Cassandra.
Ella también tenía la cabeza echada hacia atrás.
Como si Paulson y el ama de llaves no supieran cuántas velas hacían falta para iluminar el salón de baile… sin tener que contar los candelabros y acabar con dolor de cuello en el proceso.
– Estaba a punto de mandar llamar a la guardia al enterarme de que habían invadido mi casa -dijo, alzando la voz-. Pero ya veo que sería inútil. ¿Debo suponer que os habéis apoderado de ella hasta el baile de compromiso?
– A menos que tú quieras organizarlo solo, Stephen -señaló Margaret mientras él se adentraba en la estancia.
Sonrió y le dio un beso a su hermana mayor en la mejilla antes de hacer lo mismo con sus otras dos hermanas.
– Tal vez debería llamar a la guardia de todas maneras para que no podáis escapar antes de que llegue ese día -replicó.
Cassandra estaba atravesando la pista de baile, con un ligero rubor en las mejillas.
Se encontró con ella a medio camino, le pasó un brazo por la cintura y le dio un beso fugaz en los labios. Verla en su propia casa le producía una sensación increíble.
– Amor mío -le dijo.
– Stephen -lo saludó ella mientras la hacía girar para quedar de frente a sus hermanas.
Las tres los observaban con idénticas expresiones ufanas.
– Hemos tomado café y dulces juntas -le informó Cassandra-. Me han felicitado por lo menos veinte personas, y eso que ni siquiera se ha publicado el anuncio del compromiso. Ha sido vertiginoso. Y maravilloso -añadió, como si se le hubiera ocurrido después esa idea.
– Menos mal que fuimos sinceros al anunciar nuestro compromiso en el baile de anoche -replicó él.
Cassandra le sonrió con los ojos. Sus hermanas también sonreían. Hasta ese momento se había estado preguntando qué pensarían de su compromiso.
– Menos mal, desde luego -convino Cassandra-. Aunque fuiste tú quien hizo el anuncio.
– Tal y como Dios manda -intervino Meg-. No quiero ni pensar qué habría pasado si llegas a anunciarlo tú, Cassandra.
El comentario hizo que todas se echaran a reír de buena gana.
– ¡Mira que la idea de hacer un anuncio así sin que sea cierto! Stephen, qué cosas tienes. No quiero ni imaginarme qué habría pasado si Cassandra te hubiera llevado la contraria. Solo de pensarlo se me ponen los pelos como escarpias.
– No tendríamos ningún baile fastuoso que organizar -añadió Kate-. Ni una boda todavía más fastuosa este verano.
Se echaron a reír de nuevo, como si fueran cómplices de una conspiración en su contra.
Abrazó a Cassandra con más fuerza y le sonrió.
– Ya veo que mis hermanas y tú os lleváis a las mil maravillas -comentó-. Tendría que haberte advertido que no esperarían a la boda para tomarte bajo el ala.
– Estábamos debatiendo sobre el color de los arreglos florales antes de que nos concentráramos en las arañas -dijo ella-. Hemos decidido que queremos crear un ambiente luminoso y soleado, como un jardín, aunque todavía no hemos decidido qué colores vamos a usar ni cuántos tonos distintos.
– Amarillo y blanco -propuso Stephen-, con muchas plantas verdes.
– Perfecto. -Cassandra lo miró con una sonrisa.
– Magnífico -dijo Nessie-. Cassandra va a llevar un vestido amarillo, Stephen. Resaltará su color de pelo y de piel, claro que estaría guapísima aunque se pusiera un saco. Me muero de envidia por ese pelo.
– Paulson me estará regañando durante un mes si no os llevo a todas al comedor en menos de cinco minutos -les dijo-. Ha preparado un almuerzo frío para los cinco.
– ¡Oh! -Exclamó Cassandra-. No debería…
– … rechazar el almuerzo -se apresuró a decir él-. Estoy de acuerdo contigo. No deberías rechazarlo bajo ningún concepto. Cass, te aseguro que es mejor congraciarse con Paulson y no empezar con mal pie.
– La verdad es que tengo hambre -dijo Kate, que parecía sorprendida-. Claro que no he comido ningún dulce con el café. Paulson es un encanto y pienso decírselo.
Sus hermanas salieron del salón sin decir nada más, pero él mantuvo a Cassandra a su lado un momento, hasta que se quedaron a solas en la estancia.
