Había dedicado demasiados años a encaminarse a formar parte del bufete en términos de igualdad. Quizá demasiados años solitarios y frustrados, pero si quería recibir la recompensa final, no podía sucumbir a la necesidad emocional con el único hombre al que siempre había deseado,
Se obligó a recordar sus prioridades, algo difícil cuando tenía al alcance de la mano besarlo, y se levantó.
– Dijiste que tenías hambre -se acercó a la mesa donde el servicio de habitaciones había dejado una cena completa y una bandeja con canapés.
– Estoy famélico.
La risita profunda reverberó dentro de ella, No se sentiría divertido cuando ella hubiera terminado.
Jugó con una bandeja con uvas y diversos quesos distribuidos de forma elegante. Lo único que quedaba por descubrir era si tendría agallas para ejecutar su plan.
«Fachada helada. Fachada helada». Las palabras de él rebotaron en su mente, avivando todos y cada uno de sus instintos femeninos. No sabía nada de ella y quería que lo descubriera.
No quería que lo olvidara jamás.
Depositó la bandeja delante de ellos en una mesita y arrancó una uva.
Se acercó a él al tiempo que se la llevaba a la boca y el zumo suculento estallaba en el interior.
– ¿Te gustan las uvas?
Él miró fugazmente la bandeja antes de encontrarse con sus ojos.
– Podría dejarme convencer de probarlas.
– Esperaba que dijeras eso -«ahora o nunca», pensó Mallory mientras cerraba la distancia entre ellos y apoyaba los labios sobre los de Jack.
Los ojos de Jack al principio registraron sorpresa, luego se oscurecieron por el deseo. Mallory cerró los suyos para no ahogarse en la profundidad de la mirada de él, le frotó los labios con delicadeza y empleó el zumo de la uva para provocar y excitar. Los labios de él estaban húmedos, y cuando dejó escapar un gemido ronco con sabor a vodka y a hombre, Mallory sintió que una bola de calor estallaba en su interior al descubrir que la pasión era recíproca. Pero eso no bastaba.
– Querías probar las uvas -musitó sobre sus labios. -Ábrete y prueba la fruta, Jack.
Sabía que no era un hombre propenso a recibir órdenes, pero no tuvo que exigírselo dos veces. El abrió los labios e introdujo la lengua en la boca ardiente y húmeda. El gemido que emitió en esa ocasión fue más ronco y notó que le temblaba el cuerpo. Jack alzó las manos, le enmarcó el rostro con ellas y se lo inmovilizó.
En todos sus años de vida, Mallory jamás había experimentado el descontrol de la llama del deseo. Aunque había disfrutado de sensualidad, aún no había encontrado al hombre que desencadenara su «yo» oculto. Jack Latham era ese hombre y no podía negar el anhelo. La enlazó por la cintura y la aproximó más. Ella respondió arqueando la espalda para frotar adrede los pezones dolorosamente erectos contra el torso masculino, buscándolo al tiempo que buscaba alivio.
Sin advertencia previa, la lengua de él se tornó más exigente e insistente. Tomó el control con los mismos movimientos de penetración que ella había probado. Se mostró persistente y la vació de la humedad que poseía. Mallory echó la cabeza hacia atrás y él le recorrió todos los rincones de la boca como un amante que se entregara al olvido carnal.
Una vocecilla en la cabeza le susurró algo acerca de enseñarle una lección y le advirtió que recuperara el control antes de que fuera demasiado tarde. Los labios de él eran tan duros y perfectos, las caricias tan exigentes, que Mallory anheló sucumbir a cada sensación, sabor y matiz. Cuando él frenó y le mordisqueó el labio inferior, tenía todo el cuerpo encendido. Todos sus pensamientos y deseos estaban sincronizados con Jack.
Lo agarró de las muñecas con el fin de anclarse en algo. No pudo decir quién rompió primero el beso, pero cuando se separaron, necesitó el contacto encendido que proporcionaba su piel, que permaneciera la conexión establecida con él.
– Delicioso -la voz ronca de Jack sonó como un gruñido.
