– Éste es mi hijo B.B. -Mark sacó al niño del cochecito, lo besó, jugó un rato con él, se lo dio a Eva:
– Tengo que ir al campo. -Estiró las piernas, sonrió y me miró con el rabillo del ojo, tomó su bolso de ropa y se dirigió al vestidor.
Mientras Zhusha charlaba con Eva, yo me senté a la orilla del pasto sin hacer nada. Me di cuenta que al ver a la esposa de Mark no sentí los celos esperados. Al contrario, Eva me gustó mucho, quién la manda a ser tan bonita, siempre nos gustan las cosas bellas. ¿O tal vez será que yo soy una excelente chica que al darse cuenta de la felicidad ajena se alegra por los demás? ¡Por Dios!
El partido estaba a punto de empezar. Mis ojos estaban clavados en Mark. Su silueta saludable y vivaz que corría por todo el estadio, sus cabellos que flotaban en el aire hacían flotar también mi extranjero sueño de amor. Su velocidad, músculos y fuerza pronto se explayaron ante los ojos de más de cien espectadores. Creo que la gran mayoría de los deportes son una orgía colectiva, la gente en las tribunas y los jugadores en la cancha excitados hasta el punto que les es difícil detener sus hormonas, lo que flotaba en el aire era precisamente eso.
Unos estudiantes del colegio tomando Coca Cola gritaban fuertemente, Eva seguía hablando con Zhusha (como si eso fuera más interesante que ver a su marido jugar), mientras que mi ropa interior ya estaba completamente mojada. Nunca pensé sentir tanta sed de Mark en ese momento y tener ganas de caer en sus brazos como una manzana sacudida por un viento fuerte.
– Cocó hace unos años publicó una antología de cuentos. -Zhusha de pronto interrumpió mi concentración.
– Ah, sí -contesté mirando a Eva sonreír.
– Me interesa mucho, ¿todavía se pueda comprar? -me preguntó en inglés.
– Creo que ya no, en la casa tengo un ejemplar que te puedo regalar, pero está en chino -dije.
– Oh, gracias, pienso estudiar chino, la cultura china es muy interesante, Shangai es la ciudad más interesante que conozco -En la blancura de su cara se asomó un leve color rosa. -Si tienes tiempo el próximo fin de semana ven a mi casa a comer ¿te parece? -me invitó.
Disimulaba mi nerviosismo, miré a Zhusha, ¿no será un banquete de Hongmen?
– Judy también vendrá, estarán también algunos amigos alemanes -dijo Eva-. La próxima semana regresaré a Alemania, tú sabes, yo trabajo en el ministerio del medio ambiente, no puedo pedir largas vacaciones. Los alemanes están tan enamorados de la protección del medio ambiente que rayan en la paranoia -sonreía-, en mi país no hay de esos coches triciclos que emiten tanto humo, y tampoco la gente seca la ropa en los pasos de peatones.
– Oh -asentía con la cabeza pensando que Alemania era el país más cercano al paraíso-. Está bien, iré.
Pensé que tal vez no era muy inteligente pero era generosa y simpática.
El pequeño B.B. empezó a gritar desde el cochecito:
– "Papá, papá". Miré a Mark saltando y moviendo los puños, acababa de meter un gol. Nos mandó desde lejos un beso, Eva me miró y todas empezamos a reír.
Cuando fui al edificio del colegio para buscar un baño, Zhusha me preguntó si Eva me parecía hermosa.
– Tal vez, pero eso me hace aún más pesimista sobre el matrimonio.
– ¿De veras? Mark parece amarla mucho.
– Los expertos matrimoniales dicen que amar de todo corazón a tu pareja no quiere decir serle fiel toda la vida.
En el baño había un cartel interesante de un bosque verde con un enorme signo de interrogación: "¿Cuál es la criatura más peligrosa del mundo?" Al salir del baño, Zhusha y yo al unísono contestamos:
– El ser humano.
En el entretiempo, tomamos gaseosas y bromeamos. Tuve la oportunidad de decirle a Mark unas palabras:
– Tu familia es muy adorable.
– Sí -dijo con neutralidad.
– ¿Quieres a tu esposa? -le pregunté en voz baja. No me gustan los rodeos, ser duro y directo a veces es un deleite, miraba a Mark sin muy buenas intenciones.
