¿"Queeeee?"
"No existe ninguna prueba que lo niegue. Lo he visto-"
Eloise brincó a sus pies. ¡"Salvo que no es verdad!"
De repente él ya no se sentía completamente tan enojado. En cambio se sentía cansado, viejo. "Eloise, he visto las pruebas."
¿"Qué pruebas?" Preguntó, su voz se elevaba con incredulidad. ¿"Cómo pueden haber pruebas de algo que no es verdadero?"
Él tomo una de sus manos. "Mira tus dedos."
Ella los miro. ¿"Que tienen?"
"Tinta."
Su boca cayó abierta. ¿"De esto tu has deducido que soy Lady Whistledown?"
¿"Entonces, por qué están así?"
¿"Nunca has usado una pluma?"
"Eloise…" Había un tono de advertencia en su voz.
"No tengo por qué darte explicaciones de la tinta en mis dedos."
Él dijo su nombre otra vez.
"Yo no," protestó ella. "no te debo- Ho-, muy bien, bueno." Ella cruzó sus brazos amotinadamente. "Escribo cartas."
Él le disparo con una mirada de extrema incredulidad.
¡"lo hago!" ella protestó. "Cada día. A veces dos en un día cuando Francesca está lejos. Soy una corresponsal completamente leal. Tú deberías saberlo. He escrito bastantes cartas con tu nombre en el sobre, aunque yo dude que la mitad de ellas alguna vez te llegaran."
¿"Cartas?" él preguntó, con su voz llena de dudas… y escarnio. ¿"Por Dios, Eloise, realmente piensas lavarte las manos? ¿A quien demonios escribes tantas cartas? "
Ella se sonrojó. Realmente, verdaderamente, profundamente se sonrojó. "No es asunto tuyo."
Él habría estado intrigado por su reacción si todavía no estuviera tan seguro de que ella mentía sobre ser lady Whistledown.
"Por Dios, Eloise," él contesto, "¿quién va a creer que escribes cartas diariamente? Seguramente no yo."
Ella lo fulminó con la mirada, sus ojos grises oscuros destellaban con furia. "No me preocupa lo que pienses," dijo ella con voz muy baja. "No, eso no es verdad. Estoy furiosa de que no me creas. "
"No me das mucho para creerte," dijo él cansadamente.
Ella se paró, atropellándolo, y empujándolo en el pecho. Con fuerza. "Tu eres mi hermano," escupió. "Tu deberías creer incondicionalmente en mi. Amarme incondicionalmente. Esto es lo significa ser familia. "
"Eloise," él dijo, su nombre saliendo nada mas que como un suspiro.
"No trates de excusarte ahora."
"Yo no lo hacia."
¡"Eso es aún peor!" Ella camino con paso majestuoso hacia la puerta. "Tu deberías estar de manos y rodillas, pidiéndome perdón."
Él no había pensado en sonreír para si mismo, pero de alguna manera lo hizo para si. "Ahora, realmente no pareces estar de acuerdo con mi carácter, ¿verdad?”
Ella abrió su boca para decir algo, pero el sonido que salió no era exactamente inglés. Todo lo que manejó era algo a lo largo de las líneas, "Ooooooooh", con una voz muy furiosa, y luego asaltó, cerrando de golpe la puerta detrás de si.
Colin se sentó con los hombros caídos en una silla, preguntándose cuando ella se daría cuenta de que lo abandono en su propio dormitorio.
La ironía, reflexionó, era posiblemente el único punto brillante en un día por otra parte miserable.
El CAPÍTULO 10
Querido Lector-
Es con un corazón sorprendentemente sentimental que escribo estas palabras. Después de once años de hacer una crónica de las vidas y tiempos del bello mundo, Esta Autora deja su pluma.
Aunque el desafío de lady Danbury fuera seguramente el catalizador para el retiro, en verdad la culpa no puede ser colocada (completamente) sobre los hombros de aquella condesa. La columna se ha vuelta más cansadora de hacer, menos realizante para escribir, y quizás menos divertida para leer. Esta Autora necesita un cambio. No es tan difícil comprender. Once años son mucho tiempo.
