– Nosotros pensamos muy diferente, una brecha enorme nos separa, vamos a respetarnos mutuamente, no hay que pelear, no vale la pena discutir. Tengo veinticinco años y quiero ser escritora. Aunque esta profesión ya pasó de moda haré que recupere su brillo -decía yo.
Cuando conocí a Tiantian decidí irme de casa. En la familia hubo una tormenta capaz de remover al Océano Pacífico.
– Contigo no hay remedio. Si haces bien o mal, el tiempo te lo dirá, parece como si yo nunca te hubiera criado -decía mi madre sumida en la confusión, con el rostro desencajado como si hubiera sido golpeada.
– Hieres a tu madre -decía mi padre-, yo también estoy desolado, una niña como tú al final va a sufrir, según tus propias palabras la familia de ese joven es rara, su padre murió en circunstancias inexplicables, ¿quién sabe si él es normal, si es una persona de fiar?
– Créanme, sé lo que hago -decía yo. Rápidamente agarré mi cepillo de dientes, algo de ropa, una caja de libros, unos discos y me fui.
En el piso frente al equipo de música los rayos del sol como ámbar se esparcían, como whisky regado. Después de que un grupo de norteamericanos impecablemente vestidos salieron, la cafetería recuperó su tranquilidad. El viejo Yang hacía llamadas telefónicas en su dormitorio. La Araña, recostado perezosamente contra la ventana, comía los restos de una galleta de chocolate que había dejado algún cliente (siempre hacía eso, así expresaba su capacidad animal de supervivencia). Fuera de la ventana estaba la calle sembrada de árboles fénix, la ciudad en verano era verde y luminosa como en las películas europeas.
– Cocó, ¿qué haces cuando estás aburrida? -preguntó la Araña.
– Cuando estoy aburrida naturalmente no hago nada, ¿qué podría hacer? -dije yo-. Como ahora, por ejemplo.
– Ayer por la noche estaba aburrido y me metí a chatear en la red, chateé con diez personas a la vez. -Noté sus ojos negros semiovalados como dos cucharas pegadas en la cara. -Conocí a una persona de nombre Mei, me dio la impresión de que no era uno de esos hombres que se hacen pasar por mujer. Dijo que era muy bonita y además virgen.
– En estos tiempos hasta las vírgenes son avispadas, ¿acaso no lo sabes? -Me reí, una chica que diga eso no tiene mucho pudor.
– Siento que esa Mei es muy cool. -Él no reía. -Ahora me doy cuenta de que nuestros ideales son terriblemente parecidos. Los dos queremos a toda costa ganar mucho dinero de una sola vez y luego rodar por el mundo.
Al oír eso me parecieron la pareja de actores de Asesinos por naturaleza. Curiosa, pregunté:
– ¿Y cómo ganarían el dinero?
– Asaltando tiendas, robando Bancos, haciendo de puta o de gigoló, como sea -decía él mitad en broma y mitad en serio.
– Tengo una idea -se acercó y susurró algo en mi oído.
Me espanté mucho.
– No, eso no, estás loco -yo movía sin parar la cabeza. Este bastardo quería que robáramos juntos el dinero del negocio. Había observado que el viejo Yang todas las noches guardaba el dinero en una pequeña caja de seguridad, allí juntaba el dinero que llevaba una vez al mes al Banco. El tenía un amigo experto en abrir todo tipo de cajas de seguridad. Su plan consistía en traerlo, tomar el dinero y luego escurrirnos; claro, después había que hacer parecer que fueron unos ladrones desconocidos los que se habían llevado el dinero.
Ya había escogido la fecha. El siguiente martes iba a ser su cumpleaños, justo ese día a los dos nos tocaba el turno de la noche. Con el pretexto de festejar su cumpleaños, invitaría al viejo Yang a beber, lo emborracharía hasta desmayarlo y listo.
Las palabras de la Araña me pusieron nerviosa hasta el punto de darme gastritis:
– Ni lo sueñes, olvídalo, sácate eso de la cabeza, oye, ¿no será idea de la Mei esa?
