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A todos les contesté con las mejores y más bellas palabras. En el fondo, nosotros éramos un grupo de jóvenes viviendo en los límites, en busca de sensaciones, y usábamos un lenguaje exagerado y extravagante, éramos como un enjambre de insectos interdependientes que vivíamos en las alas de la imaginación y teníamos poco contacto con la realidad, como parásitos que se alimentaban de las entrañas de la ciudad con sensualidad y dulzura. Somos el tipo de gente que imprime a esta ciudad su romanticismo extraño y su sentido auténtico de poesía.

Unos dicen que somos de otra especie, otros nos llaman basura, algunos desean entrar en este grupo, y nos copian en todo, desde la ropa, el peinado, la manera de hablar, de escupir y hasta de coger; otros nos maldicen, dicen que deberíamos meternos en una heladera con nuestra forma de vida de perros y desaparecer.

Apagué la computadora, en la pantalla sólo quedó una línea brillante que luego desapareció, en el equipo de música se oía Green Light de Sonic Youth que justo estaba terminando, la última estrofa decía: "su luz es mi noche, oh, oh, oh". Fui al baño, me acosté en el agua tibia de la bañera, en un momento dado me dormí, en medio del agua y la espuma soñé que escribía un poema sobre la noche, ahora sólo me acuerdo de una estrofa: "Antes que la luz se disipe, no sabrás qué es la noche, cómo son los pliegues de las sábanas, cómo es el deseo de mis labios. Oh, oh, oh…"

En una noche con una presión atmosférica muy baja, sofocante, sin vientos, Mark llegó en su coche sin avisar frente a mi edificio y me habló desde abajo por teléfono:

– No sé si te interrumpo, pero quiero verte ahora.

Su voz en el celular se oía poco clara, había mucha interferencia, shshshshsh, apenas terminó de hablar cuando la comunicación se cortó. Tal vez la batería ya estaba agotada. Podía imaginar cómo tiraba el celular en el coche diciendo: "Damned". Solté la pluma y por primera vez sin arreglarme en absoluto corrí por las escaleras a su encuentro.

La luz interior del auto era amarillenta y vacilante, él abrió la puerta, me tomó por la cintura y me empujó al asiento.

– Mira lo que estás haciendo. -Lo miré a él vestido de traje impecable y luego me miré a mí, descalza con unas pantuflas, con una bata de dormir completamente arrugada por su culpa, no pude más que reír a carcajadas moviéndome de adelante hacia atrás.

Él también rió pero muy rápido dejó de reír:

– Cocó, te diré una mala noticia, regreso a Alemania.

Acaricié los súbitamente rígidos músculos de mi cara:

– ¿Qué? -Lo miré fijamente un largo rato, él también sin decir una sola palabra me miraba.

– Al parecer no son rumores -susurré-, mi prima me había mencionado que te iban a transferir a las oficinas centrales.

Estiró los brazos y me abrazó:

– Quiero estar contigo.

– Imposible -gritaba mi corazón, pero de mis labios no salió ni una palabra. Sólo usé mis labios, mi lengua y mis dientes para recibir el torrente salvaje que venía de él, era lo único que podía hacer, aunque hubiera usado mis puños para detener su pecho, aunque con destreza hubiera extraído en secreto todo su dinero, sus tarjetas de crédito, sus documentos, no hubiera podido detener este hecho: mi amante alemán, este occidental que me ha proporcionado más placer que varios hombres juntos, finalmente me iba a dejar, y no podía ser de otra manera.

Lo empujé:

– Bien, y ¿cuándo te vas?

– A más tardar a fines del mes que viene, quiero pasar a tu lado cada minuto y cada segundo. -Agachó la cabeza, la metió en mi pecho. Mis pezones, al contacto con sus cabellos a través de mi delgado camisón, se irguieron como una flor desesperada ante la inminencia de la noche.

