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– ¿Esto es todo tuyo, verdad? ¿Esta habitación? ¿El valle con la cabaña y la cama donde hicimos el amor? ¿Los caballos? ¿Hasta Jezebel fue un regalo tuyo?

– Todo lo que tengo lo pongo gustosamente a tus pies -murmuró Ruark.

– ¿Cómo es que sabes tanto de aserraderos? -preguntó Shanna, súbitamente recelosa.

El respondió quedamente:

– He construido tres, que son míos, sobre el río James y uno muy grande en Well's Landing, Richmond.

– ¿Y los barcos? -Lo miró con sospechas-. Siempre me sentí intrigada por la goleta, por lo bien que la conducías. Parece que también tienes conocimientos de navegación.

– Mi familia posee seis barcos que recorren la costa -dijo Ruark y la acarició con la mirada-. Yo poseo dos, ahora tres, con la goleta.

Shanna gimió con desesperación.

– Eres más rico que mi padre.

El rió por lo bajo.

– Eso lo dudo sinceramente, pero puedo comprarte todos los vestidos que desees.

Shanna enrojeció al recordar todas sus reyertas y las veces que lo había rechazado.

– Te reíste de mí todo el tiempo -gimió desconcertada-. Cómo debes de haber sufrido al no poder echar mano a parte de tu fortuna para librarte de la servidumbre en Los Camellos.

– Te lo dije una vez, el dinero no era problema para mí. -Fue hasta la caja de música y abrió una puerta oculta en uno de los costados, revelando un compartimiento secreto que ocupaba toda la base. Sacó varias piezas de piel de ciervo encerada y después dos saquitos de cuero, que tintinearon cuando él los sopesó en una mano. He tenido esto desde que Nathanial fue a Los Camellos. El hasta me envió la caja para guardado. Aquí hay más que suficiente para pagar mi libertad y mi pasaje a Virginia. Si no hubiera querido estar contigo, me habría marchado.

Se acercó a Shanna y le acarició el cabello. Ella lo miró a los ojos.

– Te amo, Shanna. Quiero compartir mi vida y todo lo que me pertenece contigo. Quiero construirte una mansión, como hizo tu padre para tu madre y mi padre. para mi madre. Quiero darte hijos, verlos crecer, bañados en nuestro amor. Poseo propiedades en el James. La tierra es buena y alimentará a nuestros descendientes. Sólo espero que tú me digas dónde quieres que construya la casa.

Shanna sollozó.

– Yo alentaba la idea de vivir en una cabaña contigo. -Ruark la estrechó con fuerza y ella murmuró, contra el pecho de él-: Te habría arrancado el cuero cabelludo, sabes.

Momentos después, oyeron que alguien se aclaraba la garganta en la puerta. Esta vez volvieron sin temor y se encontraron con la sonrisa de Nathanial Beauchamp.

– Parece que siempre estoy interrumpiendo -dijo Nathanial, y rió suavemente.

Shanna se volvió sin dejar los brazos de Ruark.

– Esta vez no pediré su discreción, señor. Cuénteselo a quiero quiera.

Ruark hizo señas a su hermano para que entrara.

– ¿Qué estás pensando? -preguntó.

Nathanial los miró afectuosamente.

– Temía que Shanna pudiera considerarme un mentiroso por no haberte reclamado como a un hermano, y yo quiero aclarar eso, ahora que el secreto ha sido revelado.

Impulsivamente, Shanna plantó un beso en la mejilla de su cuñado.

– Lo perdono. Sin duda, Ruark, le hizo jurar que guardaría silencio.

– Sí, así fue -respondió Nathanial-. Cuando llegamos a Los Camellos, Ruark me buscó. Le di dinero para que pagara su deuda pero él se negó a partir y a revelar la verdad. Pensé que alguna bruja lo había hechizado. -El capitán rió-. Entonces la conocí, y comprendí por lo menos una parte de su actitud.

– ¿Pero cómo fue que usted llegó a Los Camellos? -preguntó Shanna-. Seguramente no fue una coincidencia.

– Cuando llegué a Londres, hice averiguaciones sobre el paradero de mi hermano.

