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A petición de Luande, empecé a hablar de mi vida y de mi libro que había provocado reacciones extrañas, hablé también acerca de mi relación con la generación de mis padres, de mis novios. Cuando llegué a Tiantian miré de reojo a Mark, quien cortaba una pierna de cordero en salsa de vegetales pretendiendo no oír nada.

Hablaba con toda honestidad, Tiantian era mi único amor, un regalo del cielo, aunque siempre sentí que ése era un amor imposible, al que no quería ni podía cambiar, hasta el día de mi muerte jamás me arrepentiré. Cuando hablé de la muerte, pensé que no le tenía miedo, a lo único que le temía era a la vida aburrida, por eso escribía. Mi inglés no era muy bueno, para algunas palabras necesitaba la traducción de Mark, quien todo el tiempo me ayudaba con mucha seriedad.

Mark todo el tiempo pretendía ser solamente mi amigo, pero no podía dejar de mirarme, luego contó algunos chistes, por ejemplo, que cuando empezaba a estudiar chino, siempre confundía la palabra pibao, cartera, con baopi, prepucio; así que un día que invitó a un colega chino a cenar, a medio camino palpó su bolsillo y muy apenado le dijo:

– Discúlpeme, no traje mi prepucio.

Yo estallé en risas, él no paraba de hablar y todo el tiempo contaba chistes subidos de tono. Su mano bajo la mesa buscaba mis piernas, era un acto arriesgado, en uno de mis cuentos hay una situación en que se agarra la pierna equivocada. Pero él sin el más mínimo error encontró mi rodilla, lo que me provocó cosquillas y empecé a reír. Luande me vio reír y me dijo:

– Sigue riendo porque quiero tomarte algunas fotos así.

Le pregunté en chino a Mark:

– ¿Ésta es una entrevista seria?, ¿no es sólo para satisfacer la curiosidad de los alemanes sobre un enorme y misterioso país oriental y una joven escritora rebelde?

– No, no, tus cuentos me gustan mucho, estoy seguro de que te van a respetar, un día tus libros van a ser traducidos al alemán.

Después de la cena nos dirigimos al Goya de la calle Xinhua. Era un pequeño bar famoso por sus más de cuarenta clases de Martinis, muchos sillones, altos candelabros, cortinas largas hasta el piso y una música absolutamente hipnótica. Me gustan los dueños, una joven y hermosa pareja recién venida de los Estados Unidos. La dueña se llamaba Songjie, pintaba muy bien, la blancura de su cara era lo más misterioso que había visto, por mucho polvo que una se pusiera simplemente no se le podía igualar.

Pedimos bebidas, le pedí al mesero cambiar el disco, sabía que tenían Dummy de Portishead: esa música combinaba bien con la bebida. Desde hacía tiempo Tiantian y yo frecuentábamos mucho ese lugar, parecía un barco hundido en el fondo del mar, un pesado sopor parecía presionar desde el techo, embrujando a la gente, mientras más uno bebía más se le antojaba beber, mientras más tiempo pasaba más se hundía uno en el sillón, era fácil llegar a anestesiarse. Frecuentemente se veía gente bebiendo, que luego inclinaba la cabeza sobre el sillón y se dormía, pasaba un rato y despertaban, bebían y otra vez se dormían, y así hasta ser despertados por la sonrisa de alguna bella dama. En una palabra era un lugar dulce y peligroso, el lugar ideal para cuando uno se quiere perder un rato.

Siempre me topaba con conocidos del círculo artístico de Shangai, pintores, músicos, fotógrafos, allí nos conocíamos así que nos saludábamos con la cabeza o con un simple "Hola". Mark estaba sentado a mi lado hablando con Luande en alemán, ese idioma me separaba de su mundo. Yo me divertía sola bebiendo mi copa. Me gustaba beber con el cuello estirado, me hacía recordar al cisne de mis sueños, me sumergía en mis fantasías lacerantes y placenteras.

Mark seguía saludando y no dejaba de tocarme por los hombros o la cintura. De pronto entró en mi campo visual mi prima Zhusha al lado de un hombre conocido. Abrí los ojos aún más, ella y Dick entraron cariñosamente tomados de las manos. No pasó ni un segundo cuando nos vieron y con mucha naturalidad se acercaron a nosotros.

Mark reconoció a Zhusha y la saludó con su nombre inglés:

– Hi, Judy!

