Y él aprendió que todo lo que sabía sobre besar era basura.
Todo lo demás había sido meros labios y lengua y suaves murmullos, de palabras sin sentido.
Este era un beso.
Había algo en la fricción, en el modo que él podía oír y sentir su aliento al mismo tiempo. Algo en la forma que ella sostuvo perfectamente, y aún él podía sentir su corazón palpitando sobre su piel.
Había algo en el hecho que él sabía que era ella.
Colin movió sus labios ligeramente a la izquierda, hasta que él pellizcara la esquina de su boca, suavemente cosquilleando el mismo punto donde sus labios se unieron. Su lengua mojo sus labios y continuo, aprendiendo los contornos de su boca, probando la dulce y salada esencia de ella.
Este era más que un beso.
Sus manos abiertas, que cubrían ligeramente su espalda, se pusieron rígidas, más tensas cuando presionaron la tela de su vestido. Él podía sentir el calor de ella bajo las yemas de sus dedos, filtrándose por la muselina, arremolinándose en los delicados músculos de su espalda.
Él la dibujó, acercándola, acercándola, hasta que sus cuerpos se fusionaron. Él podía sentirla, en toda su plenitud, y esto lo encendió. Él estaba poniendo tenso, y él la deseaba – querido Dios, como la deseaba.
Su boca era cada vez más insistente, y su lengua se adelanto, presionándola hasta que ella abrió sus labios. Él tomo su suave gemido como una invitación, adentrándose más para saborearla. Ella sabía dulcemente a limonada, y era claramente tan embriagadora como un buen brandy, porque Colin comenzaba a dudar de su capacidad de permanecer de pie.
Él movió sus manos lentamente a lo largo de ella, para no asustarla. Ella era suave, curvilínea, y exuberante, como él siempre había pensado que una mujer debiera ser. Sus caderas llameaban, su trasero era perfecto, y sus pechos… buen Dios, sus pechos se sentían bien apretándose contra su pecho. Sus palmas ardían por tocarla, pero él obligó a permanecer donde estaban (mejor dicho de manera agradable en su derriere, realmente no era mucho sacrificio.) A parte que el no debiera andar a tientas en los pechos de una gentil dama en pleno salón, teniendo una sospecha bastante dolorosa de que si él la tocaba de esa forma, él se perdería completamente.
"Penelope, Penelope," murmuró él, preguntándose por qué su nombre sabia tan bien en sus labios. Estaba hambriento de ella, embriagado y drogado por la pasión, y él quería desesperadamente que ella sintiera lo mismo. Ella se sentía bastante bien entre sus brazos, pero hasta ahora, no había hecho ninguna reacción. Ah, ella se había balanceado entre sus brazos y había abierto su boca para darle la bienvenida a su dulce invasión, pero aparte de eso, ella no había hecho nada.
Y aún, del jadeo de su aliento y el latido de su corazón, él sabía que estaba despierta.
Él se alejo, sólo unos centímetros de modo que pudiera tocar su barbilla e inclinar su cara hacia su. Sus párpados revolotearon ojos abiertos, revelando lo aturdidos que estaban por la pasión, sus labios calzaban perfectamente, que fueron ligeramente separados, completamente suave, y a fondo aumentados de sus besos.
Ella era hermosa. Completamente, completamente, conmovedoramente hermosa. Él no sabía como no lo había notado durante todo estos años.
¿Estaba poblado el mundo por ciegos, o simplemente por estúpidos?
"Tu también puedes, besarme," susurró él, apoyando ligeramente su frente contra la de ella.
Ella parpadeó realmente solamente.
"Un beso," murmuró él, bajando sus labios hacia los suyos nuevamente, aunque sólo fuera por un breve momento, "sea para las dos personas."
Su mano se movió en su espalda. ¿"Qué debo hacer?" susurró ella.
"Eres libre de hacer lo que quieras."
