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Contra la uniformidad, la diversidad. Contra las restricciones, el fanatismo por la ausencia de límites. Contra el igualitarismo, la jerarquía. Contra las espinacas, los caracoles.

Salvador Dalí

Era de tarde, el sol del otoño iluminaba la calle y la multitud dejando una sombra suave y ligera. El otoño brotaba en los árboles, las hojas colgaban de las ramas como gusanos oscuros que poco a poco se tornaban amarillos. El viento soplaba en la cara, el ambiente era fresco.

Las cosas pasan en la vida una tras otra velozmente y ni siquiera te das cuenta de que las estaciones cambian, de que el tiempo pasa rápidamente.

Tiantian finalmente fue a un Centro de Salud Reproductiva, la primera vez lo acompañé.

La sensación de entrar en ese edificio no era buena, en el aire había algo opresivo, los cuadros que colgaban en los pasillos y las caras de los médicos estaban demasiado limpios. El médico que lo atendió, de lentes gruesos y ojos inexpresivos, anotaba cosas en el expediente mientras interrogaba a Tiantian.

– ¿Cuándo tuviste tu primera polución nocturna? ¿En la mañana tienes erecciones espontáneas? ¿Cuándo lees libros o películas de aquellas tienes alguna reacción? ¿Has tenido alguna relación sexual completa? Me refiero a que si puedes penetrar con éxito y mantener la erección por más de tres minutos. ¿Además qué otras reacciones tienes?

El rostro de Tiantian estaba cada vez más pálido. Su frente se cubrió de gotas de sudor, hablaba sin poder terminar las frases, yo sentía que si sólo estiraba mi mano y lo agarraba él escaparía volando de ese lugar. Me senté en las sillas del pasillo, y vi que se llevaron a Tiantian al consultorio contiguo. Se lo veía de lo peor, como si fuera a desvanecerse en cualquier momento. Cuando llegó a la puerta, me lanzó una mirada con ojos llenos de terror.

Me tapé la cara con las manos, eso fue muy cruel para él.

Después de una larga espera, la puerta del consultorio se abrió. Salió el médico seguido de Tiantian con la cabeza gacha, sin mirarme. El médico seguía escribiendo en la hoja de diagnóstico y luego le dijo:

– Tu aparato reproductor es normal, la clave está en ajustar tu mente. -Le recomendó unirse a un grupo de terapia psicológica del hospital y le dio unos medicamentos para complementar el tratamiento.

En la vida cotidiana de Tiantian había de pronto otra actividad. Iba una vez por semana durante unas horas al Centro de Salud Reproductiva. Lo que le atraía no era tal vez curarse sino estar junto a personas que sufrían males parecidos a los de él. Todos sentados en círculo exponían su situación uno tras otro, hablando de sus sufrimientos y de las presiones de la vida ante un auditorio empático. Según mi amigo el psicoanalista Wu Dawei, intercambiar las penas personales en un ambiente de sufrimiento colectivo ayuda a liberar las ansiedades individuales.

Pero Tiantian pronto se aburrió del Centro y de ese grupo de terapia. Hizo amistad con un joven miembro del grupo, llamado Lile, y lo invitaba seguido a nuestro círculo.

El otoño es apropiado para reuniones al aire libre. Organizamos una fiesta en el jardín del hotel Xingguo. El sol de esa tarde de fin de semana de otoño calentaba suavemente nuestros cuerpos. El viento traía un olor a Lysol de un pequeño hospital cercano que provocaba picazón en la nariz. El paisaje era extraordinario, la vegetación y las construcciones contrastaban y se mezclaban en los colores cálidos del otoño.