Me enteré de que lo habían acusado de asesinato y ahorcado por es delito. Los archivos de Newgate decían que su cuerpo había sido entregado al servidor de la señora Beauchamp. En los muelles me informaron que esa misma dama y su comitiva habían zarpado hacia una isla llamada Los Camellos. Se despertó mi curiosidad, de modo que hice una escala en mi viaje de regreso. También tengo que decide otra cosa que puede darle un poco de tranquilidad. Contraté abogados en Londres, quienes me prometieron una muy seria investigación sobre la muerte de esa muchacha, aunque todavía no he recibido ninguna noticia alentadora.

– Pero seguramente llegará -dijo Shanna-. ¡Tiene que llegar! Ruark no mató a la muchacha. Y nosotros no queremos pasar el resto de nuestras vidas ocultos del mundo. Llegarán más hijos después de este. Ellos necesitarán un apellido.

Ruark se acercó a su esposa y la rodeó con los brazos.

– Sí -dijo-, vendrán más Beauchamps, para que sean conocidos por todo el mundo.

– ¿Le ha hablado a su padre del niño? -preguntó Nathanial a Shanna.

– Sí, anoche- respondió ella.

Nathanial asintió satisfecho.

– Eso, también, ha dejado de ser un secreto.

– Perdóname, amor mío -dijo Ruark-. Yo traje la noticia a mi familia antes de traerte a ti. Me adelanté para saludados antes de que ustedes llegaran.

– Y creo que Gabrielle es una chiquilla perversa por haberte provocado como lo hizo -dijo Shanna, riendo alegremente.

– Todos se mostraron renuentes a seguir el juego, pero la presencia de Gaylord los convenció de su importancia. Nuestra madre habría hablado si no hubiera sido por él -explicó Ruark-. Ella no tolera que se engañe a nadie.

– Fue terrible de tu parte -dijo Shanna, mirando a Ruark-. Sabes, tuve ganas de marcharme, de tan furiosa que me sentí.

– Yo te habría seguido -le aseguró Ruark con un relámpago de dientes blancos-. Tú tienes mi corazón y mi hijo contigo. No los hubiera dejado escapar.

– Sí -rió Nathanial-. Y eso puede creerlo, Shanna. El estaba decidido a ganarse su amor, y yo diría que lo ha conseguido.

– Oh, sí -respondió Shanna, radiante.

– Entonces los dejaré solos. -En el vano, Nathanial se volvió con una sonrisa y señaló la puerta estropeada-. Aunque supongo que ahora, con tan poca privacidad, no hay motivos.

CAPITULO VEINTISIETE

Las familias, ahora reunidas en una, se felicitaban mutuamente, y realmente no tuvieron que aguardar mucho antes que Shanna y Ruark bajaran al salón. Como había imaginado Nathanial, cuando la puerta del dormitorio está permanentemente entreabierta, ni siquiera una pareja de enamorados tiene mucho que hacer. Ruark se acercó a Trahern, tomó la mano del hacendado y puso en ella un saquito.

– Contiene piezas de oro de cincuenta libras, señor -anunció-. Hay treinta de ellas. El precio de mi libertad. Mil quinientas libras.

– Ruark aguardó un momento mientras Trahern sopesaba el saquito con la mano experta de un comerciante, Si usted quiere ser tan amable de firmar mis papeles como que ya están pagados…

Trahern buscó en el bolsillo interior de su chaqueta de terciopelo y sacó un paquete que entregó a Ruark sin abrirlo.

– Han estado firmados desde que usted me devolvió a mi hija.

– Una decisión precipitada, señor -sonrió Ruark-. Ahora vuelvo a quitársela.

– ¡Maldición! -exclamó Trahern con furia fingida-. Es injusto que deba perder a mi hija y a mi siervo más valioso al mismo tiempo.

– Usted no ha perdido nada, señor -le aseguró Ruark-. Nunca se verá libre de nosotros dos. -Atrajo suavemente a Shanna a su lado y la miró sonriente-. y Dios mediante, dejaremos en su puerta muchos problemas más pequeños.

George suspiró con evidente alivio y se quitó sus gafas rotas.

– Me habían pedido que no me las quitara -dijo- para que ustedes no notaran el parecido entre mi hijo y yo, y ahora me alegro de que el secreto se haya descubierto, a fin de poder ver nuevamente con claridad. -Sus ojos dorados chispearon cuando sonrió a Shanna y la tomó de la mano-. Mi hijo ha hecho una elección excelente. Eres un orgullo para la familia, Shanna.

Garland se adelantó vacilante, con su hijita en brazos.

– Siento mucho haber irrumpido para causar todo este disturbio, y espero que me perdones.