El auto corría rápido y suave, los colores de nuestros sueños se oscurecían, los bordes del sueño poco a poco se plegaban, como los valles profundos y los negros acantilados del lado oscuro de la Luna. Las noches de Shangai están llenas de un aliento emocionante y desgarrador. Volábamos por las calles lisas, entre las luces de neón y de polvo dorado, por los parlantes sonaba Iggy Pop: "Somos sólo huéspedes de paso, visitantes apresurados, mira el cielo lleno de estrellas, esperando que desaparezcan juntos ".

Se puede hacer el amor hasta el agotamiento, entristecerse hasta más no poder, construir verdades, apagar los sueños, cualquier cosa vale, pero lo único que nadie entiende es por qué derramamos lágrimas, tantas como Dios ha puesto estrellas en la noche. Durante un instante pensé que esa noche iba a ocurrir algo extraordinario, por ejemplo el auto podría chocar con algo y nosotros morir en un accidente fortuito e inexplicable.

Pero no hubo tal accidente, el auto llegó al Parque Central de Pudong, estaba cerrado e hicimos el amor a la sombra de unos árboles fuera de la valla que rodeaba el parque. Los asientos reclinables de cuero exudaban olor a frivolidad. Sentí un calambre en el tobillo pero no dije nada, permití que esa sensación incómoda creciera hasta que los jugos de nuestros sueños llenaron mi entrepierna.

Cuando en la madrugada desperté en su departamento, pensé que todo había sido un sueño, el sexo crece y se desborda fácilmente, como la tinta negra en las pinturas chinas, pero el sexo no puede cambiar nada, especialmente cuando los rayos del sol entran en la habitación y ves en el espejo las ojeras bajo tus ojos.

Cada historia llega a su fin después de pagar el precio justo. Cuando un cuerpo extiende sus tentáculos para unirse estrechamente con otro cuerpo, es sólo el preludio de una separación ineluctable.

Mark me informó que desde ese día hasta fines del mes siguiente tendría vacaciones de despedida. Ya no necesitaba ponerse la corbata e ir a diario a las diez menos cuarto de la mañana a la oficina. Había decidido disfrutar plenamente cada día. Me suplicaba pasar más tiempo con él. Mi novio pintaba a Modigliani en las paredes del restaurante de su madre, a mi novela sólo le faltaban las últimas hojas, y después de algunos días tal vez jamás volvería a ver a este hombre.

¡Qué vida, qué mundo!, sólo sentía que la cabeza me dolía como si estuviera partida. Él bajó el volumen de la balada de Suzhou y me trajo unas aspirinas del botiquín, me dio un masaje en la espalda y la planta de los pies con los rudimentos que había aprendido en Pure Massage, mientras bromeaba conmigo en shangainés. De principio a fin, como sufriendo, atendía a su princesa oriental, a su novia encantada de pelo negro y largo hasta la cintura con ojos nobles y tristes.

Y yo finalmente comprendí que había caído en la trampa de amor y deseo de este alemán, que no estaba destinado a ser más que un compañero sexual. Atravesando mi vagina había llegado a mi frágil corazón, se apoderó de lo más íntimo de mí… Las teorías feministas no han podido explicar el poder hipnótico de ese tipo de sexo. Yo en mi propio cuerpo experimenté esa debilidad de la mujer. Me engañaba a mí misma, eso en realidad era un juego, engañaba a los demás y me engañaba yo sola, la vida no es más que un parque de diversiones y no podemos dejar de buscar el placer.

Mientras tanto mi amado seguramente aún estaba en el restaurante, sumido en su propio mundo, usando colores y líneas para expresar sus sentimientos, para salvar al mundo y a sí mismo, que ante sus ojos eran un caos.

Me quedé en la casa de Mark. Desnudos, acostados en la cama, escuchábamos música, veíamos películas, jugábamos al ajedrez, cuando teníamos hambre cocinábamos espagueti italiano o ravioles chinos. Dormíamos muy poco y en realidad ya no nos mirábamos a los ojos, eso sólo aumentaría nuestra angustia.