El mantel estaba extendido sobre el pasto, encima estaban colocados algunos bocadillos tentadores. Nuestros amigos, unos sentados y otros acostados, estaban tirados por todos lados como piezas en un tablero de ajedrez. Aquello parecía el famoso cuadro Almuerzo campestre de Manet. Siempre me ha atraído ese toque de mediados del siglo XIX de la forma de vida de la clase media europea. Además, tanto vivir encerrado es algo que enoja también. Pensar, escribir, estar en silencio, soñar, imaginar, puede llevar a cualquiera al borde de la locura. Experimentos inhumanos hechos por científicos han demostrado que aislar a un individuo en una habitación cerrada durante cuatro días es suficiente como para que salte por la ventana como una bala sin control. Es muy fácil enloquecer. Mi padre en una postal que recientemente me mandó (paseaba con mi madre por Hangzhou) me escribió:

– Hija, sal a pasear seguido, el pasto y el aire fresco son lo más valioso de la vida. -Él en esos días solía usar ese tipo de dichos y aforismos para comunicarse conmigo.

También vino Lile. Era un hombre flaco y rapado, de ojos grandes, vestía ropa sucia a la última moda. La primera impresión que tuve fue de sus constantes groserías: "carajo, shit", además todo el tiempo ansiosamente se apretaba la punta de la nariz hasta dejársela roja y en punta. No me gustaba. Decían que desde los diez años le gustaba corretear tras mujeres mayores, a los once fue seducido por la mamá de un compañero de escuela, así de temprano perdió la virginidad, desde entonces tuvo relaciones con más de cincuenta mujeres de la edad de su madre o de sus tías o por lo menos de sus hermanas mayores. Hace un año, cuando estaba metido en la cama con la esposa de alguien, el esposo de la señora le dio una tremenda golpiza y le cortó su melena larga de la que estaba tan orgulloso. Después de ese tremendo susto quedó impotente.

Él era un hijo de intelectuales de la nueva generación, sus padres no vivían en Shangai, nadie lo cuidaba y nadie se preocupaba por él. En ese momento era empleado de una tienda de Adidas sobre la calle Nanjing, además en algún sótano practicaba batería, tenía su propio grupo de rock amp; roll. El rock se había convertido en un sustituto del sexo, calmando sus ansias juveniles. La simpatía que Tiantian sentía por él no sólo se debía a su extraño modo de vida (desordenado, sin carácter, ingenuo, independiente), sino a que a él también le gustaba leer y meditar sobre cuestiones existenciales.

Zhusha aceptó mi invitación y también vino a la fiesta, además me trajo un regalo, un frasco de tónico para la piel Shiseido. Me dijo que acababa de volver de un viaje de trabajo a Hong Kong. Ese tónico allá era cien yuanes más barato que en Shangai. Llevaba tiempo sin verla, pero su porte femenino, elegante y serio no había cambiado, parecía que ya se había recuperado del golpe del divorcio.

– Dice mi tía que otra vez estás escribiendo una novela. -Tomaba su jugo mientras me miraba sonriente. El sol brillante iluminaba su cuerpo que exhalaba un aroma natural a pasto primaveral.

– Ah, por cierto -sacó una tarjeta y me la dio-, ésta es la empresa donde trabajo ahora.

La tomé y al verla quedé atónita pensando: "¿Acaso no es la misma empresa de asesoría financiera donde trabaja Mark?"

– Sí, nuevamente estoy escribiendo, espero que sea un best-seller. Así tendré dinero para viajar a Europa -dije.

– ¿Y tu novio? ¿Aún se lo pasan encerrados? No puedo imaginar esa vida. ¿Ninguno de los dos piensa salir afuera a trabajar? Así no está muy bien, creo que no es muy sano -decía Zhusha con un tono muy amable.

– Salimos seguido a pasear, a veces vamos a un bar a tomar una copa o vamos a bailar-decía mientras pensaba que si viajara a Europa, Tiantian seguro iría conmigo. Salir de viaje no sólo implica moverse en el tiempo y el espacio sino que también influye en cierto grado sobre aspectos psicológicos y físicos. Imaginaba poder hacer el amor con Tiantian en algún hotel de algún pequeño pueblo de Francia (allí él sí podría), luego era en un motel de paso en Alemania, luego en una iglesia pequeña y abandonada de Viena, en el Coliseo de Roma del siglo XV, en un yate en el Mediterráneo… los cuentos se hilaban uno tras otro, cuando hay amor y deseo la libertad y el amor rondan los bosques, los lagos y el cielo.

Me acerqué a Tiantian, me senté y lo besé, interrumpió su charla con Lile y me abrazó sonriente: