– Tal vez deba ver a un médico -dijo después de callar largo tiempo.
– ¿Cómo?
Lo miré afligida, todo lo que pasó y lo que estaba por ocurrir no era lo que yo quería. En ese instante en esa habitación sólo estábamos nosotros dos, ninguno podía escapar de esa realidad.
– Te amo.
Lo abracé con los ojos cerrados, esas palabras parecían del diálogo de una película, da vergüenza decirlas aun en un momento de tristeza, por eso cerré los ojos, en la cabeza tenía muchas sombras oscuras como las sombras de una vela. Luego un montón de chispas explotó súbitamente, era mi novela. Sólo ella podía alentarme y completar la razón de mi existencia.
Escribir, fumar, la música a todo volumen, no carecer de dinero (en mi cuenta bancaria había suficiente hasta terminar de escribir mi novela, en realidad compartíamos nuestro gasto diario, y cuando él tenía más pagaba más), no necesitar las palabras, estar sentados varias horas en silencio, eso sí era felicidad. En un suspiro escribo más de diez hojas del borrador, siento que cada una de las grietas de la vida se llena de sentido y cada arruga de la cara adquiere valor.
Empecé a amar al "yo" de la novela, ya que en la novela yo era mucho más inteligente y tenía mayor capacidad para percibir la realidad, para comprender el amor, el deseo, la pasión, el odio, el transcurrir del tiempo. Enterré en las letras unas semillas de mis sueños, sólo espero que el Sol las caliente para que germinen. Es un trabajo parecido a forjar el hierro, implica proteger la semilla de la existencia, convertir a la realidad decadente y vacía en arte con esencia, con sentido. Este arte además se puede convertir en una mercancía de calidad que se pueda vender a todos los jóvenes vanguardistas, guapos, emancipados, que en el contraluz del fin de siglo buscan la felicidad en los jardines de Shangai. Son ellos, este nuevo tipo de hombres intangibles, escondidos en cada esquina de la ciudad, los que van a aclamarme o a lanzarme huevos podridos. Ellos no se dejan arrastrar ni dominar, desafían al cielo y a la tierra, ellos son los aliados ideales de todos los escritores jóvenes que desean crear algo nuevo y original.
Deng, la editora de mi libro anterior, me llamó por teléfono. Era una señora de alrededor de los cuarenta, su marido estudiaba en Japón, vivía sola con su hija que estudiaba en la secundaria. En ella estaban concentradas todas las características de una cuarentona de Shangai, de una tez clara que mostraba su constante nerviosismo, peinada con rodete, con unos zapatos de piel en forma de lancha, con traje de poliéster, siempre atenta ante todo tipo de noticias y comiendo helado las cuatro estaciones del año.
El primer libro que ella me ayudó a publicar, El grito de la mariposa, tuvo una suerte excepcional. Todos comentaban ese libro extraño y audaz, corrió el rumor de que yo era una bisexual violenta y perversa, hubo casos de estudiantes que se robaban mi libro de las librerías, también hubo hombres que a través de la editorial me mandaron fotos y cartas pornográficas, querían saber cuál era mi relación con el personaje central del libro, querían hacer una cita para cenar conmigo en el restaurante Saigón de la calle Hengshan disfrazados como los personajes de mi novela o pasear conmigo en un coche Santana 2000 blanco y hacer el amor conmigo en el automóvil al llegar al gran puente Yangpu. En resumen, todo lo que pasó parecía un enorme escándalo que crecía sin que nadie lo pudiera detener. Pero a decir verdad, en todo ese proceso no gané mucho dinero, cuando algunos miles de ejemplares de la primera edición se vendieron y la segunda aún no salía, le pregunté a Deng y me dijo que la editorial tenía problemas de dinero, que esperara un tiempo y luego conversábamos. Aún sigo esperando.
En aquel entonces mi novio Ye Qian me decía: "Las cosas que tú escribes no son convenientes para los adolescentes, son muy exageradas, por eso ese libro terminó así". Después de que lo del libro pasó nuestra corta relación también se acabó.
Ye Qian era un joven poco recomendable, descuidado e indolente, trabajaba en los archivos de una gran empresa de publicidad. Lo conocí cuando fui a visitar al jefe inglés de la empresa, se lo veía inteligente y despierto, no muy amable, pero nunca supe qué fue lo que lo hizo perseguirme después de verme por primera vez. En esos días yo aún estaba sumida en el síndrome del miedo a los hombres por lo de mi ex novio el petiso y prefería buscar amistad en las mujeres.
Pero él, pacientemente, se mantenía cerca de mí. Cuando terminé de contarle mi decepcionante experiencia anterior, se levantó y dijo:
– Mira que alto soy, no soy malo, soy muy sencillo y sólo quiero conocerte un poco más a fondo, eso es todo.
Esa misma noche me conoció toda, desde los senos hasta los dedos de los pies, desde los jadeos hasta los gritos, desde la pequeña gota hasta los mares de efluvios del deseo.
Su cuerpo era grande y hermoso, sus huevos tibios y limpios en mi boca me daban esa confianza incondicional en el otro que produce el sexo. Cuando se movía en círculos, su pene daba la impresión de tener alas de pájaro. Con su estilo sexual simple y claro curó mis recuerdos grises, recuperé mi actitud normal frente el sexo opuesto, incluso con mucha paciencia y diligencia me enseñó la diferencia entre un orgasmo clitoridiano y uno vaginal (había un libro que decía que el primero era malo, de naturaleza nerviosa, y que el segundo era bueno, maduro), en varias ocasiones me provocó los dos orgasmos simultáneamente.
Finalmente me convenció de que yo era una mujer más afortunada que muchas, ya que de acuerdo a las estadísticas más del setenta por ciento de las mujeres chinas tienen algún problema sexual y que más del diez por ciento jamás han tenido un orgasmo.
Estas son cifras asombrosas y constituyen una fuerza interna inagotable que promueve el desarrollo vigoroso de la liberación femenina generación tras generación. Freud hace más de cien años ya dijo que cuando hay una energía abundante que no encuentra cómo expresarse, entonces se transforma en un motor de actividades políticas y sociales, de guerras, de complots, de rebeliones, etcétera.
Mi libro se publicó cuando salía con Ye Qian. Emocionalmente estaba sobresaltada, sentía una alegría insoportable, el sexo con Ye Qian estaba impregnado de ese estado de ánimo. Ese tipo de experiencia sexual inevitablemente trae consigo una sensación de vado y de pérdida, la naturaleza femenina inconscientemente confunde el sexo con el amor. Cuando se agotó la primera edición de mi libro El grito de la mariposa, y aún no podía oír en mi bolsillo el tintinear del dinero (originalmente pensaba volverme rica con el libro), nos separamos sin viento ni olas, sin problemas ni peleas, sin herirnos ni lastimarnos, nos separamos científica e inofensivamente.
Tiantian es muy diferente a todos los hombres que he tenido. Él era un feto conservado en formol que resucitó a través de un amor inmaculado, su muerte también tuvo una íntima relación con el amor. Él no me podía satisfacer sexualmente, yo tampoco podía mantenerme pura y casta para él. ¡La vida es un misterio! Yo creo que mi amor por el otro se relaciona con la fuerza con la que el otro me necesita, amo tanto como sea su necesidad. Tiantian me necesitaba como al agua, como al oxígeno. Nuestro amor era como un cristal raro, producto de la casualidad, formado por la compresión de un gas tenue que envuelve nuestro destino.