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De modo que Cassandra amenazó con salir a dar un paseo.

– Me llevaré a Roger -dijo en ese momento, mientras tamborileaba con los dedos sobre el alféizar.

Sin embargo, el muy traidor de Roger llevaba toda la mañana pegado a William. Al igual que Belinda, que seguía a su padre con la muñeca contra el pecho y los ojos como platos.

– Me parece bien, Cassie -dijo Alice sin levantar la vista de la costura-. Y llévate un paraguas.

No obstante, ya era demasiado tarde. Un carruaje demasiado lujoso para circular por Portman Street enfiló la calle, y eso que desde la distancia era imposible distinguir el blasón ducal que lucía en la portezuela.

Cuando el vehículo se detuvo delante de la casa, sintió una extraña resignación. El cochero se bajó del pescante, desplegó los escalones y ayudó a bajar a la duquesa de Moreland. Ni siquiera se sorprendió al ver que hacía lo mismo con la condesa de Sheringford y lady Montford.

¡Cómo no! El triunvirato al completo.

Su hermano había anunciado su compromiso la noche anterior.

– Tenemos visita, Alice -dijo. La aludida dejó a un lado la costura.

– Te dejaré a solas con ellas -dijo-. Todavía tengo que ocuparme de mi equipaje.

Se marchó antes de que Mary llamara a la puerta para anunciar a las tres damas.

Así comenzaba todo, pensó ella. La gran charada.

– Lady Paget -la saludó la duquesa de Moreland mientras cruzaba la estancia y la abrazaba-. Bueno, como vas a ser nuestra hermana, voy a comportarme como tal y voy a llamarte Cassandra. ¿Te importa? Y tú tienes que llamarme Vanessa. Nos negábamos a esperar a una hora más respetable para hacerte una visita, así que tendrás que perdonarnos. O no, todo depende de ti. El caso es que aquí estamos -concluyó la duquesa con una sonrisa radiante.

La condesa de Sheringford también la abrazó.

– Anoche nos cohibió la gran cantidad de espectadores, por eso no pudimos darte la bienvenida a la familia como nos habría gustado. Stephen se portó muy mal al besarte de esa manera en el balcón, sobre todo porque lo eduqué para que supiera que esas cosas no se hacen, pero fue maravilloso descubrir que está tan enamorado que es capaz de cometer una imprudencia. Es muy raro que Stephen se muestre imprudente. Y estamos encantadísimas de que le haya sucedido contigo. Siempre hemos deseado que encuentre el amor y la felicidad, Cassandra. Y por favor, llámame Margaret.

– Y a mí Katherine -terció la baronesa Montford, que fue la tercera en abrazarla-. ¡Stephen está comprometido y hay que organizar una boda! Todavía no acabo de asimilarlo. Pero tenemos tanto por hacer que ni siquiera sabemos por dónde empezar. Sabemos que no tienes ni madre ni hermanas, aunque ha sido una grata sorpresa enterarnos de que sir Wesley Young es tu hermano y de que no estás sola en este mundo. Meg, Nessie y yo seremos tus hermanas cuando te cases con Stephen, pero no vamos a esperar tanto para ejercer como tales. Te ayudaremos a celebrar tu compromiso y a organizar tu boda.

– La verdad es que somos un poco malas al alegrarnos de que no tengas parientes del género femenino -confesó Vanessa-. Pero nos alegramos igualmente. Vamos a divertirnos de lo lindo durante lo que queda de temporada social… a menos que queráis casaros antes de que acabe, claro. ¿Dónde…?

– ¡Nessie! -La interrumpió Margaret que después se echó a reír y tomó a Cassandra del brazo-. Si no refrenamos un poco nuestro entusiasmo y nuestra cháchara, a Cassandra le va a dar algo. Hemos venido para llevarte a tomar un café y unos dulces… siempre y cuando no tengas otros planes para esta mañana, por supuesto. Y cuando nos hayamos sentado y relajado un poco, hablaremos del baile de compromiso que se celebrará en Merton House. Será el baile más memorable de esta temporada.

