– Esta tarde. Kurt me lo entregó cuando estaba sentada en la zona de juegos. Es tan inocente…
Ben musitó una maldición.
– ¿Y aun así tomaste el metro esta noche?
– Si te tranquilizas un poco y recuerdas bien, no llegué a salir de la estación. Di una vuelta completa… porque durante todo el tiempo sabía que tú me estabas siguiendo. Estaba a salvo.
– ¿Tienes alguna idea de lo que significa esta foto? -blandió la fotografía en el aire.
– Que el hermano mayor de Kurt está metido en líos de drogas, y que Kurt está viendo demasiadas cosas para su edad.
– Eso también. Pero también quiere decir que tú tomaste constancia de algo ilegal en una película fotográfica. Ellos lo saben, y no quieren correr el riego de que decidas hacer algo en contra suya. En otras palabras: eres un objetivo viviente -vio que se estremecía al escuchar aquellas palabras-. No deseo asustarte, sólo quiero que lleves cuidado.
– Bueno -deslizó las manos por su cintura-, me temo que has conseguido ambas cosas. Así que es una suerte tenerte a ti para que me protejas.
– Recuerdo muy bien que antes rechazaste mi ayuda…
– Soy una persona independiente, no estúpida. También conozco mis limitaciones.
Ben era consciente de la enorme concesión que acababa de hacerle Grace, después del esfuerzo que le había costado alcanzar su independencia. No era una persona que pidiera fácilmente ayuda. Incluso se había resistido a sus intentos de protegerla durante la semana anterior.
– ¿Sabes lo que me gusta de ti?
– ¿Qué? -los ojos de Grace brillaron de curiosidad.
– Que eres una mujer muy inteligente.
– ¿Porque admito que te necesito?
Ben sacudió la cabeza. No era tan sencillo.
– Porque estás deseosa de comprometer la independencia que tan duramente te has ganado hasta que resolvamos este asunto. Mañana me dedicaré a hacer algunas preguntas en el parque mientras tú trabajas allí. Con un poco de suerte, para la hora de la comida ya tendré algunas respuestas.
– ¿Cómo sabías que pretendía bajar al parque?
– Porque te conozco.
– ¿Y no vas a intentar disuadirme?
– ¿Serviría de algo? -le preguntó Ben, encogiéndose de hombros.
– De nada -rió ella.
– Por eso lo mejor que puedo hacer es bajar allí antes, vigilar el terreno y echarte un ojo. León, el chico de la cancha de baloncesto, tiene un montón de contactos. Descubriré algo. Tú procura tomar alguna precaución mientras estés allí.
Ben se dijo que lo que había empezado como una simple indagación de información para su abuela acababa de convertirse en algo mucho más personaclass="underline" una cruzada particular para mantener a salvo a Grace.
Grace apoyó las manos sobre su pecho, deslizando las palmas por sus tetillas.
– Grace, esto es serio.
– Lo sé. Y mi detective privado se encargará de hacer frente a la amenaza. Mientras tanto, seré yo quien se encargue de ti.
Un timbre insistente sacó a Ben de su sueño. Envuelto en el calor de Gracie, no tenía deseo alguno de moverse. Unos golpes sistemáticos no tardaron en acompañar al timbre de la puerta. A su lado, Grace gruñó.
– ¡Fuera!
– Vaya, eres una persona de mal despertar, ¿eh? -Ben se inclinó para besarla en una mejilla-. ¿No vas a abrir tú?
Grace no contestó, como si hubiera vuelto a quedarse completamente dormida. Ben se rió entre dientes, dándose cuenta de que incluso le gustaba aquel malhumor matutino suyo. Se puso los vaqueros.
– ¿Seguro que no quieres abrir tú? Los vecinos podrían murmurar.
A modo de respuesta, Grace se tapó los oídos con la almohada. Ben no dejó de reír mientras se dirigía hacia la puerta… hasta que echó un vistazo por la mirilla. En el umbral había una joven y atractiva pareja, muy bien vestidos los dos: los reconocía porque había visto fotografías suyas en el apartamento de Grace. El hombre miraba preocupado su reloj mientras la mujer llamaba de nuevo.
Si antes Ben había tenido muy pocas ganas de abrir la puerta, muchas menos tenía ahora. Miró hacia el dormitorio.