Y en verdad, la renovación reciente por el interés de la identidad de Esta Autora se ha puesto inquietante. Los amigos se vuelven contra amigos, hermanos contra hermanas, todos en la tentativa vana de solucionar un secreto no soluble. Además, investigar a la multitud se ha puesto completamente peligroso. La semana pasada fue el tobillo torcido de la Señora Blackwood, la herida de esta semana por lo visto pertenece a Hyacinth Bridgerton, a quien hicieron daño ligeramente en la fiesta del sábado sostenida en Londres en la casa del Señor y la Señora Riverdale. (no se ha escapado a Esta Autora que Lord Riverdale es el sobrino de la Señora Danbury.) la señorita Hyacinth debe haber sospechado a alguien en la asistencia, porque ella recibió sus heridas cayéndose en la biblioteca después de que la puerta fue abierta mientras ella sostenía su oído contra la madera.
¡Escuchando tras las puertas, andando en busca de muchachos repartidores de periódicos - y éstos son sólo las exquisiteces que han alcanzado los oídos de esta Autora! ¿A qué ha llegado la Sociedad de Londres? Esta Autora le asegura, Querido Lector, que nunca una vez escuchó tras una puerta en once años de carrera. Todo el chisme en esta columna fue adquirido justamente, sin herramientas o bromas además de ojos penetrantes y oídos.
¡Le digo au revoir, Londres! Ha sido un placer servirle.
Revista de Sociedad de Lady Whistledown, el 19 de abril de 1824
No era, sorprendente, la conversación del baile de los Macclesfield.
¡"Lady Whistledown se ha retirado!"
¿"Puede usted creerlo?"
¿"Qué leeré en mi desayuno?"
¿"Cómo sabré qué pasó si faltó a un baile?"
¡"Nunca averiguaremos quién es ella ahora!"
¡"Lady Whistledown se ha retirado!"
Una mujer se desmayó, casi rajando su cabeza contra el lado de una mesa cuando cayó toscamente al suelo. Por lo visto, ella no había leído la columna de aquella mañana y recién ahora se había enterado de las noticias por primera vez en el mismo baile de los Macclesfield. Fue reanimada oliendo sales, pero entonces rápidamente se desmayó nuevamente.
"Ella esta fiengiendo," refunfuñó Hyacinth Bridgerton a Felicity Featherington cuando estaban de pie en un pequeño grupo con la viuda Lady Bridgerton y Penelope. Penelope asistía oficialmente como acompañante de la señorita Felicity debido a la decisión de su madre de permanecer en casa por un trastorno estomacal.
"El primer desmayo era verdadero," explicó Hyacinth. "Alguien podría decir que por caminar torpemente ella se cayó. Pero esto…" Su mano chasqueó hacia la señora en el suelo con un gesto de repugnancia. "Nadie se desmaya como un bailarín de ballet. Ni siquiera los bailarines de ballet."
Penelope había oído por casualidad la conversación entera, cuando Hyacinth estaba directamente a su izquierda, y entonces murmuró, "¿te has desmayado alguna vez?" manteniendo todo el rato sus ojos en la desafortunada mujer, que volvía en si despertando con un delicado revoloteo de pestañas cuando las sales fueron nuevamente llevadas por de bajo de su nariz.
¡"Absolutamente no!" Hyacinth contesto, sin mesurar su orgullo. "Los desmayos son para los bondadosos y tontos," añadió ella. "Y si Lady Whistledown todavía escribiera, recuerda mis palabras, ella diría exactamente lo mismo en su siguiente columna."
"Ay, no hay más palabras para recordar," contestó Felicity con un suspiro triste.
La señora Bridgerton estuvo de acuerdo. "Esto es el final de una era," dijo. "Me siento completamente privada sin ella."
"Bien, no es como si hubiéramos tenido que estar más de dieciocho horas sin ella aún," Penelope se sintió obligada a indicar. "Recibimos una columna esta mañana. ¿Como será sentirse privada de los secretos?"