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– Quitando la deuda de la vez pasada, sólo te puedo dar esto. Mientras hablaba, rápidamente puso una cosa en las manos de Tiantian, quien de inmediato la escondió en la media izquierda.

– Gracias -dijo en voz baja, me agarró-, vámonos.

Caminábamos muy rápido, Lile se quedó hablando con ellos, nosotros llegamos enseguida al otro extremo de la calle donde aún había mucha gente caminando de un lado para otro. Callados nos paramos a esperar un taxi vacío. Unos jóvenes de aspecto dudoso pasaron, en el momento en que pasaron detrás de nosotros uno de ellos mirándome de reojo dijo algo. Cuando alguien dice algo que no entiendo seguro es una grosería, sus compañeros se rieron y patearon una lata vacía de Coca Cola que le dio en las piernas a Tiantian.

La mano de Tiantian que yo agarraba de pronto se deshizo en transpiración, lo miré y en voz baja lo consolé:

– No les hagas caso, no pasa nada. -En ese momento un taxi vacío se acercaba, le hice señas, se paró y nos subimos.

En el coche nos abrazábamos, me besaba, yo no podía decir nada. Callada me pegaba a su cara, su mano cálida acarició mi vientre, hasta que hizo desaparecer las contracciones, derritió los coágulos de sangre en mi vientre.

– Te amo -me dijo en voz baja-, no me dejes, no dejes de cuidarme, tú eres la chica más buena y hermosa del mundo. Tú eres todo lo que quiero.

En la noche entreoí unos maullidos leves y no muy claros. Prendí la luz, claro, era Ovillo. Salí de la cama, le ofrecí el cerdo asado a la sal y pimienta que había quedado de la cena, entró, empezó a comer, comía tan rápido que parecía muerta de hambre. Estaba muy fea, tan sucia que no se distinguía su color, además estaba flaca y parecía un gato salvaje.

Fumando sentada en la cama la veía comer. No sabía cómo es que había regresado. Tal vez desde alguna esquina de la calle me vio y le pareció ver una estrella salvadora con la que podía volver a Shangai. Pensando así de pronto me conmoví.

Salté de la cama, abracé a Ovillo, entré en el baño y con agua tibia y jabón líquido la bañé. Cariñosamente se enredó en mis dedos sin moverse, parecía un niño, luego la sequé, la abracé y me dirigí a la cama. Tiantian aún estaba dormido, Ovillo se durmió a nuestros pies.

La noche pasó tranquila. Al día siguiente el sol estaba hermoso, nos despertamos por las lamidas de Ovillo, nuestras plantas de los pies estaban llenas de la saliva de Ovillo, qué cosquillas.

Tiantian y yo nos miramos un rato, luego comenzó a sacarme el pijama, bajo los rayos claros del sol mañanero abrí los ojos. El aire tibio acarició mi cuerpo desnudo, mis pezones rosados se elevaron como flotando sobre las olas, crecían poco a poco, los labios de mi amado parecían un pez pequeño que jugaba suavemente en el agua. Cerré los ojos, aceptando todo eso. Sus dedos acariciaban mi herida sangrante, la sangre lubricaba, exploté. A la distancia oía los maullidos de Ovillo al tiempo que sentía su áspera lengua en la planta de mis pies.

Se me grabó en la mente esa mañana en la que mi amado, la gata y yo hicimos el amor. Había algo de locura. En la nariz llevaba pegado el olor a miedo, dulce, blanco, venenoso. Sí, ya nunca me pude liberar de eso. Estando con un hombre, hablando con una mujer en la calle, escribiendo sola o caminando por la calle Gierkezeile de Berlín jamás he podido olvidar aquella mañana clara llena de muerte y amor, ese sabor dulce y terrible.

Después de complicados trámites de transporte, Ovillo fue aceptada en el avión, y nosotros regresamos a Shangai.

XX En una burbuja de cristal

No llores niño, no llores.

Paul Simon

Fuera de la ventana, el cielo gris se tornó en lluvia. En la televisión todo el tiempo transmitían sin parar un comercial de Pepsi Cola. Era miércoles, había visto la caricatura del ratón Mickey y sabía que los miércoles todo podía pasar.

Al levantarnos por la mañana Tiantian había cambiado de idea, no quería ir ese día al centro de rehabilitación.

