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Zhusha salió de mi cuarto, aún vivía allí temporalmente, el departamento nuevo de tres dormitorios que se compró estaba en remodelación. Era muy gracioso, mis padres de ninguna manera querían aceptar que ella les pagara algo, siempre que a escondidas les metía billetes en los monederos o en los cajones, le recriminaban:

– Nuestra propia pariente fijándose tanto en el dinero, eso no está nada bien, en la sociedad mercantil todavía existe el cariño entre parientes, aún debe de haber ciertos principios ¿o no? -le decía mi padre.

Zhusha con frecuencia le traía frutas y otros pequeños regalos, para su cumpleaños le compró una enorme caja de puros. Mi padre sólo fumaba puros nacionales de la marca Corona Imperial. Estaba muy orgulloso porque por su recomendación varios profesores europeos invitados a su centro empezaron a fumar puros Corona Imperial.

Le compré a mi padre unas medias, por un lado porque creo que el mejor regalo para un hombre son medias (a todos mis novios en los cumpleaños les he regalado medias), por otro lado, mis ahorros pronto se iban a acabar y además faltaba un tiempo para que ganara dinero con mi nuevo libro, así que había que ahorrar un poco.

Entre los invitados había varios estudiantes de posgrado de mi padre, mi madre como siempre estaba preparando la comida en la cocina, la nueva empleada doméstica contratada por horas la ayudaba a un lado. En el estudio de mi padre se oía una polémica acalorada, los hombres estaban hablando sobre temas difíciles de entender y sin ninguna utilidad concreta. Mi padre pensó alguna vez presentarme a uno de sus discípulos, yo no acepté ya que la pedantería de ese joven me daba asco. Un hombre culto además debe saber de amores, debe apreciar la belleza de la mujer, su bondad, sus virtudes y defectos. Debe saber hablar bonito, a la mujer el amor le entra primero por el oído y luego le llega al corazón.

Zhusha y yo charlábamos sentadas en el pequeño cuarto. Se había cortado el pelo según el último número de Elle. Se dice que el amor transforma la apariencia, eso es muy cierto. Le brillaba el cutis (prefería pensar que ese brillo venía del amor y no de las mascarillas Shiseido que ella usaba), sus ojos húmedos también brillaban. Recostada en el sillón floreado de madera parecía una pintura antigua de mujeres bellas.

– Siempre vistes de negro -me dijo Zhusha.

Miré mi suéter y mis pantalones ajustados:

– ¿Qué tiene de malo? -dije-, el negro es mi color de la suerte, además me hace parecer bonita y elegante. -Rió.

– También hay otros colores bellos, quiero regalarte algo de ropa. -Se levantó y empezó a buscar en un armario.

Mirando su espalda pensé que aunque ella siempre había sido tan buena y bondadosa, ¿no sería que esa vez me quería sobornar? Yo tenía mucho que ver en su asunto con Dick, se conocieron a través de mí y además Madonna era mi amiga.

Sacó unas prendas bastante nuevas y me las mostró.

– Quédatelos, yo no tengo dónde vestir ropa formal, siempre estoy en mi casa escribiendo en pijama -dije.

– Pero tendrás que entrevistarte con editores, con periodistas, asistir a sesiones de autógrafos, créeme, tú te convertirás en una celebridad -me animaba risueña.

– Cuéntame de ti y de Dick -le dije de repente, tal vez me faltó el tacto necesario, se quedó perpleja, sonrió y dijo:

– Muy bien, nos llevamos muy bien.

Después de aquella fiesta en el jardín ellos dos intercambiaron sus teléfonos, todo fue por iniciativa de Dick. Quien primero habló y arregló una cita también fue Dick. Antes de asistir a la primera cita ella dudó mucho si salir o no con un joven ocho años menor que ella, quien además sostenía una relación con una mujer fuera de lo común que había sido mami. Pero finalmente acudió.