– Vamos, abre, Grace -exclamó una voz masculina al otro lado de la puerta-. Soy yo, Logan. El portero nos dijo que estabas aquí…
Ben gruñó. No tenía elección.
Logan frunció el ceño con expresión sombría cuando la puerta se abrió de par en par y descubrió a Ben, descalzo y vestido únicamente con unos vaqueros.
Ben, por su parte, tampoco parecía muy complacido con la situación. No tenía hermanos, pero sabía sin lugar a dudas que si hubiera estado en el lugar de Logan, le habrían entrado ganas de matarlo. Aunque su hermana fuera ya una persona adulta…
– Oh -la mujer fue la primera en hablar. Era rubia e iba vestida con unos vaqueros y una camiseta negra-. Me llamo Catherine, soy la cuñada de Grace. Y éste es su hermano, Logan… -al ver que no decía nada, le dio un codazo en las costillas-. Y tú deja de fruncir el ceño. Grace es una mujer adulta: tiene tanto derecho como nosotros a vivir su vida -se dirigió de nuevo a Ben-. ¿Y tú eres…?
Ben sonrió. Otra vez se encontraba con un miembro de aquella familia que le caía bien desde el primer momento.
– Ben Callahan. Vecino de Grace -se dijo que bastaba con aquel mínimo de información, sobre todo cuando los detalles eran demasiado elocuentes…
Después de saludar a Catherine, le tendió la mano a Logan. Tras vacilar durante algunos segundos, el hermano de Grace acabó por estrechársela, reacio.
– Pero esto no significa que acepte la situación -musitó.
– Entonces menos mal que no necesito tu permiso -la voz de Grace resonó a espaldas de Ben.
Se volvió para mirarla, vestida con una larga bata azul. Mientras la veía saludar a ambos con un cariñoso abrazo, Ben sintió un nudo de emoción en la garganta: aquel gesto ilustraba lo mucho que amaba, y era amada, por su familia. Y la gran cantidad de cosas a las que había renunciado yéndose a vivir sola a Nueva York. Y también lo convencido que estaba de que, finalmente, Grace terminaría volviendo a la vida que había dejado atrás. Un día muy cercano. Incluso aunque ella misma aún no se hubiera dado cuenta de ello.
A Ben le había sido concedida aquella única noche. La claridad del día no tardaría en llegar.
– ¿Qué estáis haciendo aquí? -le preguntó a su hermano.
– ¿Creías que podías estar tanto tiempo sin comunicarte con nosotros y sin que supiéramos nada de ti?
– Lo siento. La verdad es que me alegro de que hayáis venido.
– Además -añadió Catherine-, no queríamos perdernos tu cumpleaños.
– ¿Cumpleaños? -repitió Ben.
– Sí, su cumpleaños. Mañana -Logan arqueó una ceja con gesto divertido y Ben captó en seguida su tácito mensaje: «¿Te has acostado con mi hermana y ni siquiera sabes que su cumpleaños es mañana? ¿Hasta qué punto conoces a Grace?».
«Lo suficiente», se contestó Ben. Demasiado bien, y un detalle tan pequeño como la fecha de su cumpleaños no podía cambiar lo que había sucedido entre ellos. Pero sabía muy bien cuándo debía retirarse, y aquél era sin duda el momento más oportuno. Mientras Grace hacía pasar a Logan y a Catherine al apartamento, regresó al dormitorio para terminar de vestirse. Se negaba a pensar o a analizar sus sentimientos mientras no hubiera salido de allí.
Cuando abandonó el dormitorio los encontró a todos sentados en el salón. La habitación todavía estaba sembrada de velas, aunque el surtido de artículos de seducción ya había desaparecido.
– Ven a hablar con Cat y con Logan, Ben -le invitó Grace-. Si tienes suerte, puede que te cuenten cómo llegaron a conocerse. Mi abuela escogió cuidadosamente a Cat, luego los hizo coincidir y se las arregló para encerrarlos juntos en un armario, en medio de una fiesta.
– Por lo que me has contado de ella, tu abuela debe de ser algo fuera de lo normal.
– Pues no sabes ni la mitad -palmeó el sofá, a su lado-. Anda, siéntate. Logan ya ha terminado su habitual sermón de hermano protector.