– ¡Shh! -Me indicó que el viejo Yang ya había terminado de hablar por teléfono y se dirigía hacia nosotros. Cerré bien fuerte la boca por temor a que se me escapara algo sobre el asunto.
La puerta se abrió y vi entrar a Tiantian. Sentí el estómago calentito. Vestía una camisa gris y pantalón de pana negro, en la mano llevaba un libro, su cabello un poco largo y un poco desordenado, sus ojos un poco miopes y un poco húmedos, sus labios un poco fríos y un poco sonrientes, ésa era la apariencia típica de mi dulce amado.
– Llegó el esposo, llegó la felicidad -dijo el viejo Yang, en su dialecto de Shangai con acento pingtan, aprovechando la oportunidad para bromear. Él en realidad era un hombre bueno, amable y sencillo.
Tiantian se cohibió por ese comentario. Le llevé un capuchino y suavemente apreté su mano.
– Aún faltan cuarenta y cinco minutos, te esperaré -dijo en voz baja mientras miraba el reloj.
"La Araña seguramente se ha vuelto loco de tanto pensaren el dinero…", me dije enojada. En la pared de enfrente se proyectaba la sombra de mis brazos bastante agitados. Una vela se consumía encima de la mesita redonda en la que Tiantian y yo nos sentamos a jugar.
"Una persona brillante que empieza a cultivar la idea de un crimen es peor que un perro rabioso. Puede robar Bancos con una computadora, destruir aviones y barcos con una bomba, matar con un cuchillo invisible, provocar pestes y tragedias. Si en 1999 llega el fin del mundo estoy segura de que será por culpa de esos especimenes raros."
– Perdiste, yo tengo tres y voy por cuatro -me dijo Tiantian con seriedad señalando el tablero.
– La inteligencia es un tipo de don, la locura es un tipo de habilidad, pero si no se usan bien traen problemas. -Mi deseo por decir discursos apenas calentaba motores. -Al final el inteligente puede caer en dificultades mucho más graves que el tonto. Últimamente siento que el Lüdi tiene una atmósfera demasiado tranquila, hasta se oye el sonido de un parpadeo, es porque se trama algo oscuro. Tengo malos presentimientos.
– Entonces sal de allí, dedícate a escribir en casa -dijo Tiantian con sencillez.
Siempre que me decía que "regrese a casa", lo hacía con tanta naturalidad. Ese espacio de tres dormitorios y una sala, oloroso a fruta pasada, a colillas de cigarro, a perfume francés, a alcohol, lleno de libros y música, repleto de ilusiones inalcanzables, estaba adherido a mi cuerpo como una niebla de bosque encantado, que la sacudes y no se va, flota y ondea. Era en realidad más predestinado que un hogar, era el espacio más verdadero. No tenía nada que ver con los lazos sanguíneos, pero sí tenía una íntima relación con el amor, el alma, el goce, el sexto sentido, las reglas de la seducción, el vuelo sin meta y cosas por el estilo.
Regresa a casa, llegó la hora de la verdad. Empieza a escribir, es el final de las fantasías y el viaje del deseo. Utiliza la técnica correcta para describir y escribe una bella novela, el comienzo, el desarrollo, el clímax y el final del relato, aplica tu ingenio, deja que exploten tus sentimientos tal como cuando el mejor cantante del mundo canta a toda voz en la cima del mundo.
Un par de manos dibujaban estas ideas en mi mente. Tiantian quería que le prometiera que al día siguiente iba a llamar por teléfono al viejo Yang para renunciar.
– Está bien -dije. Renunciar a un trabajo, separarme de alguien, perder algo, estas sensaciones de abandono, para una chica como yo, son casi habilidades innatas, tan fáciles como dar vuelta la palma de la mano. Volar de un objetivo a otro, estar siempre en movimiento, mantener la vitalidad.
– Desde que te vi por primera vez en el Lüdi, sentí que tenías madera de escritora -Tiantian incitaba mi vanidad-, la expresión de tus ojos es compleja, hablas con mucho sentimiento, siempre observas a los clientes de la cafetería, una vez te oí hablar con la Araña sobre el existencialismo y la brujería.