– ¿Te vas a poner celosa? -me devolvió la pregunta.
– Que ridículo, no soy tonta.
– Claro. -Me palmeó en el hombro y miró hacia otro lado saludando a un conocido, luego se giró para verme y sonrió. -Tú eres la doncella que canta en las noches, según una leyenda de mi país una sirena ronda en el Rin, ella se sienta en una gran roca y con su canto seduce a los marineros y los conduce a la muerte.
– Qué injusticia, ¿quién inició todo esto, tú o yo?
Se acercó Eva y abrazó a su marido, estiró el cuello y le dio un beso.
– ¿De qué hablan? -Sonreía con curiosidad.
– Ah, Cocó me contaba sobre un cuento nuevo -dijo Mark.
Dick vino a buscar a Zhusha antes del final del partido, vestía sencillo y elegante, se había arreglado el pelo con gel, tenía el jopo un poco inclinado encima de la frente. Pero en la mejilla izquierda tenía una herida extraña, al parecer se había lastimado, además parecía un corte con un arma filosa. Intercambiamos unas cuantas palabras, afortunadamente no me preguntó de los avances de mi novela, últimamente cuando me preguntaban sobre eso me ponía nerviosa.
– ¿Qué te pasó en la cara? -le pregunté señalando su marca en la cara.
– Me golpearon -respondió sin más. Abrí la boca, sentía que era muy extraño, ¿a quién pudo enojar tanto? Miré a Zhusha, me hizo una señal con la mano como si quisiera decir eso ya pasó, no hay que mencionarlo.
En mi cabeza repentinamente se prendió un foco, ¿habría sido la loca de Madonna? Ella misma dijo que no le importaba tanto, ¿habría sido capaz de buscar golpeadores para darle a su ex novio una buena lección? Si es así, ¡qué violenta!
En esos días Madonna no estaba en Shangai, armada con su tarjeta de crédito se había ido a Hong Kong para comprar enloquecida y vivir allá un tiempo. Hacía unos días por la noche me había llamado por teléfono y me había contado una cantidad de tonterías sobre cómo había ido a visitar al más famoso adivino de Hong Kong, Wang Banxian, quien le dijo que estaba pasando por una racha de mala suerte, que todo estaba de cabeza, nada le era favorable, y que era conveniente moverse hacia el sudeste, así que fue correcto ir a Hong Kong.
Zhusha y Dick iban a ir juntos a una local especializado para comprar pintura para las paredes. Dick la estaba ayudando a arreglar el departamento que ella se había comprado en Jardines de Ruixin. De acuerdo a eso planeaban pintar las paredes con una pintura al aceite de color marrón, con un toque antiguo, elegante y brillante que daba la sensación de estar a las orillas del Sena, era un producto típicamente francés que daba el aire de los salones de los años treinta. No eran muchas las tiendas que vendían esa pintura, habían oído que en Pudong había un negocio especializado. Ellos se fueron antes de que el partido terminara. Yo me quedé sola sentada al lado de la cancha hasta el final del partido, el equipo de Mark ganó.
Mark salió del vestidor con el pelo mojado, se había cambiado de ropa, y vino hacia nosotras. Eva y yo habíamos estado hablando sobre la naturaleza y la conciencia de las mujeres occidentales y las asiáticas y las similitudes y diferencias entre las culturas oriental y occidental. Ella consideraba que en occidente si la mujer tenía un poco de conciencia feminista era más respetada por los hombres. Le dije:
– ¿De verdad? -Y nuestra conversación terminó. Eva se dio vuelta y besó a su marido:
– Vamos juntos a dar un paseo, ¿qué les parece? -preguntó.
En los grandes almacenes Babaiban de Pudong, Eva sola subió por el ascensor hasta el departamento de artesanías del tercer piso para ver la porcelana y las sedas. Mark y yo nos sentamos en la cafetería de la planta baja a tomar café, de vez en cuando jugábamos con B.B.
– ¿La quieres?… perdón, mi pregunta no es apropiada, eso es asunto de ustedes. -Jugando con un terrón de azúcar miraba la columna de enfrente, pintada de beige y en la parte superior estaba decorada con dibujos, justo bloqueaba la vista de la gente que entraba y salía de la puerta.