo averiguarlo.
Encendido con un rastro de vodka, su aliento la tentaba con promesas seductoras que ella aún no estaba preparada para hacer o mantener.
– No tan deprisa -con suavidad lo empujó por los hombros antes de que pudiera poseerle la boca en el beso que con tanta desesperación anhelaba. Pero no podía arriesgarse a involucrarse de forma seria con Jack Latham, y cualquier cosa más allá de esa velada juguetona constituiría una relación. Algo que ni sus emociones ni su carrera podían permitirse.