Despacio, provisionalmente, ella levantó una de sus manos a su cara. Sus dedos se arrastraron ligeramente sobre su mejilla, pasando a rozar completamente la línea de su mandíbula hasta que ellos desaparecieron.
"Gracias," ella susurró.
¿Gracias?
Él se detuvo en seco.
Eso fue exactamente algo incorrecto de decir. Él no quería ser agradecido por su beso.
Lo hizo sentir culpable.
Y avergonzado.
Como si hubiera sido por compasión. Y la peor parte era que él sabía que si todo esto hubiera ocurrido soló unos meses antes, habría sido por compasión.
¿Qué demonios decia esto sobre él?
"No me agradezcas," dijo bruscamente, empujándose hacia atrás hasta que ellos ya no se tocaban.
"Pero-"
"Te dije que no lo hicieras," repitió él severamente, alejándose sin verla como si no pudiera aguantar su vista, cuando la verdad era que él no podía soportarse a si mismo.
Y la cosa más desgraciada era – él no estaba seguro por qué. Este sentimiento desesperado, constante – ¿era culpa? ¿Por que no debería haberla besado? ¿Por que no le debería haber gustado?
"Colin," dijo, "no te enojes contigo mismo."
"No lo estoy," se quebró él.
"Te pedí besarme. Prácticamente Te forcé-"
Esa, era una forma segura de hacer a un hombre sentirse viril. "Tu no me forzaste," replico suavemente.
"No, pero-"
"Por el amor de Dios, Penelope,suficiente"
Ella retrocedió, sus ojos se agrandaron. "Lo siento," susurró.
Él miró sus manos. Ellas temblaban. Él cerró sus ojos en agonía. ¿Por qué por qué por qué era tan asno?
"Penélope…" comenzó.
"No, esta bien," dijo ella, sus palabras se precipitaron. "No tienes que decir nada."
"No, yo debería."
"Realmente deseo que no lo dijeras."
Y ahora parecia tan silenciosamente dignificada. Que lo hizo sentirse aún peor. Ella estaba de pie allí, sus manos abrazadas recatadamente delante de ella, sus ojos hacia abajo – no completamente hacia el suelo, pero no en su cara.
Ella pensó que él la había besado por compasión.
Y él era un bellaco porque un pedazo de él quería que ella pensara eso. Por que si ella lo pensara, entonces tal vez él podría convencerse de que era verdad, que esto era sólo un acto de compasión, que posiblemente no podría ser más.
"Yo debería retirarme," dijo él, las palabras eran tranquilas, pero demasiado fuertes para un cuarto silencioso.
Ella no trató de detenerlo.
Él se movió hacia la puerta. "Yo debería retirarme," dijo otra vez, aun cuando sus pies rechazaran moverse.
Ella asintió con la cabeza.
"Yo no-" comenzó a decir, y luego, horrorizado por las palabras que casi habían salido de su boca, realmente se dirigió hacia la puerta.
Pero Penelope llamó -por supuesto que llamo – "¿Tu no que?"
Y él no sabía que decir, porque lo que había comenzado a decir era, yo no te besé por compasión. Si él quisiera que supiera, si él quisiera convencerse de esto, entonces esto podría significar que él sólo ansiaba una buena opinión de parte de ella, que sólo podría significar-
"Debo retirarme," soltó él, desesperadamente, como si la salida del cuarto podría ser el único modo de impedir a sus pensamientos viajar por un camino tan peligroso. Él cruzó la distancia restante hacia la puerta, esperando que ella dijera algo, que lo llamara por su nombre.
Pero ella no lo hizo.
Y él se marchó.
Y él nunca se había odiado más.
Colin estaba de un humor sumamente malo antes de que el lacayo se apareciera en su puerta principal con una citación judicial de su madre. Después, él estaba más allá de todo reparo.
Infierno sangriento. Ella iba a comenzar de nuevo a presionarlo con el casamiento. Sus citaciones judiciales eran siempre sobre casarse. Y él realmente no estaba de humor para ello en este momento.