Se acercó.
– ¿Te gusta el pingtan? -busqué charla. Asintió con la cabeza y me ofreció una copa.
Es una música mágica, la más apropiada para hacer el amor -dijo Mark. Me ahogué un poco mientras tomaba el ron. Él me palmeó la espalda con una sonrisa suave y seductora en los labios.
Me besó de nuevo, un beso delicioso y prolongado, era la primera vez que me daba cuenta de que un beso antes de hacer el amor podía ser tan delicioso, calmado, nada apresurado, capaz de aumentar aún más el deseo. Sus innumerables vellos finos y dorados parecían un sinfín de rayos disparados por el sol que se pegaban cariñosos y apasionados a mi cuerpo. Con la punta de la lengua impregnada de ron lamía mis pezones y poco a poco descendía… La sensación fría del licor y el calor de su lengua me hacían perder la razón, sentí los fluidos de mi vagina correr y luego me penetró, su órgano que atemorizaba por el tamaño me provocó un ligero dolor:
– No -grité-, no sigas.
Él sin la más mínima piedad no paró ni por un momento. El dolor no tardó en convertirse en profundo placer, abrí grandes mis ojos y lo miré con rechazo y deseo a la vez, su cuerpo blanco brillante a la luz del sol me excitaba, imaginé cómo se vería con un uniforme nazi, con botas y abrigo de piel. Cuánta bestialidad y crueldad en esos ojos azules de alemán. La imaginación aumentó el placer en mi carne. "Toda mujer adora a un fascista, la bota en la cara, brutal, brutal corazón de una bestia, como tú…" escribió alguna vez Sylvia Plath, la mujer que se suicidó metiendo la cabeza en un horno. Cerré los ojos para escuchar su resuello, una que otra palabra en alemán, esa voz que había escuchado en mis sueños, y llegó al punto más sensible de mi vagina, pensé que iba a morir, él continuó y luego un orgasmo de ocupación y de abuso acompañó mis gritos.
Estaba acostado a mi lado, su cabeza sobre mi cabello, tapados con la sábana fumábamos, el humo llenaba el vacío frente a nuestros ojos y nos permitía mantenernos en silencio. Hay momentos en que las personas no desean emitir el más leve sonido, sólo protegerse tras una barrera muda tranquilizante.
– ¿Estás bien? -Su voz suave y sin matices parecía elevarse entre el humo. Me abrazó por la espalda, acostados de lado, parecíamos llaves amorosas que emitían un helado brillo metálico. Sus manos enormes estaban sobre mis senos.
– Me quiero ir-le dije sin fuerzas mientras él besaba mi oreja.
– Está bien, te acompaño.
– No es necesario, me voy sola. -Mi voz aunque débil sonaba segura.
Cuando me senté en la cama para vestirme, se apoderó de mí un grave abatimiento. La excitación y el orgasmo habían pasado, terminada la película cuando el público se aleja de la sala lo único que se oye es el rechinar de las sillas, los pasos, las toses; los personajes, la trama y la música han desaparecido del escenario. El rostro de Tiantian giraba en mi cabeza impidiéndome la calma.
Me vestí rápido, ni siquiera miré al hombre a mi lado. Todos los hombres son más feos a la hora de vestirse que cuando se desvisten, creo que muchas mujeres piensan igual.
Ésta fue la primera y la última vez, me decía engañándome. Este tipo de ideas funciona temporalmente. Con gran determinación salí de ese departamento tan bello que atrapa. Me senté en el taxi. Al otro lado del vidrio, él con señas me dijo que me iba a llamar por teléfono. Reí confusa: "¿Quién sabe?" El coche voló como huyendo.
No tenía espejo en la cartera. Me miré en el vidrio de la ventanilla, vi mi cara como de fantasma confundido. Pensé sobre lo primero que le iba a decir a Tiantian. "La exposición estuvo bien, vi a muchos conocidos, claro Mark también estaba…" Las mujeres mienten por naturaleza, especialmente cuando se mueven entre varios hombres, cuanto más complicada es la situación ellas son más ingeniosas. Desde que empiezan a hablar ya saben mentir. De niña, cuando en una ocasión rompí un valioso florero antiguo, dije que fue el gato de la casa.
Yo no estaba acostumbrada a mentir ante los ojos limpios de Tiantian. Pero ¿qué hacer si no?
Caminé por el pasillo oscuro en medio de un olor a cebolla y carne guisada, los vecinos preparaban la cena. Abrí la puerta, prendí la luz, lo extraño era que Tiantian no estaba en casa, en la mesa tampoco había ninguna nota.