– ¿Por qué? -le pregunté, mirándolo.

– Quiero estar más contigo.

– Pero no nos vamos a separar para siempre, todo va a estar bien… no te preocupes, te comprendo, pero si te sientes mal ¿qué vamos a hacer?

Sacó una pequeña bolsa de su zapato y la zarandeó.

– Tiantian -suspiré-, trajiste eso de regreso.

Por primera vez entró en la cocina para prepararme el desayuno. Me acosté en la bañera un rato escuchando el sonido de los huevos friéndose en la sartén y de la tapa que se cayó al piso, qué torpe. No me sobornará con un desayuno, no puedo perdonarle una recaída.

No comí el desayuno que hizo, él sin decir ni una palabra se acomodó en el sillón y le dio de comer a Ovillo comida para gatos. Sentada enfrente de mis borradores, de repente me invadió el pánico como cuando un mago descubre que acaba de perder sus poderes por completo. Ahora simplemente no podía penetrar en el mundo distante de las letras, a mi alrededor ocurrían cambios incesantemente, como las pequeñas ondas del agua. Siempre había pensado en un triunfo repentino, como Alí Baba que sólo con leer un conjuro abrió la puerta de la cueva del tesoro, como Bill Gates que en una noche se convirtió en archimillonario, como Gong Li que a mi edad ya había subyugado a decenas de millones de hombres blancos con su magnífica belleza sin hablar una sola palabra de inglés.

Y yo ni siquiera tenía fuerzas para seguir. En esta ciudad nunca podría realizar mis ideales. La única manera sería agarrarme a mí misma por los pelos y escapar de este planeta (antes de que las predicciones de Nostradamus se hagan realidad), o junto con Tiantian abandonar este lugar e ir a las selvas de África o alguna isla del Pacífico sur para sembrar marihuana, criar gallinas y pasar el resto de la vida bailando danzas autóctonas alrededor de una fogata.

– ¿Quieres salir a caminar? -Tiantian tiró en mi escritorio un avión hecho de papel. El avión que hizo era muy bonito, encima tenía dibujos, aforismos y dichos famosos como: "El infierno son los demás", "La soledad es inherente al hombre", "La verdadera vida está en otro lado", "Vive la poesía", etcétera.

Fuimos en taxi al centro de la ciudad. Cuando el coche pasó a la altura de la calle Yan'an, nos dimos cuenta de que aquel pedazo de autopista elevada no estaba aún terminado, después pasamos una hilera de casas viejas con pequeños jardines y rodeadas de muros. A la gente de Shangai siempre le ha gustado abrazar al mismo tiempo lo nuevo y lo viejo. Los proyectos de infraestructura del gobierno que se levantan aquí y excavan allá han moldeado el esqueleto de esta ciudad con un armazón de acero reforzado y han dejado reliquias históricas fragmentadas como lluvia adornando suavemente la conciencia de la ciudad. Cada vez que sentada en un taxi atravieso la ciudad mitad vieja y mitad nueva oigo en el camino su trepidar constante.

Tal vez recuerde ese sonido toda la vida, tal vez nunca lo entenderé, Mark me había dicho que todas las ciudades tienen su sonido. En los sonidos de París, Londres, Berlín, Venecia, Viena y Shangai, él había encontrado una cualidad especial, indefinible, difícil de precisar, es una cosa con forma y energía que tiene que ver con el ánimo de la gente. Esas ciudades se estimulan mutuamente y existen unas en función de las otras.

Suena muy esotérico. ¿Verdad? Los hombres que me gustan deben tener en el cerebro algunas neuronas mágicas, ya que el sexo y el amor hacen al hombre virtuoso, sensible, pensante.

Almorzamos muy bien en Benny, tal vez eso ya nos hizo el día. El dueño de Benny era un raro arquitecto belga que había diseñado el restaurante en forma de una langosta gigante. Había grandes ventanas plateadas, en las paredes colocó espejos redondos, los comensales si querían podían comer y a la vez levantar la cabeza y observar a los demás clientes, pero lo más extravagante era que desde los espejos sin ningún riesgo se podían ver todo tipo de contornos y cosas ocultas de las mujeres con vestidos escasos. Se decía que allí habían nacido muchas parejas, los hombres primero se enamoraban de la imagen en el espejo y luego caían en las redes del amor.