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– Te entiendo -pronunció Ben-. Y lamento de verdad haberte hecho revivir todo aquello al pedirte que me contaras esta historia.

– No lo sientas -le dijo Grace-. Si no hubiera querido que lo supieras, no lo habría compartido conmigo. Además, no todo fue tan malo. Tenía a Logan y Emma, que me querían por mí misma, por ser quien era. Y si conocieras a mi abuela, comprenderías lo que quiero decir.

– La adoras, ¿verdad?

Grace asintió. Con la punta de la toalla, Ben trazó entonces un sendero ardiente por la cara interior de sus muslos, haciéndola estremecerse.

– Ben.

– ¿Sí, Gracie?

– Sé perfectamente lo que pretendes.

– Eso espero.

Grace dejó escapar un suspiro de frustración.

– Te quieres librar de responder a mis preguntas.

– Falso. Simplemente me estoy aprovechando de tu fantástico cuerpo desnudo -se sentó entre sus piernas y, sirviéndose de la toalla, empezó a acariciarla íntimamente.

Ante sus primeras caricias, ella comenzó a gemir. Excitado por aquel sonido ronco y seductor, Ben se tumbó a su lado, atrayéndola hacia sí.

Grace sabía que había encontrado el paraíso en los brazos de Ben: ya encontraría más tarde respuestas a sus preguntas. Por el momento sólo quería sentir la fuerza de su excitación presionando contra su muslo, presa de un deseo casi doloroso, y se preparó para la nueva oleada de placer que estaba comenzado a anegarla. Pero en esa ocasión no quería ser ella la única que disfrutara, así que alzó la cabeza para señalar los preservativos que descansaban en la mesilla de noche.

Lo miró a los ojos y descubrió un oscuro brillo en sus profundidades. Los siguientes segundos transcurrieron en un remolino de expectación mientras Ben se despojaba de los calzoncillos y se ponía un preservativo. Por fin se reunió nuevamente con ella, arrodillándose y separándole las piernas.

– Incorpórate.

Grace no podía ignorar la orden y se apoyó en los codos para levantarse.

– Ahora mira.

Lo hizo, observando cómo se hundía suave y fluidamente en ella.

– Es tan erótico… -susurró sin dejar de contemplar la íntima fusión de sus cuerpos. Aquello era un verdadero festín para sus sentidos.

Ben comenzó entonces a moverse, haciendo el amor con ella. Porque Grace estaba convencida de que era eso lo que estaban compartiendo. Amor.

Capítulo 9

Grace se despertó con un estremecimiento, dándose cuenta de que se había separado de Ben en algún momento de la noche. Se habían quedado dormidos abrazados, exhaustos, encima del edredón, pero cuando perdió el contacto con su cálido cuerpo instantáneamente percibió el cambio.

– ¿Estás bien? -le preguntó él.

– Sí. Sólo tengo un poco de frío -eso era mejor que admitir que había echado de menos su contacto corporal A Ben le habría parecido algo ridículo, ya que había dormido a su lado durante las últimas horas. Lo último que quería era asustarlo con sus reacciones.

Aunque estaba oscuro, las luces de la calle se filtraban en la habitación y Grace pudo admirar su maravilloso cuerpo. Se estremeció de nuevo, en esa ocasión porque al mirarlo había tomado conciencia de lo afortunada que era al haber conocido a Ben Callahan. Era un hombre tan bondadoso y cariñoso como sexy, que la había aceptado tal cual era, sin tener en cuenta su apellido o su dinero.

– ¿Grace? Acabo de preguntarte si querías que nos metiéramos bajo el edredón -su voz interrumpió sus reflexiones.

– Oh, sí. Pero hay algo que quería hacer primero -se estiró para recoger las fotos que estaban sobre la mesilla de noche.

– ¿Es que ya no estás cansada?

– Tengo mucha resistencia. Con sólo que descanse un poco ya estoy recuperada. A no ser que tú prefieras dormir…

– Corazón, creo que en cuestión de aguante puedo estar a tu altura -replicó-. ¿Qué era lo que tenías en mente? ¿Acaso es… lo que me estoy imaginando? -inquirió con voz sensual.

Grace encendió la lámpara de la mesilla y se volvió para mirarlo.