– Así que te ha gustado el zumo de las uvas -sus labios sensibilizados esbozaron una sonrisa.
Él asintió. Ella alzó el anillo circular de uvas de la bandeja y se lo pasó de forma provocativa por el cuello.
– Me gustó, pero creo que necesito cerciorarme -musitó Jack.
Inclinó la cabeza y mordisqueó del collar que había creado, Mallory creyó haber muerto y subido al Cielo. La cabeza oscura se inclinó sobre su pecho y el cabello sedoso le acarició el cuello. El poderoso aroma masculino era embriagador y líquido como el deseo. Y los labios en ese momento no solo se dedicaron a mordisquear la fruta, sino también a probar su piel.
Tembló y gimió. Echó la cabeza atrás para ofrecerle mejor acceso, tanto a la fruta suculenta como al valle entre sus pechos. Suspiró cuando el aliento la provocó, pero él no la tocó.
Al final alzó la cabeza con una sonrisa perversa.
– Una fruta dulce y generosa -ella volvió a sentir la boca llena-. Húmeda, no seca -el calor se apiñó en su estómago. -Sorprendentemente caliente al tacto.
La humedad goteó entre sus piernas, aunque logró formar un pensamiento coherente y hablar.
– ¿Caliente? -la palabra escapó de su garganta.
– Echa humo.
– ¿Como lo opuesto a helado? -preguntó.
– Desde luego -sonrió.
Con más pesar del que dejó entrever, se adelantó para rozarle los labios con un último beso. Antes de obligarse a ponerse de pie sobre piernas inseguras.
El la observó con cautela y Mallory percibió que sabía exactamente qué era lo que pasaba por su cabeza. Sus palabras demostraron que no se equivocaba.
– Has demostrado tu punto.
– Supongo que sí -sabía que esa noche también ella había aprendido una lección valiosa.
Bajo ningún concepto quería que acabara la velada, pero había conseguido su objetivo y una buena estratega se marchaba en el momento óptimo… antes de perder lo ganado.
– Creo que podemos dar por concluida la sesión.
– Supongo que sí -se puso de pie. Inició unos pasos sexys y perezosos hacia la puerta, pero se volvió y se aproximó otra vez a ella. -Eres una oponente extraordinaria, Mallory Sinclair.
Le dio un beso muy breve y se marchó, dejándola sola, sexualmente cargada y, por algún extraño motivo que no entendía, emocionalmente insatisfecha.
Al quitarse el anillo de uvas, se preguntó quién había sido el maestro y quién el alumno. Y quién había aprendido la mayor lección de todas. Porque aunque le había dado a Jack la lección que tan merecida tenía, sabía que jamás podría repetirla sin sucumbir ante él.
CAPITULO 05
Jack se puso de costado y quedó cara a cara con el destello cegador del sol de la mañana, que entraba por las ventanas. Las cortinas que había olvidado echar al llegar por la noche le recordaron lo distraído que había estado.
La fuente de dicha distracción aún lo atormentaba.
No habían llegado a cenar. Aunque no había saciado el apetito que despertaba en él, no había querido forzar el tema. Había dejado que ella pusiera fin a la velada y había escapado mientras todavía podía pensar con claridad. Antes de haber llevado la situación con su colega demasiado lejos.
Se preguntó si alguna vez sería capaz de volver a pensar en Mallory solo como en una compañera de trabajo. Aún era capaz de sentir las uñas al clavárselas en la muñeca mientras lo besaba y lo sumía en un abandono sensual y sexual. Se sentó y pasó las piernas por el borde de la cama. La cabeza le martilleó por la combinación de vodka, ya que rara vez bebía, y sorpresa. Sabía que Mallory era su rival intelectual; siempre había respetado su capacidad. Lo que desconocía es que fuera una mujer capaz de excitarlo sexualmente.
Por eso había querido ella enseñarle una lección, para que no se precipitara en sacar conclusiones y castigarlo por su insulto. Una vez expuesto a la dualidad que existía en ella, ¿podrían regresar a una apacible relación de trabajo?