Me senté en el sillón, mirando los pantalones sobre mis piernas largas y delgadas, en la rodilla izquierda había un pelo corto dorado, era de Mark, bajo la luz desprendía un brillo pálido. Recordé la cabeza de Mark descendiendo lentamente por mi pecho… Con mi cigarrillo prendí fuego al cabello, se convirtió en una minúscula ceniza. Un cansancio irremediable me invadió, indefectible, como las mareas que abaten la superficie de la tierra. Lacia e indiferente, solté el cuerpo encima del sillón, coloqué las manos sobre mi pecho como una monja que reza o como un muerto sereno y el sueño se apoderó de mí.
XI Quiero triunfar
No pretendo ser una ama de casa ordinaria.
Elizabeth Taylor
Siempre que llego a un lugar alguien me pregunta: ¿Usted piensa que la educación universitaria amordaza a los escritores? Mi opinión es que no los amordaza lo suficiente. Muchos best-sellers salen de la pluma de tipos que han recibido educación universitaria.
Flannery O'Connor
Los escritores afectos a los clásicos suelen escribir cosas así: "En esta vida sólo quiero dormir y no despertar jamás". Precisamente de ese soñar sin fin es de donde los psicoanalistas exhuman de debajo de la almohada un mundo diferente. Cuando cada mañana mi madre de madrugada me levantaba, me preparaba el desayuno y me daba la mochila, mi cerebro precozmente maduro estaba todavía lleno de la espuma de los sueños. Desde pequeña me gustaba soñar. En mi vida actual si hay algo que me hace sentir libre es poder dormir hasta la hora que sea. Cuando a veces las discusiones de los vecinos, el volumen alto de la televisión o el teléfono me despiertan, puedo clavar mi cabeza entre las frazadas y seguir con el sueño interrumpido. A veces puedo seguir mi viaje por tierras lejanas pero, claro, otras veces no puedo regresar al sueño anterior y seguir hablando de amor con un hombre desconocido. Cuando me pasa eso quiero llorar.
El principio de nuestra vida en común con Tiantian estaba llena de sueños, de ese tipo de sueños directos, de matices puros, que a mí me gustan, de esos donde no cabe la soledad.
Mark, el alemán, como una pelea de vecinos o como el timbre del teléfono espanta las cosas de mis sueños. Si no hubiera aparecido Mark, es muy probable que me hubiera topado con otro hombre que me sedujera. Mi vida con Tiantian estaba llena de pequeñas fisuras que nosotros no podíamos remediar, eso era una circunstancia que una fuerza externa podía aprovechar para penetrar. Además, tal vez yo de veras no sea una buena chica.
Ese día me desperté a medianoche y me di cuenta de que Tiantian había regresado. Estaba sentado en el sillón a mi lado y concentrado observaba mi cara. Además había una gata. En sus brazos tenía una pequeña gata blanca y negra, la gata también me observaba. Me vi en sus cristalinos ojos verdes. Rápidamente me levanté. La gata saltó de los brazos de Tiantian y en un instante salió de la habitación.
– ¿Dónde fuiste? -le inquirí anticipándome a la pregunta que él también debía de querer hacerme.
– Fui a la casa de mi abuela y me quedé a cenar -dijo Tiantian despacio-. Hace mucho que no la visitaba, la gata de su casa tuvo una camada y mi abuela me regaló una, se llama Ovillo. -En su cara había una ternura escurridiza e impenetrable. Extendió la mano y acarició mi cabeza, mi cara, mi barbilla, mi cuello delgado. Su mano estaba un poco fría pero muy suave y tierna.
Abrí grandes los ojos, de pronto tuve un presentimiento. Quería estrangularme. Esa idea inmediatamente salió de mi cabeza, él no tenía fuerza suficiente para eso. De pronto sentí un arrepentimiento increíble que me hizo abrir la boca para decirlo todo. Pero Tiantian tapó mi boca con besos. Su lengua ligeramente amarga, como las plantas después de la lluvia, desprendió un olor fascinante que llenó toda la habitación, luego sus manos como copos de nieve resbalaron por cada pulgada de mi piel. Este amor me agotaba, sentí que él ya sabía todo lo que había pasado, sus dedos podían extraer esta información de mi piel, llena de secreciones y partículas pegajosas de un extraño. Sus sentidos se excitaron al primer contacto, se puso sensible como un loco.