– Quitarte esos pensamientos de la cabeza… al menos por el momento -había retirado el edredón y se había reunido con Ben en la cama, olvidándose de lo muy sola que se sentiría una vez que él no estuviera a su lado.

– ¿Qué es lo que tienes ahí?

Grace bajó la mirada al álbum que tenía en la mano, súbitamente avergonzada. Lo que en la oscuridad le había parecido una buena idea, no le parecía ya tanto con las luces encendidas. A oscuras se le había ocurrido que a Ben le gustaría ver las fotografías que había sacado en el parque. Había pensado que así comprendería lo que la arrastraba como un imán a reunirse siempre con aquellas madres trabajadoras y sus niños en el parque. Que estaría interesada en ella y en la pasión que la guiaba. Pero a la cruda luz de la lámpara, Grace podía ver su situación tal cual era.

Aquello era una simple aventura. Una aventura apasionada, desde luego, pero al fin y al cabo una intrascendente relación a corto plazo. Y un hombre que le había dejado claro que no estaba interesado en ninguna relación que entrañara un compromiso, tampoco estaría interesado en conocer en profundidad a Grace Montgomery.

Incluso aunque Grace hubiera cometido la estupidez de enamorarse de él.

De repente se quedó asombrada. Sí, se había enamorado de Ben. Apretó el álbum de fotos contra su pecho.

– Oh, no es importante.

– Lo dudo -delicadamente le quitó el álbum de las manos y abrió la cubierta-. Son tus fotos.

Grace sólo pudo asentir en silencio.

– En tus ojos puedo ver lo muy especiales que son para ti.

– Forman parte de mi ser. Demuestran que puedo conseguir lo que me proponga -se encogió de hombros-. Qué tontería, ¿verdad?

– No es ninguna tontería. Tampoco lo son las cosas que tú deseas, y eso es algo, por cierto, que me gustaría saber. ¿Qué es lo que deseas?

La pasión todavía brillaba en sus ojos y la respuesta brotó por sí sola.

– ¿Aparte de ti?

– Aparte de mí -sonrió Ben.

– ¿Has oído hablar alguna vez de la organización solidaria CHANCES?

– Vagamente.

– Se ocupa de los niños desfavorecidos. Me han contratado para hacer las fotos de su nuevo folleto, además de un reportaje para la revista Town and Country. Espero poder mostrar a mi familia y amigos cómo es la vida real, esa dura realidad que desconocen, y recaudar al mismo tiempo dinero para una buena causa -se echó a reír, algo avergonzada.

– Me gustaría verlas -un brillo de admiración se dibujó en los ojos de Ben.

– La mayor parte de las fotos son de críos. Adoro a los niños, y capturarlos en fotografía disfrutando de la vida, ajenos a los problemas de su ambiente… bueno, creo que no hay nada más bonito que eso.

– ¿Alguna vez has pensado en tener hijos?

– Sí, en varias ocasiones -desvió la mirada. Lo cierto era que le habría encantado tener una familia. Una familia unida y cariñosa, por completo distinta de la que ella había sufrido.

En aquel preciso instante se dio cuenta de que quería tener aquella familia con Ben. Con el hombre que no contraía compromisos. Tragándose el nudo de emoción que sentía en la garganta, volvió a mirar el álbum de fotos.

– Echa un vistazo a éstas -cambió deliberadamente de tema-. Les he dado copias gratis a los padres para que ellos también puedan disfrutar de las imágenes de sus hijos. Y eso es todo -señaló el libro-. Es una especie de amplio muestrario de la vida.

– Mi madre te comprendería tan bien… -le comentó Ben, acariciándole el cabello-. Amaba la vida. Incluso cuando peor nos iban las cosas económicamente hablando, cuando se pasaba todo el día fregando suelos para vivir, seguía valorando y apreciando las cosas pequeñas. Las mariposas en primavera y los cristales de nieve en invierno.

La atrajo hacia sí, y Grace se acurrucó contra su pecho. Tanto si lo supiera como si no, acababa de abrirle una ventana al interior de su alma. Colocó una mano sobre su pecho desnudo, sabiendo que Ben había escogido aquella oportunidad para abrirse porque había percibido la dificultad que, de pronto, ella había sentido de mostrarle aquellas fotos.