Mark era el jefe de Zhusha en la empresa alemana donde ella había entrado recientemente. Cuando le dije que éramos primas se asombró.

– No se parecen en nada -dijo- pero las dos son chicas inteligentes y encantadoras. -Estaba descaradamente a la defensiva, simplemente no estaba preparado para encontrar allí a una empleada, que además era pariente de su amante secreta. Me podía imaginar cómo era en la oficina: serio, solemne, escrupuloso y minucioso, duro con los empleados, todo apegado a los reglamentos, como una maquinaria perfectamente aceitada, igual que el reloj alemán que cuelga en la pared de mi casa, totalmente preciso y confiable.

Zhusha parecía adivinar mi relación con Mark, me sonrió haciendo un guiño. Me fijé que tenía puesto un abrigo caro tipo G 2000, estaba hermosa, parecía una modelo de un cartel publicitario del local Printemps de París.

Hubo otra cosa que también llamó mi atención, el pálido y guapo Dick, acaramelado con mi prima, tomados de la mano, obviamente eran algo más que amigos, se veían tan enamorados, pero ¿y Madonna?

La música y el alcohol invitaban a dormir, cuando desperté Zhusha y Dick ya no estaban. Luande quería regresar a su hotel Galaxia. Mark le dijo:

– Primero te llevo a ti al hotel. -Luego se dio vuelta y me dijo.

– Luego te llevo a ti a tu casa.

Creo que tomé demasiado, recargué mi cabeza en el hombro de Mark y sentí el olor del sudor de sus sobacos, venido de las vastas tierras del norte de Europa. Este sexual olor corporal extranjero era tal vez lo que más me atraía de él. El coche pasó por el hotel Galaxia y Luande se bajó, luego se dirigió hacia mi casa. Estaba acurrucada obediente en sus brazos, él no hablaba, por la ventana pasaban los barrios y las luces, pensaba que hasta entonces aún no sabía qué era yo para él, pero tal vez eso no era tan importante, él seguro que por mí no se divorciaría ni se iría a la quiebra, yo tampoco le regalaría todo mi brillo y mi calor. Así es la vida, pasamos los días y los años en la liberación de la libido y la lucha de poder entre los sexos.

Llegamos a mi casa. Reconozco que estaba algo herida, es fácil sentirme así después de tomar. Bajó del coche conmigo, subió, no le dije "no". Cuando empezó a quitarme la ropa sonó el teléfono, tomé el auricular, era la voz de Tiantian.

Su voz aunque clara se oía lejos, se oían ruidos de estática y maullidos. Me dijo que vivía en un hotel cerca del mar, que por la crisis económica del sudeste asiático el hotel y la comida eran muy baratos, los gastos de un día no pasaban de doscientos yuanes, era el único cliente del sauna curativo, se oía muy contento, me dijo que la gata Ovillo también estaba bien, al día siguiente planeaba ir a nadar a la playa.

No sabía qué decirle, Mark me levantó y me colocó en la mesa al lado del teléfono. Con una mano sostenía el auricular y con la otra agarraba el hombro de Mark. Su cabeza estaba en mi vientre. Lamía mis partes privadas a través de la bombacha, excitándome como nunca, hasta el grado de perder todas mis fuerzas. Traté de hablar con naturalidad, le pregunté por el clima, por el tipo de faldas que vestían las mujeres allí, que si ya había ido al bosque de cocoteros, que si había alguien que lo malaconsejara, aunque la gente aparente ser buena, eso no quiere decir que no sean malas personas.

– Cuida tu dinero y las cosas.

Tiantian se reía. Me dijo que yo era aún más desconfiada que él, que no creía en nada, que a todo le encontraba el lado malo, que yo tenía una visión profundamente negativa de la vida. Las palabras de Tiantian penetraban en mis oídos como plumas ligeras, luego se desvanecían y ya no me entraba nada. Su risa me decía que tenía mucha más capacidad de adaptarse a nuevos ambientes de lo que yo pensaba. Su voz era como una melodía suave, como el Claro de Luna de Beethoven, que disipaba la confusión dentro de mí. Sólo sentía una sensación de gozo subir desde mis pies hasta el corazón, era una alegría blanca que relajaba los músculos y los huesos, con olor a leche pura al ciento por ciento. Tiantian me mandó muchos besos por el auricular deseándome buenas noches.