Cassandra miró a las tres hermanas, tan guapas y elegantes, tan bien casadas, y se preguntó cómo era posible que se mostraran tan entusiasmadas con el compromiso de su hermano. Hasta un ciego se daría cuenta de que lo adoraban.

Sabía muy bien que en el fondo el entusiasmo no era genuino. Tenían que estar horrorizadas, alarmadas, preocupadas… Supuso que estaban poniéndole buena cara al mal tiempo, ya que consideraban que la situación era irremediable.

Tomó una decisión impulsiva. Representar un papel ante la alta sociedad durante lo que quedaba de temporada social era una cosa. Engañar a las hermanas de Stephen, otra muy distinta.

– Gracias -dijo-. Será un placer tomar un café con vosotras. Y estaré encantada de ayudar en la organización del baile. Pero no habrá boda que planear.

Las tres hermanas la miraron sin comprender.

– No habrá boda -repitió.

Ninguna de las tres habló. La duquesa se llevó las manos al pecho.

– Me gusta vuestro hermano -les aseguró-. Seguramente sea el hombre más amable y decente que he conocido en mi vida. Desde luego que es el más guapo. También es muy… muy atractivo. Creo que la atracción es mutua. De hecho, sé que es así. Ese beso fue el resultado de una atracción mutua, nada más. Fue algo increíblemente imprudente… por ambas partes. El conde de Merton se comportó con gran aplomo y caballerosidad al darse cuenta de que teníamos espectadores. Por eso anunció el compromiso. Pero es una solución que ninguno de los dos desea y tampoco podemos permitir que el resto de nuestra vida quede marcado por culpa de un beso irreflexivo y tonto. Es evidente que él se siente obligado a proteger mi reputación. No puedo humillarlo obligándolo a no publicar el anuncio del compromiso en los periódicos y a eludir la celebración del mismo, de modo que he accedido a seguir comprometida con él hasta el final de la temporada social. Después romperé el compromiso en privado. La reputación de vuestro hermano no sufrirá en absoluto, os lo aseguro. De hecho, todo el mundo se sentirá aliviado por él. Vosotras incluidas.

Las tres hermanas se miraron entre sí.

– ¡Bravo, Cassandra! -exclamó Vanessa.

– Eres muy amable al sincerarte con nosotras -comentó Katherine.

– Y ahora tenemos que decidir si le decimos a Stephen que lo sabemos todo -dijo Margaret con firmeza-. ¿Se enfadará contigo por decírnoslo, Cassandra?

– Seguramente -contestó-. Estoy convencida de que cree que nuestro compromiso es real y de que espera poder hacerme cambiar de opinión. Por supuesto, no quiere casarse conmigo de verdad. Pero su caballerosidad no tiene límites.

– Además de que está locamente enamorado -añadió Vanessa con sorna-. Hace un tiempo que lo sabemos a ciencia cierta. Y hace un par de días me confesó que le gustabas de verdad, Cassandra. Y esa admisión, que le gustas «de verdad», es un paso tremendo para un hombre. Creo que la boca masculina está diseñada para que les resulte casi imposible pronunciar cualquier palabra relacionada con el amor, sobre todo cuando tienen que conjugar un verbo y formar una frase como «te quiero».

– Y por eso no podemos darte la razón -apostilló Margaret-. Nos parece lo más lógico que Stephen quiera casarse contigo de verdad.

Cassandra guardó silencio, incapaz de rebatir sus argumentos.

– No le contaremos a Stephen nada de lo que nos has dicho -dijo Katherine, que miró a sus hermanas en busca de confirmación-. Y tal vez nunca haga falta. Pero te aseguro que valoramos muchísimo su felicidad y si solo puede lograrla casándote contigo, haremos todo lo que esté en nuestra mano para asegurarnos de que haya una boda que planear.