– Iba a ir a verte más tarde -le dijo-. No podía esperar. Me he pasado toda la mañana pensando en ti en vez de concentrarme en los asuntos de la Cámara de los Lores. Estás muy guapa con ese tono de rosa. Con tu pelo debería sentarte fatal. Qué perspicaz por tu parte saber que te sentaría bien.
– ¡Ay, Stephen! -Exclamó ella con un suspiro-. Ojalá no hubiera pasado nada anoche. Tus hermanas y tú sois increíblemente… ¡decentes!
La miró con una sonrisa.
– Si sigues empecinada en que sea un compromiso temporal, vas a descubrir lo increíblemente indecente que puedo llegar a ser. Pelearé por ti con uñas y dientes, y con todas las tretas que se me ocurran.
Cassandra soltó una carcajada y le colocó una mano en la cara.
La besó, y se demoró haciéndolo lo justo para robarle un poco el aliento.
– Un ángel con las alas tiznadas -dijo ella-. Menuda contradicción.
La cogió de la mano, entrelazó sus dedos y la condujo hacia el comedor. Benditas fueran sus hermanas por haberla llevado allí.
A su propio hogar.
CAPÍTULO 20
Fue casi una suerte que el compromiso temporal y los preparativos para el baile la mantuvieran tan ocupada, pensó Cassandra a lo largo de la siguiente semana. Porque era muy difícil ser paciente. Su abogado le había advertido que aunque esperaba una rápida resolución a su favor, el asunto podría llegar a dilatarse un par de semanas, incluso más. Mientras tanto, no debía preocuparse.
Por supuesto, no recibieron ninguna noticia. Y por supuesto, ella se preocupaba.
Sin embargo, la vida se había vuelto muy ajetreada. Una noche tuvo que asistir a una cena en casa de Wesley. No se había sincerado con él como había hecho con las hermanas de Stephen. Su hermano no lo aprobaría. Y sin duda alguna culparía a Stephen, cosa que sería muy injusta. Wesley estaba encantado con el compromiso. Lo veía como la solución a todos sus problemas.
– Porque aunque recuperes tu dinero y tus joyas, seguirás estando sola -le dijo su hermano-, y seguirá habiendo gente que piense lo peor de ti. Merton podrá protegerte de todo eso.
Lo que sí le había contado a su hermano era lo que William les dijo sobre la muerte de Nigel. También le había dicho que habían convencido a su hijastro para que no se lo contara a nadie más, al menos hasta que su reclamación fuera atendida. Wesley reconoció a regañadientes que seguramente fuera una buena idea no revivir el viejo escándalo justo cuando la gente empezaba a perder el interés.
También asistió a otra cena y a una velada en casa de sir Graham Carling, y a un concierto privado para el que recibió una invitación el mismo diasque se publicó el anuncio de su compromiso. El día posterior al concierto se celebró un almuerzo al aire libre para el que también recibió una invitación personal.
Salía a pasear todos los días con Stephen, ya fuera en carruaje o andando.
El día del almuerzo al aire libre la llevó a dar un paseo a caballo por Rotten Row, para lo que alquiló un caballo especialmente para ella. Tuvo la sensación de que habían pasado años desde la última vez que montó a caballo, y sin duda había sido así. Casi se le había olvidado lo maravilloso que era estar a lomos de un caballo, sentir su fuerza y su energía bajo ella, y controlarla con la habilidad de sus manos.
Sin embargo, los preparativos del baile de compromiso consumían tanto tiempo que incluso llegó a sugerir que tal vez debería renunciar a dormir por las noches hasta que tuviera tiempo para disfrutar de nuevo de una cabezadita.
Había listas, listas interminables, que acordar y que redactar. Había invitaciones que enviar, flores que comprar, una orquesta que contratar, un menú que planear, un programa de baile que perfilar y… En fin, parecía que las tareas no se acababan nunca. Las hermanas de Stephen podrían haberse encargado de todo sin su ayuda, estaba segurísima. Ciertamente, cualquiera de ellas por separado habría podido hacerlo. Aunque se hubieran criado en una vicaría de un pueblecito perdido, se habían convertido en perfectas damas de la alta sociedad. Sin embargo, todas insistieron en que tenían que trabajar juntas y en que ella era una más.