No sabía por qué, tal vez porque ella odiaba su propia inocencia, no deseaba ser por siempre una hermosa doncella, pura y vacía, ante los ojos de los demás, las chicas de buenas familias también pueden tener de pronto el deseo de probar otros mundos, tal y como dice el dicho "la niña bien también enloquece".

En un restaurante cualquiera, ellos dos estaban sentados frente a frente bajo un foco. Ella a propósito no traía alhajas, estaba vestida de manera muy sencilla. Pero ella vio en sus ojos arder esa pequeña llama, la que Rose vio en los ojos de Jack en Titanic, esa luz que hace saltar el corazón.

Esa noche fueron a la casa de Dick, hicieron el amor al ritmo de los gemidos del jazz de Ella Fitzgerald. La sensación del sexo era como fresca lluvia primaveral. Nunca había tenido una sensación tan tierna y maravillosa, era como si pudiera penetrar en los huesos de un hombre, derretirse, fluir como agua por su cuerpo, creaban imágenes con líneas y sombras, expresaban los sentimientos según la música, ella estaba aturdida.

– ¿Soy una mala mujer? -le preguntó al amante joven y apasionado. Él, desnudo, recostado en la cabecera de la cama la miraba sonriendo.

– Sí, porque hiciste que me enamorara de ti -le contestó el joven amante-. Mujeres buenas en la vida, malvadas en la cama así como tú, ¿dónde se pueden encontrar? -enterró su cabeza en su pecho-, creo que soy un lucky guy.

No sabía cuan confiable era él, pero ella ya había pensado y reconsiderado que no había que preocuparse por el desarrollo posterior, que sea como iba a ser. Ella no pensaba depender de nadie, tenía una buena profesión y además era inteligente, era la típica mujer de Shangai de la nueva generación, altamente educada e independiente, tanto espiritual como económicamente.

– Ustedes ¿se van a casar? -pregunté con curiosidad-. Sólo me preocupa que tú… -añadí. Mi enfermedad profesional es espiar los secretos privados de los demás. Zhusha apenas se había divorciado, conocía muy poco a Dick, pero yo sentía que Zhusha había nacido para casarse y formar una familia. Tenía sentido de maternidad y responsabilidad.

– No sé, pero de veras somos muy compatibles. -Yo pensé que esa compatibilidad tenía que abarcar varios aspectos, incluyendo la cama.

– Nos gustan los mismos tipos de comida, escuchar la misma música, ver las mismas películas, de pequeños los dos éramos zurdos y los grandes nos obligaron usar la mano derecha -me miró y sonrió-, además no siento que le lleve ocho años.

– Chang Hao, el apuesto maestro de Go, también se casó felizmente con una mujer ocho años menor. -Yo también sonreí. -La afinidad entre los seres es muy difícil de explicar… nunca he comprendido verdaderamente a Dick, de hecho es muy introvertido, ¿tú puedes estar segura de él?… Un artista joven frecuentemente inspira el instinto materno en una mujer mayor, por otro lado un pintor de por sí no es fácil de asir, es errante, lo que busca por el mundo es el arte y no una mujer -le dije.

Unos meses después, en la primera plana de todos los periódicos se hablaba del caso del divorcio en Hong Kong de las estrellas de rock Dou Wei y su esposa Wang Fei, la causa fue que Dou Wei se amaba más a sí mismo y a su música y que le era irrelevante que Wang Fei fuera la reina de la escena musical de Asia.

– Tú también eres artista. -Sonrió insípidamente y toda seria, como una estatua de jade llena de rocío matinal dentro de un parque, se levantó, caminó hacia la ventana y miró a lo lejos.

– Está bien -giró la cabeza sonriendo-, cuéntame de tu novela, de tu Tiantian. -En su sonrisa pude ver que tal vez subestimé su capacidad de explicar la vida y su innata intuición femenina. Ella definitivamente era una digna muestra de las mujeres de clase media con criterio propio de Shangai.

– ¿Cómo ha estado Mark últimamente? -pregunté. No nos habíamos comunicado por un buen rato, y yo creía que estaba ocupado disfrutando en compañía de su familia.